¿De qué se trata el Acuerdo de París por el cambio climático?
Adoptado en 2015, el Acuerdo de París busca limitar el calentamiento global. 195 países firmaron el pacto para reducir emisiones de gases de efecto invernadero y promover estrategias de adaptación. La implementación del acuerdo es crucial para evitar desastres climáticos mayores.
El Acuerdo de París es un tratado internacional adoptado en 2015 durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP21) en la capital francesa. Su principal objetivo es limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales y hacer esfuerzos para que no supere los 1,5 grados. Para ello, los países firmantes se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero y a desarrollar estrategias de adaptación a los impactos del cambio climático.
El pacto entró en vigor el 4 de noviembre de 2016 y fue firmado por 195 países, de los cuales 193 lo ratificaron. Su implementación es supervisada por la ONU, a través de evaluaciones periódicas sobre el cumplimiento de los compromisos nacionales. A diferencia de acuerdos anteriores, como el Protocolo de Kioto, el Acuerdo de París establece metas flexibles para cada nación, lo cual permite que cada una determine sus propios objetivos climáticos en función de sus capacidades y circunstancias.
Cada país debe presentar un Plan Nacional de Contribuciones Determinadas (NDC, por sus siglas en inglés), en el que especifica sus compromisos de reducción de emisiones y sus estrategias de adaptación. Estos planes deben actualizarse cada cinco años, con el propósito de incrementar progresivamente la ambición climática global. Además, el acuerdo promueve la cooperación internacional y el financiamiento para que las naciones en desarrollo puedan implementar acciones efectivas contra el cambio climático.
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Uno de los puntos clave del acuerdo es el financiamiento climático. Los países desarrollados se comprometieron a aportar al menos 100.000 millones de dólares anuales para ayudar a las naciones más vulnerables a enfrentar el cambio climático. Este fondo busca financiar proyectos de mitigación, adaptación y desarrollo de tecnologías limpias.
El Acuerdo de París también fomenta la transparencia en la acción climática. Para ello, establece mecanismos de monitoreo y reporte, donde cada país debe informar sobre sus avances y resultados en la reducción de emisiones. Esto permite evaluar el progreso global y ajustar estrategias para alcanzar las metas establecidas.
Sin embargo, el tratado enfrenta desafíos. En 2017, Estados Unidos anunció su salida del acuerdo bajo la administración de Donald Trump, con el argumento de que perjudicaba la economía del país. Posteriormente, en 2021, el gobierno de Joe Biden revirtió esa decisión y reincorporó a Estados Unidos al pacto.
A pesar de los esfuerzos internacionales, los científicos advierten que los compromisos actuales aún son insuficientes para evitar los efectos más graves del calentamiento global.
El Acuerdo de París representa entonces el esfuerzo global más ambicioso hasta la fecha para enfrentar el cambio climático. Si bien su éxito depende del compromiso de cada nación, la cooperación internacional y el desarrollo de políticas sostenibles son determinantes para alcanzar sus objetivos y evitar un aumento crítico de la temperatura del planeta.
Qué es el cambio climático
El cambio climático se refiere a las modificaciones a largo plazo en las temperaturas y los patrones climáticos. Si bien estos cambios pueden ocurrir de manera natural debido a variaciones en la actividad solar o grandes erupciones volcánicas, desde el siglo XIX las actividades humanas se convirtieron en el principal factor que impulsa el cambio climático. Esto se debe, en gran parte, a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas.
La quema de combustibles fósiles genera emisiones de gases de efecto invernadero que funcionan como una barrera alrededor del planeta, atrapando el calor del sol y provocando el aumento de las temperaturas.
Los principales gases de efecto invernadero responsables del cambio climático son el dióxido de carbono y el metano. Estas emisiones provienen, por ejemplo, del uso de gasolina en vehículos o del carbón para calefaccionar edificios.
La deforestación también libera grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera. Asimismo, actividades como la agricultura y la producción de petróleo y gas representan fuentes significativas de emisiones de metano. Entre los principales sectores emisores se encuentran la energía, la industria, el transporte, la edificación y el uso del suelo.
Estudios científicos demostraron que el ser humano es responsable del calentamiento global de los últimos dos siglos. Las actividades humanas generaron un aumento en la concentración de gases de efecto invernadero, lo que aceleró el calentamiento del planeta a una velocidad sin precedentes en los últimos 2000 años.
Actualmente, la temperatura media de la Tierra es 1,1 °C más alta que a finales del siglo XIX, antes de la Revolución Industrial, y se encuentra en niveles sin precedentes en los últimos 100.000 años. La década de 2011 a 2020 fue la más calurosa desde que se tienen registros, y cada una de las últimas cuatro décadas superó en temperatura a cualquier otra desde 1850.
El cambio climático no solo implica un aumento de las temperaturas, sino que genera una serie de impactos en todo el planeta. Como la Tierra es un sistema interconectado, los cambios en una región pueden desencadenar alteraciones en otras.
Cuáles son las consecuencias del cambio climático
Entre las consecuencias del cambio climático se incluyen sequías prolongadas, escasez de agua, incendios forestales, aumento del nivel del mar, inundaciones, derretimiento de los polos, tormentas extremas y reducción de la biodiversidad.
Además, se producen alteraciones en la circulación oceánica, cambios en los niveles de precipitación según la región, aumento del nivel del mar, retroceso de glaciares, mayor frecuencia de eventos climáticos extremos, aumento de olas de calor y frío y un crecimiento de las migraciones forzadas, tanto por desastres naturales como por razones laborales.
El cambio climático afecta también la salud, la producción de alimentos, la infraestructura, la seguridad y el empleo. Algunas comunidades, especialmente en pequeños estados insulares y países en desarrollo, son más vulnerables a estos impactos.
En muchas zonas, el aumento del nivel del mar y la intrusión de agua salada obligaron a poblaciones enteras a reubicarse, mientras que las sequías prolongadas generaron crisis alimentarias.
Según informes de la ONU, miles de científicos y expertos gubernamentales coinciden en que mantener el aumento de la temperatura por debajo de los 1,5 °C evitaría los efectos más severos del cambio climático y ayudaría a preservar un clima habitable. Sin embargo, las políticas actuales proyectan un incremento de 2,8 °C para finales del siglo XXI.
Las emisiones de gases de efecto invernadero provienen de todas partes del mundo, aunque algunos países generan más contaminación que otros. En 2020, siete economías (China, Estados Unidos, India, la Unión Europea, Indonesia, Rusia y Brasil) fueron responsables de la mitad de las emisiones globales. Si bien todas las naciones deben tomar medidas, los países con mayores emisiones deberían tener una responsabilidad prioritaria en la reducción de sus impactos.
Cuáles son las zonas más afectadas por el cambio climático
Amazonas
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El Amazonas, la selva tropical más grande del mundo, enfrenta una deforestación acelerada y una degradación de su ecosistema debido a la expansión agrícola y la minería ilegal. El aumento de temperaturas y la disminución de la lluvia afectan la biodiversidad y provocan alteraciones en los patrones climáticos, lo que agrava el cambio climático global.
Polo Norte
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El Ártico experimenta un calentamiento a un ritmo mucho más rápido que el promedio global, conocido como "amplificación ártica". El hielo marino se derrite a gran velocidad, lo que eleva el nivel del mar y amenaza las especies que dependen del hielo, como los osos polares y las focas.
Islas del Pacífico
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Las pequeñas islas en el Pacífico, como las Maldivas o Kiribati, son amenazadas por la subida del nivel del mar. La erosión costera, los ciclones más intensos y la salinización del agua potable ponen en riesgo la vida en estas islas.
Australia
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Australia enfrenta incendios forestales cada vez más destructivos debido a olas de calor más intensas, sequías prolongadas y un clima más árido. Además, los arrecifes de coral, como la Gran Barrera de Coral, son devastados por el aumento de la temperatura del agua.
África Subsahariana
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Esta región es vulnerable a la sequía y la desertificación. La falta de acceso a agua potable y la reducción de la producción agrícola debido a las variaciones climáticas afectan gravemente la seguridad alimentaria y la estabilidad económica de los países.
Himalaya
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En las montañas del Himalaya, los glaciares se derriten a un ritmo acelerado. Este derretimiento amenaza los suministros de agua de millones de personas que dependen de los ríos que nacen en estas montañas, además de contribuir a la subida del nivel del mar.
África del Norte y el Medio Oriente
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Las altas temperaturas y la escasez de agua crean condiciones extremas en esta región. Se prevé que las olas de calor se intensifiquen y afecten la salud de las poblaciones y la producción agrícola, especialmente en áreas como Egipto, Irak y Siria.
Amazonas del Perú
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Aparte de la deforestación, las zonas selváticas de Perú experimentan fenómenos climáticos más extremos, como lluvias intensas y sequías prolongadas, lo que afecta a las comunidades indígenas y la flora y fauna local.
Cómo enfrentar el cambio climático
Enfrentar el cambio climático supone un gran desafío, pero existen soluciones concretas. Muchas de ellas, además, generan beneficios económicos y mejoran la calidad de vida.
La transición de los combustibles fósiles a fuentes de energía renovable, como la solar y la eólica, es clave para mitigar el cambio climático. No obstante, los esfuerzos deben ser inmediatos. Aunque cada vez más países se comprometen a alcanzar la neutralidad de carbono para 2050, se precisa que la mitad de las reducciones de emisiones ocurra antes de 2030 para mantener el calentamiento por debajo de 1,5 °C.
Esto implica una disminución drástica en el uso de carbón, petróleo y gas. Para evitar consecuencias climáticas severas, se estima que al menos dos tercios de las reservas confirmadas de combustibles fósiles deben dejar de explotarse antes de 2050.
La adaptación a los efectos del cambio climático es crucial para proteger a las personas, la infraestructura y los ecosistemas. Esto incluye medidas tanto para mitigar los impactos actuales como para anticipar los futuros.
La prioridad debe centrarse en las poblaciones más vulnerables y con menos recursos. Las inversiones en sistemas de alerta temprana, por ejemplo, pueden salvar vidas y reducir pérdidas económicas, con beneficios que superan hasta diez veces su costo inicial.
Las acciones climáticas requieren inversiones significativas por parte de gobiernos y empresas. Sin embargo, la inacción resulta aún más costosa. Un punto clave en la estrategia global es que los países desarrollados cumplan con su compromiso de destinar los 100.000 millones de dólares anuales acordados a los países en desarrollo para facilitar la adaptación y la transición hacia economías más sostenibles.
NG
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