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Una nueva era

Cómo la extrema derecha se consolida.

En La cuarta ola, Ariel Goldstein analiza el fenómeno de una derecha radical que cada vez se expande más en Argentina y en otros países, producto de la falta de destino común que viven las sociedades actuales y de la crisis del capitalismo y las pandemias. Foto: cedoc

Si un actor ha aprovechado la nueva era comunicacional, en la cual “la diferencia central entre el viejo sistema de medios, el broadcasting y el actual es que los usuarios son parte fundamental de la arquitectura del sistema”,  ha sido la extrema derecha. En la competencia por la conquista de la atención del público y la desaparición de un debate más racional, la extrema derecha ha sabido construir su crecimiento.

Los límites espaciales se diluyen con la fuerza de las comunicaciones propiciadas por el cambio tecnológico. Uno de los principales hashtags que estimularon la invasión a los Tres Poderes en Brasilia en enero de 2023 fue #BrazilianSpring, incentivado por el exasesor de Trump, Steve Bannon, desde Estados Unidos. En el encuentro de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) de México, realizado en simultáneo con estos acontecimientos, Bannon había señalado: “Vean las calles de Brasil, los grandes patriotas están en peligro mientras los medios globales se concentran en Lula”.

Luego del intento de golpe en Brasilia, Lula reafirmó que la extrema derecha es un movimiento internacional. Desde su punto de vista, Bolsonaro “está siguiendo un rito que todos los fascistas están siguiendo en el mundo, forman parte de una organización… no solo presente en Brasil sino en España, Italia, Estados Unidos, Hungría, e incluso en nuestra querida Argentina”. ¿Cómo funcionan estos grupos? ¿Cuál es su relación con la religión? ¿Qué papel cumplen los fanáticos, los oportunistas, el líder y aquellos que lo rodean? ¿Cuáles son sus vínculos internacionales? ¿Qué papel cumplen las teorías conspirativas y los microemprendedores políticos?

Las extremas derechas crecen en la situación de anomia y falta de destino común que viven las sociedades actuales. El malestar es canalizado colocando la culpa en otros grupos sociales, rompiendo la solidaridad colectiva, comunitaria, y agrupando a partir del sentimiento de odio. Esta falta de horizonte y expectativas de futuro lleva al crecimiento de alternativas mesiánicas y autoritarias que prometen resolver las crisis de forma refundacional. De modo similar al experimentado en el período de entreguerras, cuando “después de 1920, entramos en un período en que el cambio empezaba a asociarse con el temor por el futuro, y podía verse como transformación para peor, período este de renacer del pensamiento conservador”.

La derecha radical usa la noción de “libertad” y la lucha contra el “comunismo” para justificar su autoritarismo de afinidad religiosa. No existe ningún país de la región que esté amenazado por el “comunismo”, esto es, la socialización de los medios de producción. Sin embargo, esta teoría conspirativa les brinda a estos grupos la posibilidad de unificarse en torno a un peligro común, a la vez que asusta a la población sobre cualquier alternativa progresista.

Por otra parte, la noción de “libertad” que estos grupos defienden termina siendo la libertad para difamar al otro y aplastarlo por pensar distinto. Es un ejercicio basado en anular la libertad del otro, y por ese motivo aparece el vínculo con la religión y la Iglesia.

 Así, algunas de las cuestiones que se encuentran en peligro son el pluralismo y el derecho al disenso, pilares de la democracia liberal.

El fascismo ha sido analizado como la movilización del miedo, el prejuicio y el odio en una sociedad que se percibe en una situación de potencial amenaza. Se trata de una forma de dar organización sistemática de estos discursos sociales preexistentes en pos de un enemigo.

Parece haber consenso respecto de las diferencias entre el fascismo del siglo anterior y el actual. El primero estaba basado en la movilización social permanente y una cuadriculación del espacio social.

El ejercicio y la glorificación de la violencia contra el enemigo desempeñaban un papel constitutivo. Actualmente, los movimientos de extrema derecha se manejan en torno a lo simbólico y su movilización permanente se ejerce a través de las redes sociales y sus efectos en la comunicación política. Puede haber movilización de calle, puede haber circunstancialmente una violencia ejercida, como hemos visto en Brasil y Estados Unidos con las invasiones a los respectivos Congresos, pero el instrumento fundamental es simbólico. De allí la importancia que reviste aquello que estos grupos denominan como “batalla cultural”.

La extrema derecha en Estados Unidos ejerce una gran influencia sobre América Latina. A esto se vincula la reactivación soft de la hipótesis anticomunista y el “enemigo interno” de la Guerra Fría. Esta derecha radical se nutre principalmente de dos fuentes político-ideológicas: el partido Vox de España y el Partido Republicano de Estados Unidos.

En la extrema derecha tiene un papel decisivo la ideología, la cosmovisión del mundo de los militantes y los votantes. Por eso las entrevistas con sus miembros o seguidores permiten apreciar el mundo desde su propia lente. La ideología de estos grupos no debe ser descartada como “locos” e “incoherentes”, sino que debe ser tomada en serio.

Una cuestión que explica el crecimiento de la derecha radical en distintos países es que ahora estos grupos tienen dinero de fundaciones de diversa laya. Empresarios y financiadores que antes ponían su dinero para la derecha mainstream hoy lo hacen para la derecha radical.

Alejandro Chafuen, ex-CEO de Atlas y personaje influyente en estas fundaciones, propone juntar liberales con antiliberales, juntarse con las iglesias y construir comunidad. “Para poder crecer, los liberales necesitarán ayuda desde fuera de sus tribus, de líderes políticos, sociales y empresariales, que aceptarán algunas de las ideas liberales, pero no todas”.

Es la búsqueda de asociar el liberalismo con posiciones conservadoras, nacionalistas y religiosas, este aspecto se ha observado en la historia de nuestra región.

La tendencia de rechazo a las elites políticas tradicionales que se ha expandido en la América Latina de la pospandemia ha permitido a la derecha radical desplazar a la derecha tradicional. Las fuerzas como Juntos por el Cambio (Argentina), Renovación Nacional y Unión Demócrata Independiente (Chile), así como el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (Brasil) han sido relegadas por nuevos liderazgos emergentes con nuevos estilos comunicacionales disruptivos como los de Kast, Milei y Bolsonaro.

Nos encontramos actualmente frente a una cuarta ola de la derecha en América Latina. Una primera ola se produjo entre 1920 y 1950 y coincidió con el auge de los fascismos europeos que despertaron admiración en la región. Una segunda ola se produjo durante la década de 1960. Luego de la Revolución Cubana, el reinado de la Guerra Fría  y la hipótesis del enemigo interno y la Doctrina de la Seguridad Nacional poblaron la región de dictaduras hasta fines de la década de los 80. La tercera ola se produjo con los “populismos de derecha” de Fujimori, Menem y Collor de Mello en el contexto de la caída del Muro de Berlín y las reformas estructurales del Consenso de Washington. Finalmente, la cuarta ola es la actual, que incluye las conexiones globales de la derecha radical y el papel que desempeñan las redes sociales en su expansión.

Muchos de estos personajes extremistas se presentan como “antisistema”. Sin embargo esa idea –si bien la eficacia de su relato depende de la creencia en ella– suele ser falsa. Ninguno de estos personajes podría llegar adonde llegó sin una alianza con corporaciones que se benefician de su llegada al poder. Los grandes medios proporcionan tiempo de difusión y los empresarios financian una agenda que consolida los aspectos más perversos del sistema capitalista para las mayorías y favorece intereses determinados. La perversión consiste en una estrategia publicitaria en redes sociales y medios dominantes que promociona como “antisistema” a personajes que vienen a consolidar los aspectos más regresivos del propio sistema. Esto permite absorber el descontento con la política tradicional que existe por el deterioro constante de las condiciones de vida de las mayorías bajo el sistema capitalista. (…)

El líder principal

La capacidad de conducción de un líder de derecha radical reside en representar una síntesis de las expresiones que componen el movimiento: fanatismo, oportunismo y una visión religiosa de la política vinculada con el mesianismo. Sobre Hitler se ha dicho que, “en acción, como político, irradiaba una extraordinaria intensidad de convicción y certeza que muchos encontraron irresistible, particularmente en tiempos inestables”. Se destaca también la capacidad oportunista de Hitler de adaptarse a los distintos ambientes.

El líder principal suele tener una biografía personal que combina dosis de frustración y venganza. Su ingreso en la política es un intento de revertir esa situación trágica y de aislamiento en la que se encuentra y vengarse de sus enemigos, reales o imaginarios. También, de obtener una compensación en la aclamación de las masas por su pasado infructuoso. Estos aspectos se encuentran presentes en la trayectoria de Hitler, Milei, Villarruel, Bolsonaro y Trump, entre otros líderes de extrema derecha. Ser “políticamente incorrecto”, esa percepción que tienen sus adherentes respecto de su autenticidad frente al resto de la clase política, obedece también a una fractura psicológica, lo que permite conectar con la frustración de una parte de la sociedad frente a la falta de respuestas de la dirigencia tradicional.

El líder tiene un papel organizador y legitimador sobre prejuicios circulantes en el mundo social, lo que parece dotar su irrupción de un carácter novedoso frente al consenso establecido, que busca garantizar normas de convivencia democrática. Esto es, el reconocimiento del otro como un adversario legítimo. El líder puede tener un papel liberador, al legitimar prejuicios y ataques al enemigo que existían previamente a su aparición en el centro de la escena. Tanto en Argentina como en Brasil hemos visto cómo la irrupción electoral de Milei y Bolsonaro legitimó las reivindicaciones en favor de la dictadura y la represión ilegal, un aspecto compartido por una porción de la población, pero que previo a estos fenómenos no se expresaba abiertamente.

El líder expresa una síntesis entre fanatismo y oportunismo, dos características presentes en estos movimientos (aunque no solo en estos). (…)

En los últimos años, hemos visto aquello que podemos denominar como una “hibridación religiosa conservadora” por parte de los movimientos de extrema derecha. Esto significa la utilización por parte de los líderes y partidos de estrategias que apelan a la cuestión religiosa en un sentido amplio en la búsqueda de legitimar su apoyo político.

Esta estrategia de utilización con respecto a la religión involucra la búsqueda de combinar apelaciones conservadoras del judaísmo ortodoxo, el catolicismo y el evangelismo, en las que los trazos reaccionarios como la “defensa de la familia” tienen más que ver entre estos que con las versiones más progresistas o reformistas de cada una de estas religiones. De este modo, se busca politizar la religión, llevando una visión dicotómica al espacio público y convirtiendo a esta en un factor divisivo de la “cruzada moral”, buscando legitimar una visión conservadora sobre el mundo social. Un tipo de religiosidad conservadora “a la carta” donde conviven elementos contradictorios pero potentes para ser presentados ante audiencias que se movilizan o se sienten interpeladas a partir de estos tópicos morales. (…)

La “guerra espiritual” 

del bolsonarismo

“No estás viendo Brasil si desprecias a los pentecostales y neopentecostales, que son la mayoría entre los pobres y negros, especialmente entre las mujeres negras pobres, y producen el género musical más buscado después del llamado sertanejo”, señaló Caetano Veloso, al reconocer la preeminencia de los evangélicos en la política.

Un apoyo fundamental de la derecha radical resultó de la unión de Bolsonaro con las cúpulas de las iglesias evangélicas. Datafolha ha señalado que tres de cada cuatro defensores de Bolsonaro están de acuerdo con la frase “la política y los valores religiosos deben caminar siempre juntos para que Brasil pueda prosperar”. A su vez, el 71% de los votantes del expresidente están de acuerdo con que “es más importante para un candidato defender los valores familiares que tener buenas propuestas para la economía”. Bolsonaro tenía por parte de los evangélicos de salarios bajos un 61% de intención de voto frente al 34% de Lula.

Los programas religiosos ocupan un 21% de la televisión abierta y se abre una nueva Iglesia evangélica en Brasil casi cada hora. Afín al gobierno de Bolsonaro por la cercanía de su máximo obispo, Edir Macedo, la Iglesia Universal del Reino de Dios había lanzado una campaña que decía: “No se puede ser cristiano y votar a la izquierda”.

La campaña electoral del bolsonarismo en Brasil presentó varias similitudes con el modo de operar de la extrema derecha de Estados Unidos. Fue reiterada entre sus adherentes esta idea: “Si él no gana, voy a la guerra”.

Michelle Bolsonaro, la entonces primera dama, cumplió un papel importante en la elección de 2022, al infundir una estética y mensajes religiosos que refuerzan el estereotipo de mujer al lado del “hombre fuerte” y una defensa del “Brasil conservador”. (...)

La cruzada religiosa 

en la extrema derecha israelí

Como una constante que se ha acentuado en Israel de forma posterior a su triunfo en la guerra de 1967 –aquella guerra que según Idith Zertal transformó “lo que debería ser un refugio, un hogar y una patria en un templo y un eterno altar”–, este país se encuentra reforzando su  poder en Medio Oriente a partir de la militarización de las relaciones internacionales.

El partido de centroizquierda Meretz convenció al primer ministro Isaac Rabin de establecer un proceso de paz con los palestinos. Rabin fue un héroe nacional en 1948 y dirigente de 1967. Su aura de héroe le daba influencia a su propuesta de paz. En 1995 se produjo el asesinato de Rabin y en 1996 ganó Netanyahu. Los aliados de Netanyahu hacían carteles con Rabin vestido como nazi y lo señalaban como un “traidor”. Son los mismos que hoy están en el gobierno.

Benjamin Netanyahu llegó a su segundo mandato como primer ministro en 2009, en un contexto de un país estancado económicamente. Logró asociar a Israel a la marca tecnológica y promover el desarrollo económico.

Su liderazgo se conforma en torno a la división entre “nosotros” y “ellos”. Sus gobiernos se han constituido en una meca de las extremas derechas en el mundo, por el ataque que representa a los valores de la Ilustración, especialmente en su alianza con el grupo de Visegrado. El entendimiento entre Israel y los países de Visegrado (Polonia, Hungría, Eslovaquia y República Checa) se produce porque ambos rechazan los ideales de la Ilustración y los derechos humanos. (…)

Desde hace años, Netanyahu obtiene apoyo electoral incentivando el miedo y la división social. Estudios han mostrado que la percepción de la amenaza y los ataques terroristas sobre una comunidad orientan su voto hacia la derecha. A su vez, se ha visto que cuando la gente es atacada por “lo que es”, esto los repliega sobre su identidad y se cierra la comunidad; solo se tolera a aquellos que son como ellos.  Netanyahu tiene una base fuerte que lo apoya al señalar con respecto a los palestinos que “hay que destruirlos” y “Hamas es Hezbollah, Hezbollah es Irán, Irán es mi enemigo”. 

La guerra permanente brinda posibilidades para la estigmatización del otro, y esa es la base sobre la que se asienta el poder de la extrema derecha. Como ha demostrado Idith Zertal, revivir la amenaza del Holocausto y el aniquilamiento ha sido una constante en las formas de manipulación de la política israelí instrumentada desde las elites político-militares.

A pesar de que Netanyahu cuenta con acusaciones de corrupción, la idea de “excepcionalidad” que ha creado en Israel respecto de la guerra permanente le permite sostenerse en el gobierno. En 2019, Netanyahu se presentó ante los votantes como un sinónimo del Estado israelí, señalando las acusaciones de corrupción como conspiraciones de la izquierda. Usó así la misma retórica de Trump, presentando a todos sus opositores como de izquierda, incluyendo a Benny Gantz, un militar cuya campaña se basaba en un video en el que se enorgullecía de la cantidad de “terroristas” asesinados en Gaza. (…)

Las “fuerzas del cielo” 

y el judaísmo mesiánico de Milei

Esta visión antiizquierdista del judaísmo alineada con Netanyahu ha sido asumida por Javier Milei y La Libertad Avanza. En el documental de Santiago Oría La revolución liberal, que defiende el legado de Milei, así como en la campaña, utilizaban esta frase bíblica: “La victoria en combate no depende del número de soldados, sino de la fuerza que viene del Cielo” (Macabeos 3: 19). Esta idea de las “fuerzas del cielo” fue transformada en gorras que utilizaban los principales referentes políticos de este espacio como Carolina Píparo, Karina Milei y Emilio Ocampo.

Milei había señalado, al igual que Bolsonaro, que habría de trasladar la embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén. También ha sido orientado por un rabino de la comunidad judía ortodoxa, Axel Wahnish, nombrado como su embajador en Israel. En su prédica, aparece la cuestión del faraón y Moisés como parte de sus alocuciones.

Moisés pudo haber ocultado que quería liberar al pueblo judío; sigue teniendo esa vida maravillosa y asume como faraón; ahí, sí libera al pueblo judío. Como faraón, ¿quién le iba a negar liberar al pueblo judío? Sin embargo, él no eligió eso: se fue con el pueblo, se convirtió en un esclavo más; lo capturaron y lo pusieron ante el faraón. Repitió que era judío y exigió que liberaran al pueblo judío.

El aspecto mesiánico quedó claro al relatarse su encuentro con el rabino Wahnish: “Hablaron un largo rato y luego devino en un encuentro cabalístico en el que se señaló que Javier encabezaría un movimiento liberador en la Argentina. Milei salió de esa reunión emocionado”.

Quizás en ningún otro líder de extrema derecha como en Milei las ideas neoliberales se vinculan tanto con las ideas religiosas como forma de legitimación. Este adscribe a las ideas del economista español Jesús Huerta del Soto, quien sostiene que “el Estado es la encarnación del Maligno, del demonio, la correa de transmisión del mal”.

A su vez, la vicepresidenta Victoria Villarruel estuvo rodeada de personajes del Opus Dei como Mariano Gerván, Santiago Santurio y Guillermo Montenegro.

Un capítulo especial merece mencionar al empresario Eduardo Elsztain, dueño del Hotel Libertador, donde Milei se ha alojado, y presidente de IRSA, que al parecer ha influido en sus percepciones del judaísmo y su introducción en la rama jasídica de Jabad Lubavitch. El extremismo de derecha cuenta con el apoyo del establishment.

Al ganar, Milei visitó la tumba del rabino Lubavitch en Nueva York, que expresa una visión decimonónica del judaísmo. En otro viaje, en una sinagoga vinculada a esta rama del judaísmo en Miami, fue nombrado como “Embajador Internacional de la Luz” por su “defensa de Israel”. Esto ha despertado resquemores en sectores más conservadores vinculados a Vox, quienes han señalado: “Su aparente conversión al judaísmo no sabemos a qué responde […] La Nueva Derecha es en resumen el retorno de Dios a la cultura, y nos basamos en un criterio de valores cristianos. No estamos de acuerdo con un liberalismo sin contrapesos, desbocado, ni nos hincamos ante la escuela de Austria”.

El ideólogo católico mexicano Raúl Tortolero, vinculado a Vox, ha manifestado que con el padre Javier Olivera Ravasi han criticado a Milei, al considerarse ambos como “cristeros”.

Sin embargo, lo que ha mostrado Milei es la capacidad de ejecutar esta hibridación religiosa como forma de legitimación de su gobierno.

Esta convocatoria conservadora reúne a exponentes del judaísmo conservador, del Opus Dei, así como grupos evangélicos con los cuales ha intermediado la ayuda social desde el Estado.

 

☛ Título: La cuarta ola

☛ Autor: Ariel Goldstein

☛ Editorial: Marea
 

Datos del autor 

Ariel Goldstein es doctor en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e investigador adjunto del Conicet en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe. 

Ha sido profesor del posgrado en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y actualmente es profesor adjunto de la cátedra Política Latinoamericana de la carrera de Ciencia Política.

Participa en proyectos Ubacyt como investigador formado, y del proyecto internacional del CNPQ de Brasil: “Imprensa e circulação de ideias: o papel dos periódicos nos séculos XIX e XX”.