Ambiente

Huertas de esperanzas

. Foto: Cedoc Perfil

Cuando trabajamos en la huerta volvemos a la Tierra, recordamos que somos la tierra, que no estamos separados de ella.

“Humano” deriva de humus: la tierra. Es en la huerta donde recuperamos nuestra humanidad y nuestra conexión con la Tierra. Recordamos que somos seres de la Tierra con el resto de la biodiversidad.

Gandhi dijo: “Olvidar cómo trabajar la Tierra es olvidar nuestra humanidad”.

En la horticultura nos unimos a la Tierra. Nos unimos a través de nuestros corazones, nuestras manos, nuestras cabezas. Las divisiones entre nosotros desaparecen. La separación ilusoria entre nosotros y la Tierra, entre nosotros y el resto de la humanidad, se disuelve.

En la huerta cultivamos biodiversidad, cultivamos nuestra familia de la Tierra, cultivamos vida, cultivamos libertad, cultivamos cuidado.

Cada huerta es un santuario para la biodiversidad del suelo, para los polinizadores, para la diversidad de las plantas...

En las pequeñas huertas crece el futuro de la humanidad.

El sistema dominante de producción de alimentos conduce a la catástrofe climática y a la extinción. Cuando creamos huertas cultivamos soluciones para la crisis climática y la crisis de la biodiversidad.

La agricultura y los sistemas alimentarios basados en combustibles fósiles están destruyendo el clima, la biodiversidad y nuestra salud.

Más del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero proviene de la producción, el procesamiento y la distribución de alimentos basados en energías fósiles.

Los monocultivos promovidos para obtener combustibles fósiles están provocando la pérdida de biodiversidad y de la diversidad genética, así como la extinción de especies.

Los agroquímicos fósiles en los que se basan los sistemas agroalimentarios industriales están provocando la extinción de plantas, insectos y aves.

Según las ponencias presentadas en la Conferencia Técnica Internacional de la FAO sobre los Recursos Fitogenéticos, celebrada en Leipzig en 1996, para entonces ya se había perdido el 75% de la biodiversidad vegetal en la agricultura debido a los monocultivos industriales.

Un reciente estudio alemán demuestra que ha desaparecido el 75% de los insectos.

El prestigioso informe de BirdLife International, Estado de Conservación de las Aves del Mundo 2022, calcula que en Canadá y Estados Unidos existen hoy casi tres mil millones menos de aves silvestres que hace unas décadas. Los investigadores descubrieron que el aumento del tamaño de las explotaciones agrícolas provocó un descenso del 15% en la diversidad aviar.

Como señala el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) en un informe de 2019 sobre el cambio climático y la Tierra, los fertilizantes fósiles generan un tipo de gas de efecto invernadero que resulta 2.300 veces más perjudicial para el clima que el dióxido de carbono.

La agricultura orgánica regenerativa, libre de combustibles fósiles y basada en la biodiversidad maximiza la fotosíntesis, la tecnología que emplea la naturaleza para capturar carbono y que a la vez produce alimentos y oxígeno. Es la misma tecnología natural que regula el clima y que ha estado enfriando el planeta durante más de cuatro mil millones de años.

La agricultura ecológica basada en la biodiversidad intensifica la fotosíntesis y es una solución a la vez climática y alimentaria.

Mediante su autoorganización y autorregulación, la Tierra viviente y su biodiversidad transformaron una atmósfera que era rica en carbono de 4 mil ppm a 250 ppm, del 98% de dióxido de carbono al 0,03%. La Tierra redujo así su temperatura de 290 grados, donde no podía haber vida, a 13 grados con biodiversidad.

Trabajar de acuerdo con las leyes de la naturaleza, intensificar la biodiversidad y regenerar el suelo a través de la agricultura ecológica –sin agroquímicos fósiles– puede cerrar la brecha de las emisiones y contribuir a emisiones negativas, extrayendo dióxido de carbono del aire y almacenándolo en las plantas y el suelo, produciendo alimentos abundantes y abordando al mismo tiempo el problema climático. (…)

Los suelos orgánicos son ricos en hongos micorrícicos que aportan nutrientes a las plantas, mientras que éstas les proporcionan carbohidratos como alimento. La relación simbiótica entre plantas y hongos es la base de nuestro sistema alimentario. Asimismo, esta relación guarda el secreto de cómo el suelo es la respuesta a los problemas creados por el petróleo.

Los sistemas de cultivo libres de productos químicos y ricos en microorganismos y hongos micorrícicos también aumentan la nutrición del suelo, los nutrientes disponibles para las plantas y los nutrientes presentes en nuestros alimentos.

Es en la huerta donde empezamos a abordar la crisis planetaria. Somos parte de una Tierra viva, interconectada. Nuestras acciones locales producen impactos más allá del ámbito local. Podemos regenerar el oikos, nuestro hogar común, la tierra viva, cultivando huertas de esperanza, huertas de vida, huertas de libertad.

*Escribió el Prólogo en El libro de la huerta, Guillermo Schnitman (comp.) La Marca Editora. (Fragmento).