Inicios históricos

Actores de la política argentina

. Foto: Cedoc Perfil

La renovación de la historia política en América Latina y en Argentina ha propuesto nuevas visiones sobre los rasgos de las dirigencias decimonónicas que participaron en la formación de los regímenes representativos liberales que acompañaron la estructuración de los Estados nacionales. La nueva base ideológica y las condiciones políticas obligaron a replantear las formas en que los grupos sociales ubicados en la cúspide buscaron preservar sus atributos de diferenciación y rediseñar su protagonismo en el nuevo orden. La reconfiguración de los espacios de poder, fragmentados por el proceso revolucionario, dio lugar a nuevos equilibrios en la participación de las dirigencias regionales. En estudios sobre Brasil, México y Argentina se ha destacado el papel de los elencos políticos que convergieron en el proceso de unificación nacional, tanto en las antiguas capitales coloniales como en los ámbitos provinciales, expresando los canales de integración al sistema político federal. Se marca así el interés por analizar la fisonomía de las variadas elites de todo el territorio, protagonistas en la edificación simultánea y controvertida de un sistema político local y nacional.

Los textos que aquí proponemos abordan este desafío: caracterizar a los principales actores de la política argentina en la etapa fundacional de su Estado. La historia política argentina del siglo XIX ha sido marcada por una serie de rupturas; en la etapa aquí abordada, se destacan la caída del gobernador de Buenos Aires y líder de la Confederación Argentina, Juan Manuel de Rosas, a comienzos de 1852, y la subsiguiente organización de la nación sin la participación de esa provincia hasta 1860. Más allá de las alternativas bélicas que alteraron equilibrios entre las provincias, los rasgos institucionales básicos se mantendrían desde ese último año hasta 1912, cuando una reforma electoral plasmó la resolución de una crisis del sistema político que, en cierta medida, se arrastraba ya por décadas.

Sin embargo, el triunfo porteño en 1861 y su derrota en 1880 tuvieron un profundo impacto. Es habitual diferenciar la etapa fundacional republicana, que abarcaría las tres primeras presidencias que gobernaron con la plena participación de las catorce provincias entonces existentes, entre 1862 y 1880, del régimen político hegemonizado por una configuración multiprovincial, habitualmente llamada Partido Autonomista Nacional (PAN, más allá de que adoptara otras denominaciones). Nuestro estudio se centra entre la unificación constitucional en 1860 y la gran crisis política de 1890. Esa cronología es en parte impuesta por consideraciones prácticas de posibilidades materiales de investigación; ella nos permite, sin embargo, evaluar los cambios y continuidades a través de los procesos mencionados en las dimensiones empíricas que abordamos.

Es frecuente referirse a la etapa de predominio del PAN (y en ocasiones a todo el período que se inicia en 1860/62) como “oligárquica”. Esta caracterización puede hacer referencia tanto a la vocación de control político por un sector elitista y excluyente (y en ese sentido los contemporáneos oponían las “oligarquías” al “pueblo republicano”) como al origen social de una dirigencia que centraría su legitimidad en una posición pretendidamente aristocrática o simplemente plutocrática. La propuesta historiográfica que dio lugar a los trabajos aquí reunidos ha interrogado aquella cronología y esta caracterización de diversas maneras. ¿Quiénes constituyeron en efecto las dirigencias políticas que actuaron en la organización nacional? ¿Cómo definirlos desde un punto de vista social, económico, cultural, profesional? ¿Qué lugar ocupaba la actividad política en sus vidas? ¿Su poder se desprendía de su posición social, o era específico de esta actividad? ¿Se trató realmente de minorías excluyentes, y si lo fueron, en qué sentido? Vale decir, minorías económicas, sociales, culturales, o propiamente políticas. ¿Las interrelaciones sociales y los ámbitos de sociabilidad incidían en las tramas partidarias? ¿Se integraban en configuraciones políticas estables? ¿Cómo se desarrollaban las carreras políticas? ¿Existieron perfiles diferenciados para diferentes cargos públicos? ¿Y ámbitos diferenciados de la actividad política en sentido estricto? ¿Hubo relación entre liderazgo intelectual, social, económico, y liderazgo en la función pública? ¿Cuáles fueron las continuidades y cambios en todos estos aspectos? ¿Cuáles sus variaciones regionales? (…)

La tibia apertura social que se observa en algunos espacios, la generalizada pérdida de protagonismo político de los sectores militares, en especial después de la guerra de la Triple Alianza, el fuerte liderazgo de los sectores letrados en la conformación de los elencos gubernamentales en todos lados, y de los ilustrados en algunos, la desleída relación entre riqueza, actividad política y función gubernamental, la fragmentación de las jerarquías políticas encontrada en casi todos los espacios, la intensa circulación entre configuraciones políticas (incluyendo aquellas que, según tradiciones historiográficas, definían identidades fuertes) no solo describen los rasgos y conductas de un segmento social dedicado al ejercicio del poder: nos dicen mucho sobre la sociedad en la que actuaban.

*/**/***Editores de La dirigencia política argentina, editorial Edhasa.