Informa Juan José Lujambio desde estudios centrales
Prometí que por unas semanas no iba a hablar de Boc… shhh, no digas más. Soy un periodista honesto y cumpliré mi promesa. Veremos cómo sigue todo el martes, es decir, si habrá dos martes más, o chau ya de entrada. La pelotita a veces es caprichosa. Si entraba la de Rensenbrink en el 78, Menotti no hubiera sido el técnico campeón del mundo de la dictadura. Si la de Kolo Muani iba al ángulo, no hubiera habido el festejo más grande de la historia. Pero el capricho de la redonda no logra tapar las fallas (o aciertos) profundos de un proceso futbolístico (en este caso las fallas, por supuesto). Pero, como decía, dejo por hoy, y volveré sobre el tema en otro momento.
En este momento estamos bajo una avalancha de fútbol. Hay partidos prácticamente todos los días. Son tantos, que muchas veces no llego a verlos todos, y como a veces estoy en la calle o en el trabajo (en otro trabajo además del que me permite escribir estas notas), los escucho por radio. Escucho mucho fútbol por radio. Siempre me gustó el fútbol por radio, me gusta la propia idea de “transmisión”: un relator, un comentarista, dos campos de juego, conexiones con otras canchas si hay partidos a la misma hora y, sobre todo, un “estudio central”. Tal vez va siendo tiempo de hacer el elogio del periodista de “estudio central”, verdadera rueda de auxilio de cualquier transmisión. Inmenso reservorio de datos, cifras, ritmo, información sobre el resultado de cualquier partido que se esté jugando en cualquier categoría en cualquier lugar del mundo, estadísticas, todo a alta velocidad y alta precisión.
El “estudio central” permite que el relator descanse y que el comentarista piense y, en especial, permite que el oyente tenga la sensación de estar en vilo, de que todo lo que ocurre en ese mundo del dato (lo imaginamos rodeado de notebooks, de pantallas de televisión, de celulares de última generación) vale la pena ser contado con un entusiasmo que amerite interrumpir la transmisión. Juegan Vélez, Independiente, Rosario Central o cualquier otro equipo importante de la Primera División, y de pronto llega el grito: “Gol de Midland”, o “penal para el Inter contra Monza”, o cualquier otra información que el “estudio central” juzgue de relevancia. Y, sobre todo, el momento de mayor lucimiento: antes, o en el entretiempo del partido, cuando su intervención dura minutos, dando, sin parar, todas las informaciones posibles sobre todos los partidos de fútbol del mundo. El resultado es el fetiche del “estudio central”. Juan José Lujambio, muerto hace casi veinte años, fue seguramente el más grande de todos. O, si no, sí fue el primero en hacerme disfrutar de su trabajo, de su tono informativo.
En la actualidad, mi favorito es Fernando García, de radio La Red, cuyo rol también reside en ayudar al relator cuando una jugada dudosa se repite en televisión, y el relator no cuenta con una pantalla en el estadio. García es de una eficiencia impresionante. Mucho mayor a la de Boc… a, cierto, silenzio stampa, por ahora.
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