a pesar de todo

Un escritor valiente: en 2022, Hanif Kureishi quedó tetraplégico, pero sigue publicando

Luego de un accidente doméstico sufrido en Roma, el escritor británico-paquistaní siguió escribiendo online una especie de diario de su padecimiento. Ahora, con la ayuda de uno de sus hijos y de su esposa italiana, saca a la luz un libro autobiográfico, del que se espera prontamente su edición en español. Su actitud y su entereza para afrontar las adversidades llevan a plantear una serie de preguntas: ¿existe aquello llamado “terror a la página en blanco”? ¿No son todas vagas excusas detrás de las cuales los supuestos escritores se resguardan para evitar confirmar que en realidad no lo son?

Kureishi. Arriba: el escritor junto a su hijo Carlo, quien desde su accidente lo asiste diariamente y con cuya ayuda pudo escribir su último libro, Shattered, que saldrá en Gran Bretaña el jueves. Foto: cedoc

El próximo jueves 31 de octubre se lanza en Gran Bretaña del libro Shattered: A Memoir (Destrozado: una biografía) de Hanif Kureishi (Londres, 1954), publicado por Hamish Hamilton, y el Telegraph Magazine publicó una extensa entrevista realizada por Mick Brown. Se supone que la edición en nuestra lengua la realice Editorial Anagrama –no ha comunicado nada al respecto–, que ha publicado casi toda la obra del autor, en novelas tituladas: El buda de los suburbios (1992), El álbum negro (1996), Intimidad (1999), El regalo de Gabriel (2002), El cuerpo (2004), Algo que contarte (2009), La última palabra (en 2014) y Nada de nada (2018).

Kureishi no solo es novelista, también escribió obras de teatro, guiones cinematográficos y de series, incluso incursionó en la dirección de cine con Londres me mata (London Kills Me, 1991). Pero el tema de Shattered no es su amplia trayectoria, tampoco su éxito, sino la supervivencia a un padecimiento físico que lo mantiene completamente inmóvil desde el cuello hacia el resto del cuerpo.

Viviendo en Roma, en diciembre de 2022, Hanif Kureishi sufrió un episodio cardíaco mientras miraba fútbol por televisión. A esto siguió un desvanecimiento y cayó al piso de tal manera que sufrió una lesión de la médula espinal en las vértebras cervicales. De allí en más, pasó por el sistema de salud italiano y el británico hasta que, en tratamiento ambulatorio, vive en una casa de Londres con su esposa italiana.

En el reportaje, el autor reconoce que ya desde el momento en que comenzó a ser tratado, sintió la necesidad de escribir, y agrega: “Era realmente un vegetal. Apenas podía mover una maldita cosa. Pero podía hablar, estaba cognitivamente consciente. Eso me pareció muy deprimente. Pensé: ¿quién soy yo, qué soy ahora? Realmente quería escribir y volver a convertirme en esa persona, es más que un simple cuerpo en el complejo médico-industrial, un simple cuerpo para las enfermeras, los médicos y las máquinas”.

“Podría decirse que el trauma crea oportunidades. Nunca habría visto a Carlo (uno de sus tres hijos) todos los días, aunque solo vive a la vuelta de la esquina. Tuve que encontrar una nueva forma de escribir, así que me dio la oportunidad de escribir este libro. Y luego escribiré otro libro. Y luego escribiré una película del libro. Así que los dos tenemos un nuevo vínculo, lo cual es genial”.

Pero el proceso íntimo para llegar al libro tuvo una herramienta pública como instrumento, un blog, en la plataforma Substack, titulado The Kureishi Chronicles, donde comenzó a publicar los textos de la experiencia clínica que provienen de su dictado oral a su esposa, en un principio, y luego a su hijo. Esto se extendió a ensayos, reflexiones sobre arte y opiniones, que derivan en una especie de boletín cultural personal.

De hecho, en una de estas notas del mes pasado describe su experiencia con los motores de inteligencia artificial, a raíz de unas preguntas que debía contestar a un periodista utilizando un algoritmo generativo que no ofreció un buen resultado inicial: “Nunca antes había utilizado la IA y no podía entender cómo podía superar la imaginación humana. Pero mis hijos Sachin y Carlo se han interesado por ella desde el principio. Ambos la utilizan en sus guiones y en el periodismo. Mucha gente juega con estos sistemas, pero la mayoría no ha perseverado lo suficiente como para obtener un resultado que valga la pena”.

Finalmente, logró las respuestas en su nombre y explica cómo: “La segunda respuesta que dio la IA, para mi sorpresa, fue completa y satisfactoria. No había nada que quisiera añadir. Ella había estudiado mi obra en línea, incluidos todos los blogs de Substack y otros escritos, y dio una respuesta coherente y sin clichés, que le transmití al periodista (…) Puedes diseñar un motor de IA para que sepa todo sobre tu estilo y tu trabajo, reconociendo tu voz y sabiendo exactamente cómo haces las cosas. Es eficaz para ayudar con los aspectos más mundanos de la profesión de escritor: contratos estándar, correos electrónicos o el primer borrador de cosas, usando y ordenando tus ideas dispersas”.

Es más, concluye que su utilidad es muy grande en el campo de la escritura, porque “la pregunta importante no es si las máquinas son humanas, sino si los humanos son como máquinas. Lo que desconcertó a la gente cuando se toparon con estos sistemas de IA fue lo humanos que parecían. Pasan de una idea a otra con libertad y, en conversaciones largas, recuerdan cosas y son capaces de hacer digresiones manteniendo la objetividad sobre el tema. Para los escritores principiantes o aquellos discapacitados o aislados (sin acceso a cursos de escritura creativa o lectores inteligentes), la IA puede ser el primer recurso a la hora de que se critique y desarrolle su trabajo”.

Sin dudas, la visión positiva tanto como la voluntad por continuar escribiendo, hacen de Kureishi un ser humano admirable. Y cómo, también, su mente acepta la condición en que se encuentra y busca sobrellevarla publicando, haciendo uso de todo tipo de elementos, incluso tecnológicos. Parece decir: ¿tienen miedo a la página en blanco? ¿Terror a la falta de reconocimiento? ¿Ustedes son realmente escritores?

Pero hay quienes no pueden sobrellevar el padecimiento por su estricta gravedad y efectos. Este miércoles pasado, Antonio Cícero, escritor, filósofo y compositor brasileño, falleció a los 79 años. Lo hizo bajo la forma de suicidio asistido en Suiza, sufría complicaciones neurológicas crecientes a raíz del Mal de Alzheimer. Dejó una carta de despedida cuyo final es: “Espero haber vivido con dignidad y espero morir con dignidad.”