FIPR 2024

Rosario: poesía capital

Rosario fue sede del Festival Internacional de Poesía 2024, el más convocante y longevo que se realiza en el país, encuentro de intercambio en torno a la poesía en toda su diversidad.

Martín Prieto y Diana Bellessi, invitados estelares de la edición 2024 del festival que fue organizado de manera conjunta por el Ministerio de Cultura de la Provincia de Santa Fe, la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario y el Centro Cultural Parque de España. Foto: Gentileza FIPR

En el túnel cuatro del Centro Cultural Parque de España se anuncia el último receso, el último día maratónico del Festival Internacional de Poesía Rosario 2024. De los encuentros de letras más longevos y nutritivos del país, y de la región, el presentador revisa los poetas lectores en el cierre de la edición treinta y dos. De la organización un joven, quizá docente, poeta o editor como la mayoría de los que trabajan en el festival, acerca un mensaje urgente: “¿es de alguien el Sandero estacionado frente al paseo de los vascos? El Trapito se quiere ir y necesita cobrar el lavado”. Risas generalizadas de los pocos que esperaban las lecturas despedida, la acogedora noche invitaba más a la orilla, y Roberto Jacoby, uno de los convocados de trayectoria junto a Diana Bellessi, Francisco Casas, Yanko González Cangas y Marylin Contardi, dice: “Ah, pensé que era un poema performance”. Y alguien sale disparado hacia la calle. 

Coorganizado por el Ministerio de Cultura de la Provincia de Santa Fe, la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario y el Centro Cultural Parque de España, y recientemente distinguido en los Premios Konex, convocó el FIPR a la poesía internacional y nacional en una intensa semana. En catorce sedes diseminadas a la ciudad santafesina, treinta poetas brindaron lecturas, talleres, charlas, entrevistas, feria, residencia y espectáculos de manera gratuita, a una gran diversidad de públicos, no solamente entendidos, en un gran arco que incluyó a las cárceles de Piñero y Pérez, y a las bibliotecas públicas y populares; quienes por primera vez recibieron donaciones de ediciones independientes de poesía. 

“No tengo la menor idea por qué en Rosario tanto amor por la poesía”, asevera Diana Bellessi, a cargo de la apertura oficial en Plataforma Lavardén, “pero me alegro tanto que se mantenga aunque no creo que sea por las autoridades ni por nada, sino porque todos los años aparece hermosa gente que lo organiza”, enfatiza la escritora cuyo último libro es el imprescindible Tener lo que se tiene. Poesía reunida – volumen 1 (Adriana Hidalgo, 2022).  Y agrega cigarrillo en boca, “me invité sola, je”, y que disfrutó escuchar a los pares, “siempre la poesía de los otros te alimenta. Es lo único que te alimenta en la vida: los libros y los poetas que leen”, señalando a Santiago Venturini entre sus preferencias de la jornada de jueves. 

“Más allá de que puede estar centrado en grupos desde el punto de vista de la gestión, a veces, eso es inevitable, se trató siempre de alcanzar diferentes voces de lo que se está escribiendo”, indica Venturini, autor de Una forma de llegar al futuro (Gog y Magog, 2022). Y amplía la apreciación: “acá hay por ejemplo poetas que son mucho más performáticos, o poetas que son un poco más clásicos, que leen de otro modo, más tradicional. Me parece que es algo muy positivo del festival, esa variedad, y que lo hace distinto a los demás que existen en Bahía Blanca, Buenos Aires o Mar del Plata”, concluye aún con la retina del momento que Fernando Callero, “nuestro príncipe del Litoral”, estampó un beso al chileno Raúl Zurita. Dos estéticas, dos trayectorias vitales, unidas en un ascensor, al igual que los poetas del mundo que releían en pasillos de hotel, o compartieron vidas junto a las más de mil personas que asistieron a salas y feria de editores, en el CC Fontanarrosa o en el Patio de los Cipreses del CC Parque de España. 

Un raro germen de contracultura 
“Acá se armó un poco a partir del auge de las microeditoriales, y revistas de poesía, de los noventa en adelante. El festival fue sensible a ese movimiento que convergió en Rosario”, señala el crítico y poeta Martín Prieto, autor de la siempre polémica Breve historia de la literatura argentina (2006), y de los ensayos Un enorme parasol de tela verde (Eduner, 2023). Miembro fundador de la revista Diario de Poesía, Prieto resalta esa constelación iniciática, en compañía de los aires de renovación de la poesía postdictadura, y que impulsó a la larga la “juvenilización” del festival. Así en los optimistas dos mil orillaba los cincuentas poetas de casi veinte países, “con las lecturas de transnoche que unía a los poetas de los noventa con otros que tenían una fanzine nomás, consagrados de Estados Unidos con poetas locales de un libro. Creo que esta mezcla otorga una creatividad particular, sumada a un raro germen de contracultura dentro de la agenda municipal y provincial”, redondea el titular de la Universidad Nacional de Rosario. 

En ese sentido Pablo Ricci, secretario de desarrollo culturales del ministerio de cultura de Santa Fe, sostiene que “el festival tuvo momentos, distintas instancias, y es el mérito del festival que lo hace un organismo vivo desde 1993, que no es de nadie, que ha sido de distintas generaciones que han ido renovando las curadurías, en sintonía a los que estamos en la gestión pública, y trabajamos para sostenerlo. Acá todos son protagonistas”, remata el funcionario que en los confines de los noventa viajaba kilómetros “muerto de calor en micros sin aire” para escuchar a Fabián Casas, Martín Gambarotta, Juan José Saer, Leónidas Lamborghini o Juan Gelman. Y suma que el costo del FIPR24 rondó “cerca de 30 millones de pesos en todo concepto”. 

Uno de los invitados internacionales que compartió micrófono abierto pasada la medianoche del viernes fue el narrador y poeta ecuatoriano Enrique Carrión. Realizando la Residencia Malba en Buenos Aires viajó a la ribera del Paraná a recitar sus poemas de barricadas y polvos, “es un festival que tiene su fuerza, me parece interesante que haya gente de todas las edades, en especial las juventudes: que se acerquen justamente a escuchar padres jóvenes, con niños pequeños, y adolescentes. Aunque también ví bastante gente mayor dando vueltas. Y eso lo vuelve algo plural y distinto a otros festivales donde participé en Guatemala y Colombia”, ponderaba el novelista de “Triángulo Fúser. La despechada, poética y fantasmagórica vida de Ernesto antes del Che” (Seix Barral. 2023). 

Lectura, formación y feria
Tres fueron los ejes en la edición 2024 afirma el curador Bernardo Orge. Las lecturas “con distintos grados de poeticidad”; las propuestas formativas,  “que han ido creciendo con los años en el festival -iniciadas en 2017- y nos parecen súper importantes”, remarca; y la feria de editores, que en la oportunidad reunió a 43 proyectos editoriales de 15 ciudades argentinas, desde las locales como Iván Rosado y Editorial Municipal de Rosario a los porteños de Blatt & Ríos y los marplatenses Cepes Ediciones

Julia Enriquez, que asistió a un taller con Daniel Durand en 2009, y ahora fue docente de la Residencia FIPR24 en compañía de Martín Prieto, Daniel García Helder, Florencia Giusti, Francisco Garamona, Nadia Sandrone, Paula Peyseré y Santiago Hernández Aparicio, señala que “llegaron aplicaciones de casi cien jóvenes entre 18 y 25 años de todo el país. Fueron seleccionados nueve para participar en una formación intensiva con talleres, clínica y charlas. Fue importante además tener a dos ex curadores de Festival, Martín Prieto en una charla, y Daniel García Helder, que además eran como veinte años que no daba clínica, y fue formador de la generación de los 90”, remata la poeta rosarina y editora de Danke. Uno de los participantes, el joven bonaerense Nahum All, que lleva un año escribiendo poesía y que viene del “palo musical”, remarcó que la residencia, que incluía una convivencia semanal en el histórico Lavardén, “me cambió la vida. Me cambió la vida. Me llevo amigos, y muchos escritores y escritoras para leer, para conocer, y muchos apuntes, con muchas ideas", cerraba a la salida de una las citas con García Helder, en la bella biblioteca Juan Álvarez. El poeta del influyente “El guadal” (1994) hablaba a los jóvenes del concepto técnico del Dante del ligamen, o del oxidado combate entre los blandos y los duros en los dos mil, ambos escuchados de los labios de García Helder en una sala de poetas en pervigilio. 

Zona de promesas
“La problemática de las lenguas para nosotros es un tema importante”, afirmó una de las programadoras del FIPR24, Irina Garbatzky, y destacó las dos mesas “donde estuvimos pensando las lenguas en contacto, las lenguas minoritarias y las lenguas mayores, las lenguas originarias y las lenguas españolas. Y la diversidad y las disidencias fue otro de nuestros focos en la elección de actividades y poetas”, subraya. Las revelaciones de V.V. Fisher y Franco Rivero, voces centrífugas con ardor y sabor a barro, apuntan en esta búsqueda curatorial, reforzada por la mesa en la Casa LGBTI Juan Carlos Espina, que contó con la presentación de la editora DeParado de Fran Visconti y Mariano Blatt. Matías De Volder, director de diversidad sexual de Rosario, indica que la intención de invitar a los editores de Buenos Aires era “ver cómo es posible darle un perfil profesional a los escritores de la comunidad, que asisten a nuestro taller de poesía, y las maneras de que puedan monetizar su trabajo literario”, destaca. 

“La novedad es la escena en la poesía argentina, no surgen tendencias ni nombres fuertes, ni estéticas ni revistas aglutinantes, y esto lo vimos claro en el festival”, reflexiona el profesor Martín Prieto y concuerdan los poetas Santiago Venturini y Julia Enriquez, quienes hablan de una “zona, que tal vez no conozcan los poetas nuevos, pero que cruza muchos istmos, a pesar de un denominador común, a primera vista, neolírico”. Charlan en los últimos instantes del sábado, mientras en el fondo volvía contento el dueño del Sendero, con al auto limpio. Sin embargo, Enriquez encuentra un diferencial en los poetas de esta horneada, “nosotros éramos más apichonados. Estábamos más tímidos, ahora hay una impronta de ir al frente, quizás ya más atravesados por muchos discursos, las tecnologías, por esta inmediatez de la expresión”, bosqueja.

Desplomado en el lobby del hotel cuatro estrellas céntrico, con niñas de un concurso expresión corporal correteando en las alfombras, y poetas con los bolsas descartables llenas de papeles y promesas de que no se corte, la yegua del apocalipsis Francisco Casas dispara, “lo pasé muy lindo con este enjambre de poetas, poetes y todas las palabras que puedan. Y que solo quieren que los escuchen. Que no les importa la escritura como escritura, que no tienen ninguna reflexión sobre eso, sino solamente que los escuchen. Es más, me parece curioso, por ejemplo, que no haya una mesa de debate académico sobre poesía contemporánea latinoamericana, que no tengan un lugar más serio para romperles el carnavalito poético a todos estos chicos. Su cadencia es como un “no te vayas, no te vayas, no, no”. A mí, la única escritura que me importa ahora son los estudiantes en Plaza de Mayo pidiendo que no cierren la Universidad. Sí, tengo una voz disonante, ¿viste que si no está todo bien?”, sonríe plegando el vestido negro, el socio creativo de Pedro Lemebel, el escritor y artista visual con obra en el MoMA de New York, y que eligió el barrio de Montserrat, Buenos Aires, de residencia “temporaria y creativa”. Afuera los poetas chatean antes del último after en el Bon Scott Bar, enchufados a la corriente alterna. 

“La poesía se alza desde cuando se alza el ser humano en dos patas. Y va a ser necesaria hasta que él desaparezca”, se escuchan las palabras lejanas de Diana Bellessi, en la penumbra de neón rosarina. Y hace recordar que la poesía es un envión en el tiempo, no un instante. 

 

*Desde Rosario