El oficio de escribir

Qué convierte a un autor en escritor: una novela que indaga sobre la escritura, el exilio y el amor

"Ni es cielo ni es azul", del escritor argentino radicado en Francia Fernando Blasco Martínez indaga sobre la fantasía siempre presente de regresar al país. Su ficción se cuenta desde dos puntos de vista: quienes se quedan y quienes se van.

Fernando Blasco Martínez Foto: Gtlza. Editorial Equidistancias.

¿Quién no ha tenido la fantasía de irse a otro país y quién, desde el exilio, no sueña con regresar a su patria?Extraña la gente nuestra, que te habla sin despreciar, extraña el aire del puerto cuando anuncia el temporal. Y sin embargo recuerda las cosas por la mitad, se olvida las que pasaba antes de irse para allá”, reza la canción “Los olímpicos” de Jaime Roos. Algo así se vive en Ni es cielo ni es azul, la novela de Fernando Blasco Martínez editada por Equidistancias.

Blasco Martínez elige como protagonista a Nicolás, que se siente realizado al escribir dos novelas, algo que para él sería la cantidad necesaria para convertirse en escritor. Pero esa alegría dura poco cuando observa su vida en Francia. Siente que su trabajo fracasó porque su libro no se vende y detesta el trabajo que le otorga su sustento. Por una sucesión de infortunios compra un pasaje a Argentina donde se encuentra la otra protagonista de la historia que también se cuestiona sobre la quietud de su vida.

En el medio, una historia que amenaza con convertirse en un policial, en la que el amor o las ganas de enamorarse transforma a los personajes y, en el centro, el oficio de escribir.

Era irreversible, el corazón le ocupaba todo el pecho y se sentía capaz de todo lo humano. No había vuelta atrás. Se había enamorado de esa chica demasiado joven, demasiado distante, demasiado argentina. No tenía ninguna duda de que eso le traería problemas, faltaba saber qué dimensión tendrían”, señala un fragmento de la novela.

Fernando Blasco Martínez nació en Buenos Aires en 1966. Residió en Barcelona de 1991 a 2013, actualmente vive en París. Es periodista y locutor formado en el ISER. Dirigió y presentó el programa "El tren" en Ràdio Ciutat de Badalona, entre los años 1994 y 2011; y el programa "Late un corazón", 2012. Publicó las novelas Los suicidas van al cielo (2003) y Padre Santiago (2005) Piso 12, Buenos Aires; Al sur del cielo (2006); Las demás estrellas (2013), Y hace mucho más que te olvidas de mí (2014) y Los pasos de la plaza Roma (2022) Polisemia, Barcelona; y estrenó las obras Habitat, Buenos Aires, 2009 y Carrer dels Enamorats (en catalán), Barcelona, 2012. Ha recibido los premios Premi de Poesia Laureà Mela - Mención; 6o premio de poesía “José María Valverde”; VII Festival de poesía de Girona Singulars d’un plural y V Certamen Internacional Contextos de Relato Breve.

Fernando Blasco Martínez: "Uno es escritor cuando mira el mundo con curiosidad"

Como el protagonista de su novela tiene un postulado sobre qué es ser escritor, quisiera saber la suya como autor.
—Creo que la entidad de un escritor se va configurando de a poco, lo que le pasa a Nicolás, el protagonista, es que no se atreve a sentirse escritor, yo creo que con una novela ya uno es escritor aunque no vuelva a escribir nunca, Juan Rulfo escribió una novela y un libro de cuentos y es uno de los escritores base de la literatura latinoamericana. Creo que uno es escritor cuando mira el mundo con curiosidad. Después, si uno escribe una novela es una dimensión, si esa novela tiene un lector, es otra dimensión, si ese lector da una devolución al escritor es otra dimensión. En el caso de Nicolás creo que tiene más presente la necesidad de ser reconocido en otro, es decir, que otro lo llame escritor para permitirse ser más escritor y las dos novelas y los poemas que tiene son la forma de acercarse a ese otro que le va a confirmar su condición de escritor, 

¿Y  cómo se empezó a gestar esta novela?
—Comenzó con una idea de mi mujer, ella me sugirió la idea de qué pasaría si un escritor desconocido recibe la noticia de que vendió un libro en algún lugar y quiere conocer a su lector. Esa fue la idea pelada, me la tiró en un almuerzo un día y de alguna manera enganchó en mí y bueno, después vino la novela. Por otro lado, en mis textos suele aparecer la idea del regreso para sublimar de alguna manera lo que no puedo sublimar en la realidad, entonces lo localicé en París y en Villa del Totoral, Córdoba. Lugares de estilos de vida opuestos, y después se fue armando la novela.

¿Y por qué eligió poner en un principio hasta casi al final, dos bloques narrativos diferentes, dos puntos de vista? 
—Es algo habitual en mis novelas que miro dos historias que se van a entrelazar o a veces tres. Voy avanzando en dos historias que no tienen ninguna relación o que tienen una relación muy frágil y que terminan, por algún motivo, entrelazándose. Lo que yo vi después, leyendo la novela, es una interpretación de algo que no fue intencional en mí, aunque tal vez fue del subconsciente, es que Nicolás y París representarían lo masculino, el prestigio, las luces, el ruido,  el valor del dinero y Cecilia y Villa El Totoral serían el silencio, la naturaleza, la paz, los grillos y los amaneceres y que al final es como si fuera una zamba que entre ellos se buscan y se huyen y es un poco eso, es que a cada uno la trae lo otro y en realidad les atrae lo que no tienen.

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Otra cosa que aparece en esta novela son dos autores, Tomás Eloy Martínez y Dalmiro Sáenz, ¿los eligió por sus temas o porque quería traer esos autores a la memoria, de sus lectores?
—Es la segunda opción, más que nada son dos autores que a mí me encantan por motivos diferentes. Sáenz me parece libérrimo, es un autor que es libre de todas las maneras posibles y que piensa la realidad siempre desde un punto de vista diferente al de la mayoría y Tomás Eloy porque tiene una prosa que admiro muchísimo y me encantaría escribir como él.

Ya que vive en Francia le consulto si lee autores franceses.
—No he encontrado autores que me deslumbren, salvo Daniel Pennac y tengo como pendiente también Rojo y negro de Stendhal. 

¿Por qué se fue de Argentina?
—Curiosidad, quería conocer el mundo. Tengo una un abuelo que no conocí, pero que estaba presente en casa en palabras en catalán y en canciones, en citas. Había descubierto con 10 años las canciones de Serrat y me habían fascinado al punto de que quería conocer Barcelona y aparte, en el año 86, cuando le otorgaron las Olimpiadas a Barcelona que se hicieron en el 92, yo en mi cabeza joven y alocada, dije, yo voy a vivir esas olimpiadas en Barcelona y me fui con 24 años.

¿Y Francia cómo apareció?
—En Barcelona conocí a mi mujer que tenía una galería de arte en el barrio de Gràcia y yo me sumé al proyecto, pero la crisis del 2008 estaba dando los últimos coletazos y en un momento los gastos fueron mayores que los ingresos y la opción era seguir y endeudarse o cerrar. Y decidimos cerrar y fue muy difícil encontrar otros trabajos y como ella había vivido en Francia y habla francés y había vivido aquí, tenía  amigos que nos podían dar una mano para trámites o para conseguir piso y a la vez me sedujo con el prestigio de París para un escritor. Nos vinimos en el 2013 por un par de años y ya llevamos 11 años aquí. Llevamos varias aventuras superpuestas. Yo me considero un doble exiliado, porque me encantaría volver a Barcelona, para después regresar a Buenos Aires.

 

LT