crítica

Pastelito mío

Clara, en la fiesta principal pueblerina, hará la gran obra que consumirá la relación con Salvador y recolectará la vajilla de la patología social en cinco años, cinco días, cinco horas, pasados entre fantasmas, ostras y medianeras.

Foto: cedoc

Cynthia Rimsky participó con el seudónimo “Mar del Sur” y obtuvo ex aequo el 42° Premio Herralde de Novela de Anagrama junto con la escritora española Xita Rupert. Aquellos lares, de nuestras pampas pedregosas y rantifusas, transmutan en paisajes humanos y diálogos criollos de las ficticias Parera y Vallesta en esta premiada Clara y confusa de Rimsky, dos pueblos más con sus vidas aplastadas por el orden de las cosas y la corrupción en pequeñas, pero letales, dosis. Para saber que “la noche que sigue… y no es hacia la paz adonde fluye”, diría Antonio Di Benedetto, hay que venir al Sur.

La narradora chilena que redefinió la literatura de viajes latinoamericana con Poste restante (2001) y Ramal (2011), en simultáneo, y en los últimos quince años desde Los perplejos, quizá acentuada en la calma bonaerense de Azcuénaga, se aferró también a la ficción. Y si en la última Yomurí (2023) borroneaba innecesarias preguntas sobre identidad, en un tono zumbón de quien es tildada de “literatura complicada”, desde el título irónico Clara y confusa raspa más aún la superficie opaca del espejo. “Habían en esos cubiertos un mensaje destinado a mí. Otra persona hubiese buscado una manera más directa de decírmelo. Clara no. Encerrado en esa obra estaba lo que no me había dicho en cinco años; la explicación que yo andaba buscando a las restricciones”, se aviene el plomero tortuoso de la novela. Y allí se refraccionan los pedazos de un yo sobreintepretador en el engañoso acero inoxidable Pampa.

Aquí el problema de las formas de los anteriores libros migra en las incertidumbres y restricciones del amor. En vez de una estandarizada novela de amor contemporáneo, Rimsky se embarca sin brújulas en los agujeros negros de la relación entre un plomero novato y una artista que se autopercibe artista conceptual. Y ella, la Clara nada confusa, en la fiesta principal pueblerina hará la gran obra que consumirá la relación con Salvador y recolectará la vajilla de la patología social en cinco años, cinco días, cinco horas, pasados entre fantasmas, ostras y medianeras.

Porque esta novela que tiene una mezcolanza de palabras chilenas y argentinas, una posible lengua argenchilena, es también un jeroglífico social. Y los arquetipos de la cotidiana aparecen en farsa con un gremio manejado por mafiosos, donde sus afiliados “saben pero se hacen” cobijados en el bar Platón –Platón, que grande sos–, o en la curadora Renata Walas, que reafirma el Poder en ese pueblo olvidado, gozando del arte, “un perro herido que no para de llorar”. Más extras del diario de Rimsky encontramos en el intendente en el Festival de Pastelito gritando por la Tradición y la Libertad, carajo.

Temporalidad no homogénea es la coartada desestabilizadora literaria de Cynthia Rimsky. Y en constante atentado contra el sentido común, “una de las cosas que aprendí a su lado es que el trabajo de un artista no es su obra. La manera en la que viven produce la obra”, sentencia el plomero del Clara y confusa. Y sale al mundo ligero en Porsche y serrucho telescópico.

 

Clara y confusa

Autora: Cynthia Rimsky  

Género: novela

Otra obra de la autora: Poste restante; Ramal; Los perplejos; Yamurí; La vuelta al perro; El futuro es un lugar extraño; La revolución a dedo; Fui; En obra 

Editorial: Anagrama, $ 21.500