crítica

Metafísica de las olas

En algún momento habría que estudiar la influencia salina de la costa argentina en la ensayística de las plumas de nuestra generación de Juan Forn a Fabián Casas.

Foto: cedoc

En malla, el estilista del chapuzón Carlos Ríos anota un diario bordeando veriles y mares, familias y gentes. Orillas densas, alfombrada de restos orgánicos y de los otros, que arman la geografía literaria de Diario de los chapuzones, la bitácora salvavidas del nadador, en la decisiva zambullida, “atrapado como una bailarina con un vestido, que de tan largo, iba armando a su alrededor un cono de cemento”. 

Prolífico Ríos hasta mediados de la década pasada, estas entradas diarias de 2009 a 2024 en Santa Teresita –tierra natal–, Mar del Plata y Brasil forman yunta con la última novela, Falsa familia de 2022, escrita con apuntes diarios de un profesor en talleres carcelarios. Y aquí también reflexiona sobre la práctica docente y los horizontes de enseñar cómo escribir, o más bien qué, frente a unos díscolos alumnos de Las Toninas, “en el taller las palabras se retraen, hacen un rulo de agua salada que rápidamente se transforma en espuma y después nada, es barajar y dar de nuevo”. 

En algún momento habría que estudiar la influencia salina de la costa argentina en la ensayística de las plumas de nuestra generación de Juan Forn a Fabián Casas. Tal vez esa idea de todo el tiempo recomenzando venida del oleaje, o de sumergirse al abismo marrón hasta hacer nacer lo que hay en cada uno, asciende alturas de crestas insalvables. “En el mar se configura una verbalización del estado de ánimo que se guarda para sí mismo”, ya anticipa desde la primera entrada Ríos; y mucho antes de la tipología de chapuzones para el viajero interplayero. Siempre en expansión, adentro y afuera, en cada palabra del diario.

Lo imprevisible es el misterio de Carlos Ríos. Y estos diarios, cuidadosamente escritos en tercera persona –como en varias de sus obras–, con la precisión del clínico, continúan ese descubrimiento a través de los usos y abusos de la lengua, que articula en sus anteriores trabajos, y ya presentes en la novela debutante Manigua de 2009. Y aunque el mismos Ríos recusaría la pretensión de establecer trazos existenciales entre sus narrativa y los datos biográficos, sus preocupaciones indagan las posibilidades de romper las políticas y autoritarismo lingüísticos, una tangente esquiva une los lechos rocosos reveladores de estos diarios con otras rocas, como la mágica que se llevará a la niña de, no casualmente llamado así, Cuaderno de campo; aquella ráfaga de la pérdida en 2014 del autor, junto a En saco roto y Lisiana.   

A la manera de la pintura “El gran chapuzón” (1967) de David Hockney, en la cual cada partícula de agua descompone infinitos sentidos, Carlos Ríos nos adentra en la metafísica de las olas, en el encuentro de los cuerpos. Y darse el chapuzón de lo desconocido, “el mismo mar nos pierde; nos encuentra y nos pierde”, ya sabía el viejo Fogwill. También en malla, también nadador. 

 

Diario de los chapuzones

Autor: Carlos Ríos

Género: novela

Otras obras del autor: Manigua; Falsa familia; Cuaderno de campo; En saco roto; Manigua; Lisiana; Rebelión en la ópera

Editorial: Bosque Energético, $ 19.900