SANTIAGO RONCAGLIOLO en buenos aires

Los monstruos están entre nosotros

Coincidiendo con la aparición de su más reciente novela “El accidente” (Seix Barral), el monólogo de una mujer empoderada quien, empeñada en proteger a su hija, se involucra con la mafia hasta caer en una espiral de violencia y corrupción, el escritor peruano habló acerca de los caminos que el policial negro tomó en Latinoamérica y de las posibilidades que le da de entretener y hablar de los grandes temas. En esta vida que es mucho peor que una novela de realismo mágico y que se parece mucho más a un thriller.

Roncagliolo. El escritor peruano estuvo por Buenos Aires en ocasión de la primera edición de la Semana Negra. Su novela “El accidente” acaba de aparecer en las librerías argentinas. Foto: Xavier Torres-Bacchetta

Invitado a la primera edición de la Semana Negra de Buenos Aires y coincidiendo con la salida de su novela El accidente, el monólogo de una mujer empoderada quien, empeñada en proteger a su hija, se involucra con la mafia hasta caer en una espiral de violencia y corrupción, habló con PERFIL de los caminos que el policial negro tomó en Latinoamérica y de las posibilidades que le da de entretener y hablar de los grandes temas.

—¿Qué es lo que el policial negro le proporciona a tu literatura? 

—Yo no sé si en rigor escribo novela negra. Pero supongo que crecí en un país que en los años 80 era muy violento. Había bombas, había cadáveres por la calle. Y la gran literatura latinoamericana de esos tiempos no tenía nada que ver con mi vida. O sea, Cien años de soledad era maravillosa, pero en mi mundo nadie tenía cola de cerdo y salía volando. La realidad era mucho peor, se parecía mucho más al thriller. Entonces, me gustan esos elementos del thriller y a la vez hacer una historia que sea entretenida, que quiera saber qué va a pasar con los personajes. Pero me interesa eso para hablar de otras cosas, del bien y el mal, de lo delgada que es la línea entre ellos, de cómo las sociedades crean a sus propios monstruos para no ver lo que hay de monstruoso en ellas mismas. Me interesa ver cómo ciertos momentos históricos producen a sus demonios. 

—¿Para vos qué diferencia habría entre un policial como el nórdico, por nombrar a uno que sigue teniendo mucho éxito y el latinoamericano? 

—Una vez estuve en un encuentro de escritores de novela negra y estábamos con un escritor sueco en una mesa, conversando, y él decía, lo que es desconcertante es que el villano en tus novelas, es el Estado. Yo soy sueco, nosotros creemos que el Estado es bueno. Y otra diferencia clara es que en el policial europeo resuelven mucho más los casos los policías. En América Latina, todo el mundo sabe que la policía generalmente no va a resolver ningún caso, más bien es la que los causa. En nuestro mundo, la novela negra ha sido muchas veces una herramienta de denuncia del Estado, más cercana a la non fiction. En cambio, lo que te cuentan los policiales nórdicos es el lado oscuro del paraíso. 

Yo pienso que hay una diferencia importante entre el policial clásico y el negro y es que en el primero el detective es bueno y el asesino es malo. En la negra el detective no es tan bueno y el asesino a lo mejor no es tan malo tampoco. Hay una ambigüedad moral mucho mayor y nuestra historia es una gigantesca novela negra en la cual el que te va a salvar se llame Perón, Videla, Fujimori o AMLO, puede terminar convertido en un villano.

—“El accidente”, tu último libro publicado acá, ¿fue pensado en principio como un guión?  

—Originalmente no era un libro, ¿sabes? Esto fue ya hace hace seis o siete años. Yo empezaba a pensar que la tecnología, los podcasts, las series de televisión, te abrían nuevos espacios para contar historias. Y en este caso, escribí esto para una actriz mexicana que se llama Vanessa Bauche. La idea era que iba a ser escuchado, claro. Y entonces había que escribir para alguien que te iba a hablar al oído, la acción no iba a estar en un papel que miras. Entonces pensé cómo mantener la tensión y me inspiré mucho más en series de televisión. 

Luego empezamos a hablar de publicarla como libro. Yo no estaba muy seguro al principio, pero me di cuenta de que esa manera de contar se ha vuelto mucho más cercana a los lectores de lo que era hace seis años. Y el tema se ha vuelto más actual después de la pandemia.

Yo creo que hasta la pandemia todavía existía el sueño de los 90, que representa un poco Maritza, la protagonista. Ella no viene de esa clase, ha llegado a ella con su esfuerzo y eso implicaba el sueño de que puedes mejorar si lo haces con tu esfuerzo, cosa que ha entrado en crisis en los últimos años.

—Maritza tiene muchos rasgos del melodrama. Le va cada vez peor y tiene una fuerza y una decisión inquebrantables. ¿En quién te inspiraste para ese personaje? 

—Sin duda en cómo habla, en cómo piensa, me alimenté de muchas amigas mías que también crecieron con este sueño. Muchas se han hecho artistas o empresarias y han tenido que pelear el triple que un hombre. Y entonces, tienden a ser mujeres de armas tomar. Y la verdad que yo crecí en un mundo muy misógino, muy violento, en un colegio de hombres y el machismo puede obligarte a ser alguien que no eres. Y en ese sentido, crecí sintiéndome no muy diferente a una mujer que se siente oprimida por los hombres.

A mí me interesa la cultura popular y en ese sentido me interesaba jugar con este personaje que, como tú dices, tiene cosas del melodrama, pero también con un policía que no es el que suele aparecer en las historias. No es corrupto, no es tonto y está comprometido con la investigación. Y en este caso me gustaba que Maritza se embarcara en todo ese desastre, porque cree que en la policía son todos corruptos, pero también puede haber uno que no lo sea y justo ese la va a perseguir a ella. Esa es también la maldición trágica.

—Hay una figura en todo relato policial real o ficcional y es el del monstruo, una especie de núcleo catártico de la sociedad.

—Los monstruos habitan en grietas de nuestra sociedad, en el caso de Maritza, en la impunidad de los ricos. Ver a estos monstruos implica cuestionar también nuestra responsabilidad como sociedad por haberlos convertido en lo que son y eso es algo que no nos gusta. Nuestro concepto de los monstruos es como el de un marciano llegado de algún lugar, un otro.

—Pero ya Henry James nos había enseñado que el Dr. Jekyll y Mr. Hyde son el mismo.

—Claro. Y algo que ocurre mucho en mis personajes es que ellos empiezan siendo personas de bien, para irse convirtiendo ellos mismos en monstruos y descubrir que era más monstruosa la sociedad que los rodea que cualquier monstruo imaginado.

—¿Son importantes los festivales para la difusión de la literatura del tercer mundo?

—Para toda la literatura. Es una caja de resonancia porque durante tres o cuatro días se junta una cantidad de personas para hablar de libros, que es lo que nos interesa. Los escritores no somos importantes, pero hay algo que sí es importante: en un mundo donde cada vez más hablamos únicamente con gente que piensa como nosotros, leer una novela sobre alguien que no se te parece y que hace cosas que te parecen despreciables, lo es. Me gusta que el lector se pregunte si él no haría lo mismo en las mismas circunstancias.