Leve espanto en la mutación
Existe un todos contra todos en el aire, en Tucumán, pedazo de selva donde la guerra civil es una cuestión de caprichos y fusilamientos como solución sanitaria.
Esta novela de Jurado Naón cae como lanza en el desierto habitado de la literatura argentina. Podría decirse que voló arrojada por efecto del espanto que causa la verdad histórica, pero esta no es más que una falacia especulativa: el tiempo literario se reserva la admisión de una estragada lógica, que no es ninguna y es todas a la vez. Una literatura nativa que pregunta por la Patria hecha lenguaje sin mediar palabras, desgajando los párrafos como la piel de sus víctimas. Por eso existe una nube de gauchesca guacha, malparida, que asoma en los estilos de Pablo Farrés, Ariel Luppino, Enrique Quinteros, Michel Nieva y Juan Machado. Hay más.
Hartos de la violencia, los nombres revisados (basta de revisionismo), metamórficos y múltiples, tienen un plan en juego. Jurado Naón precede con A rebato, Sanmierto, Tópico de los dos viajeros, Zanja grande y Los Pincén. Las tres últimas novelas conforman con esta una serie, Los Roca y los yo. Humor agrio: Jurado Naón, que tiene de la piedra algo de sangre en sí, se las tiene jurada; va con ello para deslindar lo de la pesada herencia, en el nombre sin persignar y en el reguero de infamia. De allí que asoma la póstuma publicación de Juan Jacobo Bajarlía, Morir por la patria, y antes, Sables, historias y crímenes.
Agustina Paz habita un escenario de guerra permanente. Es decir, existe un todos contra todos en el aire, en Tucumán, pedazo de selva donde la guerra civil es una cuestión de caprichos y fusilamientos como solución sanitaria. Paz, protagonista, relata. Cuenta el cuento de cómo consiguió marido, pero más como secuela de su afirmación humana que por la importancia de tal evento del que nació el conquistador del desierto. Sangre para más sangre. Madre atómica en ciernes, esta Paz es la amazona de una lengua del poder, es la señora que será, la inconmovible madre tierra, acaso madre de nuestro Aquiles degradado. Una diosa entre homínidos enfurecidos.
Agustina llega al campamento embarrado, allí fusilarán a los rebeldes. Es un escenario de alcohol y desmesura, en que la violencia se reproduce de goce pagano, a festejar en carnaval donde la muerte concluye la humillación del cautivo. Son épocas sin romanticismo, todavía no llegó, y si no salva del fusilamiento por casamiento al que le gusta se lleva al otro, lo que queda, Segundo Roca, que será padrillo. Esta determinación femenina, firmeza de una estirpe, anida en la prosa, se da vuelta y mira al lector, lo interroga. ¿Acaso creíste que tu historia era esa verdad escolarizada? Yo tengo, sugiere ella, la paciencia de todo el tiempo donde no temblará ni la voz ni el pulso. Si hay decisiones serán inapelables por razón y estirpe. Gesto de poder, de dominio.
¿Cómo ser humana entre tantos salvajes uniformados con la sangre del enemigo? ¿Se es mujer frente a la lengua desbaratada del derrotado? ¿En manos de quién estaba el futuro para ser este presente? Esta última pregunta es de Jurado Naón, de su imaginación literaria, que deja un paño caliente en la frente del lector.
Agustina Paz
Autor: Emilio Jurado Naón
Género: novela
Otras obras del autor: Sanmierto; A rebato; Zanja grande; Tópico de los dos viajeros; Los Pincén
Editorial: Emecé, $ 23.900
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