Las historietas ocultas de Osvaldo Lamborghini
Entre 1971 y 1977, Osvaldo Lamborghini publicó los guiones de por lo menos veinticinco historietas, unas trecientas páginas. Algunas de estas historietas (¡Marc!, por caso) eran conocidas, tanto para los lectores de Lamborghini como para los consumidores de historieta; en 2022 fueron publicadas por la editorial Club Hem. Sin embargo, hace apenas unos meses se descubrieron cinco nuevas –que aquí reproducimos en parte–, lo que promueve una estimulante incógnita: ¿cuánto material queda por revelar?
A principios de noviembre de 2024 me llega un mensaje del editor de PERFIL, Guillermo Piro, con el link a un archivo digital donde aclara con una leyenda: “Aparecieron más historietas publicadas por Osvaldo Lamborghini (de ahora en más, OL)”. En dicha carpeta se encontraban cinco nuevas más algunas de las ya publicadas por la editorial Club Hem en Del mismo barro, 2022 (sobre la relevancia de OL como guionista de historietas, adjuntamos el prólogo a este libro de Federico Reggiani).
Lo nuevo del rescate, enviado a Piro por el escritor Matías Bragagnolo (ver columna adjunta) lo constituyen Los diamantes de Iboshaoo, dibujos de Pablo Zahlut, Fantasía. Extraordinario 211 (1973), editorial Columba; y otras cuatro publicadas en Ediciones Récord: Contra la gran muralla, dibujos de Sergio Mulko, Corto Maltés 4 (1975); Inclemencia, dibujos de Gustavo Trigo, Corto Maltés 6 (1975); Novatos, dibujos de Gustavo Trigo, Libro de oro de Corto Maltés 1 (1976) y La tierra perdida, dibujos de Juan Arancio, Pif Paf 19 (1977).
Al día de hoy, las historietas de OL se completan con los 10 capítulos de ¡Marc!, con dibujos de Gustavo Trigo, publicados por Puente Aéreo Ediciones en 2013. Y también con el guion (¿de cine o historieta?), escrito junto a Dodi Scheuer: Una nueva aventura de Irene Adler, La Bestia Equilátera, 2017.
Mucho de este material tiene origen en un grupo de fanáticos del cómic agrupados en un blog, Columberos (columberos.blogspot.com), y de distintos coleccionistas anónimos que digitalizan sus revistas atesoradas. Lectores anónimos, antiguos y nuevos, alimentan esta reconstrucción. De hecho, el día 18 de noviembre, fecha de la muerte de OL, apareció una nueva historieta, la sexta, en mi casilla de mail: El reptil, dibujos de Pedro Gutiérrez, D’Artagnan Nº 252 (mayo de 1971). Tomando en cuenta que en la edición de Del mismo barro se incluyó Maneras de fumar, dibujos de Ascanio, D’Artagnan 253 (mayo de 1971), con El reptil estaríamos frente a la primera historieta publicada por OL.
Orden que Reggiani advierte como probable, pero no definitivo: “Es difícil saber cuándo se escribieron. Al menos en editorial Columba la costumbre es que compraban guiones y se los daban mucho después a un dibujante. Es probable (pero no seguro) que la práctica en Top! fuera ir más al día. Así que quizá vendió primero guiones a Columba y después armó ¡Marc! (y seguro, después salió lo de Récord). Pero es difícil saber sin acceso a unos míticos e inhallables cuadernos donde en Columba se anotaban los guiones comprados”.
Lo que sí parece es que La tierra perdida (1977) es su última publicación en el género. Y esto se deriva de otra fecha: 27 de abril de 1977. Ese día un grupo de tareas de la última dictadura militar secuestra y desaparece al guionista Héctor G. Oesterheld. La tapa de la revista Pif Paf 19 anuncia “Sherlock Time y 6 aventuras completas” (sin referir a los autores). Entre las aventuras aparece La tierra perdida. Sherlock Time, historieta concebida por Oesterheld con dibujos de Alberto Breccia –publicada originalmente entre 1958 y 1959 en Hora Cero–, republicada por completo en Pif Paf.
Es más, según el testimonio de Miguel Rep publicado en el suplemento Radar de Página/12 (19/02/2012), bajo el título “Trabajando con Oesterheld a un par de escritorios de por medio”, conocemos que el guionista tenía su oficina separada del resto del personal de Ediciones Récord y un día no fue más a trabajar. Es decir, en plena dictadura Oesterheld siguió publicando, editando, y no sería erróneo pensar que trataba con OL y que su desaparición lo disuadió de todo contacto con el rubro. Era una época de terror, terror sin eufemismos, donde era más que arriesgado desentenderse de lo posible. Otro indicio que abona esta hipótesis es que la revista Top Maxi Historietas, para la época de ¡Marc!, en 1971/72, publicó una reversión de Ernie Pike, de Oesterheld con dibujos de Marcos Adan. Trabajo freelance en un circuito reducido de artistas, es muy probable que los dos guionistas ya se conocieran desde esa época.
Volviendo a las fechas de publicación, el especialista Ariel Avilez aporta otro dato interesante: la frecuencia de las revistas Fantasía y Fantasía. Extraordinario, por ejemplo, no se caracterizaban por la rigidez. La primera tenía una frecuencia quincenal, a veces semanal, y la segunda podía aparecer una vez al mes o dos. Esta irregularidad puede que pertenezca al tipo de público: jóvenes, trabajadores, gente con pocos recursos, que para la época cobraba el sueldo de manera quincenal, incluyendo aguinaldos y horas extras.
Esta frecuencia “a ojo del bolsillo del lector”, en un país donde el trabajo era norma, también refiere a lo popular, de allí que muchas historietas publicadas resultaran adaptaciones de películas taquilleras o de género policial/western consideradas “gancho”. Por esto OL realizó al menos dos adaptaciones cinematográficas de éxitos norteamericanos para Top!: Klute (conocida como Mi pasado me condena) dirigida por Alan J. Pakula, con Jane Fonda y Donald Sutherland. Y también McCabe & Mrs. Miller (en castellano: Del mismo barro), dirigida por Robert Altman. Ambas estrenadas en 1971.
Para la época, con censura cinematográfica activa y vigente, la adaptación en historietas era una forma de salvar las escenas eliminadas. También la de acercar las nociones de la película a lugares recónditos donde no hay salas, ni televisión, nada. O donde la pobreza impedía la concurrencia. De allí la función social del cómic. Llegaba a los lectores junto a la prensa escrita, a todos los puntos del país.
¿Y cuál era el hilo conductor de OL para narrar en historietas? Una de las consignas: los hombres de avería son los que dejan una huella ética memorable, eso dice en sus guiones, algo que rescata y retoma de Borges. Pero OL también incita al lenguaje. Arrojarse a él como si de una bestia fanática se tratara. Dejarse llevar a lo confuso e indeterminado, donde el malentendido es manifestación de su belleza contradictoria. Y al leer, volver a ese estado de inocencia infantil en toda su credulidad original, para escribir también en estado de gracia y desgracia. Porque es la vida, donde lo cierto es incierto, y bis, viceversa de lo visceral.
¿Y dónde se puso a cantar/contar Lamborghini? ¿Dónde publicó por primera vez para el gran público, el numeroso fantasma denominado masas? En las maquetas de un cine imposible. O de un cine en miniatura. “Miniatura”, que rememora el término Minotauro, ese monstruo encerrado en las viñetas de las historietas.
Espero que juntos, lector, en esta aproximación encontremos que tal mito guarda un Toro de Falaris gritando su verdad: así se es escritor, no de otra manera. O mejor: ¿hay otra manera de ser escritor que publicando? Más si es en historietas: gesto no menor, ni bajo, ni marginal. Porque fue, es y será el centro de la galaxia imaginaria de miles de lectores en formación. En ellas OL demuestra que fue una puerta de ingreso a la fantasía, una que también desemboca en el amable abismo de la poesía, el cuento y la novela. Incluso, que este fue el pasaje sutil de la obra escrita a la plástica, para desencadenar otro tipo de efectos con Teatro Proletario de Cámara.
Un agregado a esta justa causa (o al archivo que no cesa): recibo nuevo mensaje, apareció el índice de la revista El Tony (año XX - N° 300) y en él figura una historieta titulada Contaminados seguida del nombre Osvaldo Lamborghini.
En idéntico fango
Por Federico Reggiani
Como la de Pierre Menard, la obra visible de Osvaldo Lamborghini es de fácil y breve enumeración. En particular, la obra editada en vida consiste en unas pocas páginas que atestiguan por su escasez una vocación o un destino de escritor póstumo. Sin embargo, escondidas a la vista de todos sus contemporáneos, hay otras palabras escritas por Lamborghini, publicadas de manera masiva, leídas por miles de personas y finalmente olvidadas: sus historietas.
Es cierto que lo que pomposamente o no llamamos “la obra” de un escritor es un conjunto de límites difusos: en cuanto nos alejamos del centro –las obras publicadas en vida y nunca repudiadas– entramos en el territorio de la suposición y el gusto. ¿Cada papel que dejó un escritor, cada palabra que publicó, merecen nuestra atención? No hay respuestas definitivas, pero sí hay un hecho: entre 1971 y 1977 Osvaldo Lamborghini publicó los guiones de por lo menos veinticinco historietas. Unas trescientas páginas que nos ofrecen sin dudas un indudable interés biográfico, en especial en el marco de la más vale frágil historia laboral del autor.
Algunas de estas historietas eran conocidas, tanto para los lectores de Lamborghini como para los lectores de historieta. ¡Marc! fue celebrada en la Historia de la historieta argentina de Carlos Trillo y Guillermo Saccomano, en 1980, aunque recién se recopiló como libro en 2013. Fue, como la revista Top que la publicó originalmente, parte del fenómeno mundial de modernización de la historieta, de la mano del arte pop, la semiótica y demás fenómenos de eso que solemos llamar “los años sesenta”. Otras, publicadas en ediciones Récord a partir de 1975, habían sido detectadas por Ricardo Strafacce en su Biografía. En ambos casos, son testimonio de la relación personal de Lamborghini con Gustavo Trigo, el dibujante de ¡Marc!
Un tercer grupo de historietas son recuperadas por primera vez en este volumen: los guiones que Lamborghini publicó en editorial Columba, la más antigua, masiva y conservadora de las editoriales de historieta de aquellos años. El descubrimiento de que Lamborghini publicó en el corazón de la historieta industrial argentina deja algunas sorpresas: sobre la biografía del escritor, sobre la capacidad de absorción de estilos de los medios masivos. Además, la frustrante certeza de que hay al menos una historieta publicada en El Tony, cuya existencia conocemos pero no pudimos ubicar, y la dificultad para obtener colecciones completas de las revistas de editorial Columba nos hace sospechar o desear más hallazgos futuros.
Prólogo a Del mismo barro, guiones de historietas, publicado por Club Hem, noviembre de 2022.
Las viñetas del barroco
Por Matías Bragagnolo
El camino hasta las historietas guionadas por Osvaldo Lamborghini fue largo, cuasi involuntario y nacido de una gran casualidad. A la sincronicidad de Jung me remito, esquivando el escepticismo incluso propio.
Tenía diecisiete años y corría 1998 cuando en un pueblo sin librerías (Daireaux) una profesora de Literatura descubrió que detrás de esa mirada baja de perro apaleado por el bullying, que jamás habla en clase y de todos desconfía, había en mí un desprecio nihilista por el sistema educativo que, a su vez, encubría un amor genuino por la literatura. Jamás hablamos demasiado, ni siguiera me animé a contarle que para entonces ya había leído cosas como La crucifixión rosada, Rayuela o el Ulises. Pero cuando hubo que presentar una redacción sobre ya no recuerdo qué, ignoré el tema indicado y presenté dos carillas relatando un sueño escatológico. Fue suficiente.
De la clase siguiente me fui con el tomo de Novelas y cuentos de Lamborghini, que Ediciones del Serbal había editado en 1988. Inolvidable sería el momento en que El fiord se estampó en mi cara, como una trompada retorcida, de corteza de árbol y con demasiados dedos. Para cuando llegué a “Me cogí a un tipo que me levanté en el subte”, de Sebregondi retrocede, quería frenar el recorrido de mis ojos. Intuía que lo que estaba leyendo iba cambiarme para siempre, pero era demasiado tarde. Ya estaba en el final de El niño proletario. Estropeado, para entonces.
No tenía manera de saber que Mónica, mi profesora, esa que se vengó de mi desacato haciéndome el préstamo más significativo de mi vida, era la misma Mónica Tamborenea que había formado parte del consejo de redacción del primer número de la revista Lecturas Críticas, ese que, salido de la imprenta por los días en que yo nacía, incluía, además de un artículo suyo y una entrevista a Piglia a su cargo, otra entrevista a Osvaldo, un análisis de El niño proletario y un capítulo de Por favor, ¡plágienme!, ensayo del por entonces apenas editus Laiseca. (Ensayo que permanecería inédito por más de diez años, porque a los escritores auténticos hay que matarlos a cintazos para que aprendan a esperar.)
Tampoco tenía manera de saber que Mónica había sido docente en cátedras que Josefina Ludmer presidía en la carrera de Letras de la UBA. Josefina Ludmer, quien a cuatro manos había escrito con su amigo Osvaldo, en 1975 y para la mítica revista Literal, Apuntes alrededor de 35 versos de Elena Bellamuerte. O que Mónica, ya reconocida como crítica literaria, había formado parte de las revistas Brecha y Babel, y que era una de las entrevistadoras de Saer en ese libro de rescates Una forma más real que la del mundo (Mansalva, 2016).
Gracias a una entrada de Daniel Link en su blog supe que Mónica era Elena, la protagonista de El desperdicio (Alfaguara, 2007), la novela/elegía con que (digresiones de por medio) Matilde Sánchez decidió inmortalizar la vida de su amiga. Su lectura me permitió situar el préstamo del libro de Lamborghini en la intersección de esos períodos de la vida de Mónica que Matilde llamó “gótico” y “barroco fúnebre”. No me había sido desconocido, eso sí, el hecho disparador de esta obra, esto es, su muerte, ejecutada por un cáncer de pulmón, en 2001, cuando yo ya vivía en Buenos Aires, haciendo un camino inverso al de Mónica: ella había tenido que abandonar su mundo literario porteño para volver a un pueblito llamado Pirovano, desde el que recorría esos 30 kilómetros hasta Daireaux, adonde viajaba para dar clases. En ese abandono de la vida académica consistió el “desperdicio” que dio origen al nudo y al título de la novela. Quién sabe cuándo iba a terminar conociendo yo a Lamborghini si ese desperdicio no tenía lugar...
Hoy, cuando ya tengo casi la edad máxima de Osvaldo y he comprado, de su obra publicada, casi todo lo que el bolsillo me permitió, sigo desenterrando vestigios de su talento. Gracias al buscador de Google, a los escaneos de Juan Carlos Massa, a Fabián Slongo, al blog Columberos, rastreando el epílogo que Germán García escribió bajo seudónimo para la edición original de El fiord, di con un puñado de historietas hasta hace poco inéditas, guionadas (al igual que las que ya se conocían) magistralmente por ese de cuya capacidad para esgrimir un argumento alguna vez había desconfiado.
Ese que había empezado su “cuento” La mañana augurando con las palabras “Azotaron a un salvaje”, para después desentenderse de toda trama, dejándome como espectador obligado y estupefacto de la excelencia de una pluma que no cesaba de destripar al castellano de todos su misterios.
1 ‘El reptil’. Dibujos: Pedro Gutiérrez. ‘D’Artagnan’ 252, Columba (1971).
Estados Unidos, década del 50. Carson y su banda, refugiados en una cabaña campestre, sufren el ocaso como delincuentes. María llega con la clave para un nuevo golpe, pero la policía los rodea. Dos sobreviven al tiroteo, uno es el traidor; el otro, detenido y delatado por este, guarda silencio para vengarse. Un investigador privado, a instancias policiales, recorre el bajo mundo en su busca. Ocurre el robo de joyas instigado por María y tiene secuelas siniestras, inevitables. La frase clave está en un principio: “Cuando en alguien se instala la declinación suele ser para siempre”.
2 ‘Los diamantes de Iboshaoo’. Dibujos: Pablo Zahlut. ‘Fantasía. Extraordinario’ 211, Columba (1973).
Claude Ebener es un exmiembro de la Legión Extranjera, encuentra muerto a su amigo y compañero: les han robado los diamantes con que cobraron un trabajo mercenario en África. La aventura implica a similares que han olvidado los códigos de honor del soldado de fortuna. Ebener llega a Ciudad de México para interceptar al último traidor que intenta vender las piedras preciosas. El reducidor local desconfía y ordena a sus sicarios. Si bien la acción provoca una narración y diálogos precisos, la frase crucial resulta: “No puedo dejar de vengar a mi amigo”.
3 ‘Contra la gran muralla’. Dibujos: Sergio Mulko. ‘Corto Maltés 4’, Ediciones Récord (1975).
Jahan Altai es el líder de una tribu de la estepa. Disputa con otra una incursión a través de la Muralla China, ocupar territorio o rapiñar riquezas. Los chamanes influencian, animales sagrados caen de su pedestal, como muestra de amistad una rehén china se le entrega a Altai. Surge el amor entre este y la ofrenda: “Ya la estepa entró en mi alma, yo quiero este viento en la cara como quiero al Jahan, mi señor y mi esposo”. La invasión es una competencia entre los dos liderazgos, y Altai triunfa, replegando a su pueblo y dejando en la venganza del emperador a los díscolos.
4 ‘Inclemencia’. Dibujos: Gustavo Trigo. ‘Corto Maltés 6’, Ediciones Récord (1975).
“He adelgazado. He encanecido. Mi cara parece amoldarse a la desgracia y al error”. El Riojano, traficante de armas internacional, fracasa en su vida criminal devaluada. Sufre derrames de sangre por la nariz, heridas del acoso policial en Hamburgo. Un sobrino lo contrata para heredar al tío antes de tiempo. Crimen vulgar, pero que encierra una trampa, y otra, torciendo el destino del sobrino y del Riojano mismo: punto final al sufrimiento en decadencia.
5 ‘Novatos’. Dibujos: Gustavo Trigo. ‘Libro de Oro de Corto Maltés 1’, Ediciones Récord (1976).
Ernie y Jim son tan amigos como limitados en inteligencia. Viven el propio sueño americano en la especulación con dinero ajeno. Improductivos, el alcohol y la decadencia se hacen con sus destinos. Caen en una trampa de poder: una mujer rica los marca con la policía. El recorrido, patético, los deja indemnes ante el fracaso rotundo que es tan colectivo como individual. Vivir engañado, sin objeto, hace imposible lo justo: “No hay ilusión que no tenga un punto final”.
6 ‘La tierra perdida’. Dibujos: Juan Arancio. ‘Pif Paf’ 19, Ediciones Récord (1977).
“Muchos sucumbieron de natural melancolía. Otros por la violencia. Por la ajena, o por la propia violencia”. Fines del siglo XIX en el oeste americano. Los hermanos Archer quedan abandonados en la nada, el delito resulta el único camino. Matar es algo más que venganza. No resisten la paz y en la sangre, propia o ajena, encuentran la vorágine de una vida imposible. Llega la ley en forma tan salvaje como su presencia, entonces: “No hay destino. No hay nadie. Solo entretenimientos y agonía”.
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