muestra en el ccr

Fotos que hablan

La idea es simple: Guillermo Piro propuso a cincuenta personalidades del mundo de la cultura que eligieran una foto que les había cambiado la vida, o, si eso era demasiado, que prefirieran por sobre todas las otras fotos que habían desfilado ante sus ojos a lo largo de su existencia. Y que hablaran de ella. El resultado es “Una imagen mil palabras”, una exhibición de fotografías que el visitante puede ver en el Centro Cultural Recoleta al mismo tiempo que escucha la voz de quienes las seleccionaron.

Mil palabras. Arriba: Asilo, Turín, Italia, de Raymond Depardon, foto elegida por el director de cine Gastón Duprat. Foto: cedoc

Supongamos la siguiente frase y su periplo: una imagen vale más que mil palabras. Parece que el origen, al menos en el siglo XX, está en los escritos del dramaturgo y poeta noruego Henrik Ibsen. “Mil palabras no dejan la misma impresión profunda que una sola acción”, fue su afirmación, que transmutó en la simplificación que conocemos. El autor de este hallazgo fue Fred R. Barnard y salió en un artículo en la revista comercial de publicidad Printers Ink para promover el uso de imágenes en los anuncios que se pintaban en los lados de los tranvías en 1921. El título era “Una mirada vale más que mil palabras”. El protopublicista Barnard insistió en 1927 y en otro anuncio usó la más cercana “una imagen vale diez mil palabras”. Se la atribuyó a un proverbio chino. En la lista de adjudicatarios aparecen Iván Turguénev, Leonardo Da Vinci, Confucio y Napoleón Bonaparte. ¡Estos dos últimos parecen haber dicho todas las sentencias del mundo, ya que aparecen en cualquier rastreo de cuna y raíz!

Brian Dillon, después de copiar durante veinticinco años frases en libretas que usaba para otras cosas –para apuntes, proyectos, suerte de diarios de un trabajo intelectual–, decidió pasarlas a un libro. Imaginemos una frase es el título de esa compilación (con explicaciones, ampliaciones, desvíos y fugas) de fragmentos de discurso hallados aquí y allá por el escritor y periodista irlandés. En la introducción se puede leer: “Toda frase fue en su día un animal”, y se la atribuye a Emerson. Con esta figura zoológica, emprende el camino de seguir a las palabras que la componen. Una criatura con vida que se va escabullendo a lo largo del tiempo, que elude metáforas y cristalizaciones, que se “detiene y mira a su alrededor y empieza a compararse a sí misma con los efectos de una droga, con la óptica sedienta de luz de una cámara o con la lenta aparición de una imagen (una cara pongamos) en papel fotográfico.”

En la concepción de la muestra Una imagen mil palabras, curada por Guillermo Piro, resuena el lugar común de la cita. Al sustraer la valoración, imagen y palabra quedan al mismo nivel para dar comienzo a la idea. Una muy simple y bella: convocar a una grupo de cincuenta personas, de un arco amplio, “del mundo científico, artístico, cultural y deportivo de la Argentina” con una consigna clara: elija una foto que pueda haber cambiado la vida (quizá sea mucho) o al menos que, por alguna razón, sea su foto preferida. Todo un desafío, decidirse por una y sólo una, para sacarla de la secuencia, traerla a presente, volver a mirarla y dar las razones, sobre todo, en estos tiempos de saturación de imágenes. Piro resume su experimento para generar estas “fotos que hablan” como “el resultado es una prueba heterogénea y disímil, arbitraria y bella, de cómo la fotografía influencia en nuestras vidas, de cómo nos acompaña y condiciona. Y de cómo atesorarlas es, a fin de cuentas, otro modo de ejercer la pasión y la memoria”.

Entre los que aceptaron el reto están escritoras como María Sonia Cristoff, Mariana Enríquez, Pola Oloixarac, María Gainza, el compositor Esteban Insinger, Kevin Johansen, la artista plástica Nicola Costantino, el diseñador Pablo Ramírez, la fotógrafa Alejandra López, Rafael Spregelburd y Renata Schussheim. Además, Carlos Somigliana, uno de los creadores del Equipo Argentino de Antropología Forense, Michel Peyronel, la pianista Silvia Dabul, los críticos de arte y literatura Rafael Cippollini, Laura Isola, Paola Cortés Rocca, el jugador de rugby Ignacio ‘Nani’ Corleto, entre tantas otras figuras que componen este recorte del campo ampliado de la cultura.

Como toda selección, por más arbitraria que sea, estará justificada por un texto o un relato. Entonces, imagen y palabras se enlazan en estos relatos animados o en estas palabras ilustradas, del modo que quieran contemplarlas. “La foto podía ser cualquiera: una obra maestra de la historia de la fotografía o una foto familiar; una foto científica o antropológica, abstracta o figurativa. Cualquier cosa. Lo importante era no limitar la inclusión a una cuestión de gusto: la foto debía representar algo más; en lo posible mucho más”, explica el autor de El náufrago sin isla.

Con un montaje sencillo (reproducción de las fotografía sobre fondos blancos del mismo tamaño con cédula y nombre de los autores convocados) y uso ajustado de la tecnología a mano, (QR que se escanea con el celular y se escucha el texto dicho o leído por la voz autoral), se despliegan en las particulares salas abiertas 2 y 3 del Centro Cultural Recoleta. Unas de usos múltiples, se podría decir. En la que conviven con los eventuales estudiantes, lectores, gente que pasa el rato en las mesas y sillas apropiadas para ese fin. Tiene algo de pasillo, aunque bien iluminado. Una cohabitación armónica y quizá necesaria para una exhibición que requiere tiempo de escucha. Más o menos ocho minutos por foto es el tiempo que lleva leer las mil palabras. Aunque no se cumpla a rajatabla la consigna sobre la extensión del escrito encomendada por el escritor, verla (y oírla) de un tirón llevaría más de cinco horas. Por eso, además es una experiencia portátil. Que comienza en el espacio de la exposición y sigue con auriculares en YouTube, todo el tiempo que se quiera.

 

Una imagen mil palabras

l Curador: Guillermo Piro 

l Martes a viernes de 13.30 a 22. Sábados, domingos y feriados de 11.15 a 22.

l Hasta el 2 de marzo de 2025

l En el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930