Feria Internacional del Libro de Carlos Paz: cultura e identidad
El evento, que se desarrolló por cuatro días en la ciudad serrana, convocó a escritores, músicos y editores provenientes de distintas partes del país y del exterior.
El día abre espléndido. Aire liviano, prístino, veintiséis los grados de temperatura; intermitentes rulos de viento arrastran como destellos de un eco cavernoso los sonidos que ejecutan las familias enjambradas en el paseo costero, alejadas del tendido urbano. Desde lo alto descarga el sol su poder de furia sobre la placa mansa del lago, transformándolo para nuestros ojos, ya lacerados, en un salar a punto de estallar. Solo el traqueteo cansino de una lancha diminuta fabrica las jorobas líquidas que en la tierra firme perecen. En el filo de la costanera, al otro lado del cartel descolado que presenta una obra de otros tiempos -con Fabián Gianola y Claribel Medina como protagonistas- se extiende un sendero de sauces, eucaliptos y lagañas de perro (Caesalpinia gilliesii) que remonta la ribera hasta alcanzar los frescores del río San Antonio (el rechinar del cuero asado que llega de una parrilla expone una viva relente de ajo, atenuada por los perfumes que escupen las flores pubescentes del Paraíso). Junto al catamarán que anida a orillas del San Roque, un cartel publicitario en el que se lee: “¡Recorrido cholulo! Visitamos las casas de los famosos”. Lo sabemos de memoria: Villa Carlos Paz es reconocida como uno de los principales centros de entretenimiento teatral; revista y comedia desperdigados en los 27 teatros que animan la temporada de verano. Lo curioso es que pocos conocen que aquí, estrangulados por la ristra de cerros que componen la postal escenográfica, Ernesto Sábato concluyó su proyecto como científico para renacer como escritor; aquí fue donde Manuel de Falla prosiguió con la composición de La Atlántida. Y fue aquí, a metros del Cucú, que el escritor polaco Florián Czamyszewicz trazó pasajes amplios de su cartografía literaria. De manera que no debería sorprender a nadie que se haya clausurado la deuda que el municipio tenía con su propia biografía. La Feria Internacional del Libro de Carlos Paz celebró estos días su primera edición, y tal vez haya que otorgarle mérito supremo al entusiasmo inclaudicable del escritor Pedro Solans, un agitador necesario que descubrió, como un adelantado, todo el potencial. Así las cosas, fue asentado el compromiso de las autoridades para incorporar a La Feria al nutrido calendario de eventos que se llevan a cabo por año, más de trescientos.
Además de Solans, la apertura contó con la presencia -entre otros- de Alejandro Vaccaro, presidente de la Fundación El Libro, del poeta Aldo Parfeniuk, Carina Manassero de la comisión organizadora de la Feria y el intendente Esteban Avilés, que expresó: “Esta primera feria internacional es una política de Estado que llegó para quedarse y trascender el contexto de la cultura, del turismo y de las acciones sociales y económicas que necesita la ciudad. No podemos internacionalizar si no le decimos al mundo lo que somos y sentimos”. Ese grito amplificado se vislumbra también en la determinación del 4 de noviembre como Día de la Identidad Carlospacence y en el nacimiento de su bandera.
Raíces como versos
A escasos metros del incesante bullicio brota como afluente de serenidad el Parque Estancia La Quinta, un predio de 5 hectáreas soberbio que conserva el patrimonio que dejó el paso jesuítico por la zona, acaso solo perforado el silencio por el chillido hiriente de las cotorras que fabrican viviendas comunitarias en lo alto de los eucaliptus. Desde noviembre de 2020, el espacio es también sede del Bosque de la Poesía, una iniciativa de los poetas Leopoldo Teuco Castilla, Aldo Parfeniuk y, cómo no, Pedro Solans, que explica: “La idea nace cuando a Carlos Paz lo rodea el fuego, un fuego intencional, provocado por la voracidad de los emprendimientos inmobiliarios que quieren multiplicar los condominios, los barrios cerrados. Pero sabemos que sin bosques, sin oxígeno, sin agua, los seres humanos no podemos vivir”. Además de la realización de recitales poéticos y musicales, la acción incluye la plantación de árboles y arbustos autóctonos junto a poemas alusivos a la naturaleza de poetas enlazados con la ciudad serrana. La propuesta hoy es reproducida por decenas de municipios en distintas partes del mundo. “¿Qué hacemos cuando tenemos un presidente que niega los peligros del cambio climático mientras todo el mundo se inunda? ¿Con esas cien empresas multinacionales que son culpables del 73,4 por ciento de la polución del planeta? Bueno, nosotros creamos el CONASUD (Convocatoria para la Naturaleza como Sujeto de Derecho), para generar una ley que justamente declare a la naturaleza de ese modo. Ya hay un proyecto presentado en el Senado”, añade el salteño Castilla, y sentencia: “Contra la devastación del planeta, para que los bosques de la poesía nos devuelvan la poesía de los bosques”.
Fin de fiesta
Con entrada gratuita para vecinos y turistas, la feria se extendió por cuatro días en el Paseo de los Artesanos, centro de la ciudad, con amplias carpas que oficiaron de salas donde florecieron lecturas, espectáculos musicales, talleres y claro, exhibiciones de stands de editoriales y librerías de la zona (el año próximo se prevé un convenio con la FED). Entre las presentaciones más destacadas -el historiador Mariano Saravia introdujo la figura del caudillo Juan Bautista Bustos, el uruguayo Guillermo Pellegrino recuperó la vida y la obra de Osiris Rodríguez Castillos-, mención especial para la presentación del libro Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, traducido al guaraní por un equipo comandado por el profesor Juan Fariña. El primer ejemplar de “Platero Ha Che” fue expuesto por Jaime de Vicente Núñez, presidente de la Asociación Cultural Iberoamericana y entregado a Joselo Schuap, ministro de Cultura de Misiones, quien hará las gestiones para acercarlo a las bibliotecas públicas de Misiones, provincias vecinas y también del Paraguay.
*Desde Villa Carlos Paz
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