fue uno de los organizadores de teatro abierto, en 1981

El teatro argentino está de luto: falleció el dramaturgo Roberto ‘Tito’ Cossa

Fue, además, guionista de cine y periodista. Sus obras teatrales más relevantes son: “El avión negro” (escrita en colaboración con Germán Rozenmacher, Carlos Somigliana y Ricardo Talesnik), “Gris de ausencia”, “Yepeto” y “La nona”, tal vez su obra, esta última, más representativa, por haber logrado evocar a una “madre Patria” que devoraba todo, en un hogar donde cada miembro padecía una crisis económica e individual que desembocaba en la muerte.

Cossa. Un retrato del escritor. Der., Pepe Soriano interpretando, la que tal vez es la obra más representativa de Tito Cossa: La nona. Arriba, el autor en su juventud. Fue presidente de la Fundación Carlos Somigliana, de la Sociedad General de Autores Argentinos. Foto: cedoc

El jueves pasado falleció en Buenos Aires Roberto “Tito” Cossa. Tenía 89 años. Dramaturgo, guionista de cine y periodista, oficio que ejerció durante cuarenta años en Clarín, La Opinión, El Mundo, El Cronista Comercial y en la agencia de noticias Prensa Latina. A la manera de Roberto Arlt, tenía una percepción sobre la sociedad argentina que no solo implicaba el uso del habla (esos matices condenatorios), sino también los conflictos que, tanto larvados como evidentes, atravesaron al país en los últimos setenta años. 

Había nacido en un hogar de clase media y se crió en Villa del Parque, en otro país, muy distinto al que hoy habitamos: hacia 1938, Argentina tenía casi 13 millones de habitantes. Entre hijos de inmigrantes y una inestabilidad económica a la que se oponían luchas obreras tan anarquistas como izquierdistas, llegó a su juventud con el peronismo en desarrollo, al que siguió una sucesión de dictaduras donde ya no sería un simple testigo.

Para Cossa, el teatro es (sí, la conjugación niega su partida) es un acto literario que, una vez llevado a escena –encarnación humana–, adquiere la dimensión social y política de su trascendencia. Luego, el público y la crítica intervienen con la memoria, alterando percepciones, muchas veces en forma desfavorable para una época. 

Pero el teatro es memoria, de cuya espontaneidad nada está a resguardo. De hecho, para dar dimensión a su rol como dramaturgo, propongo recordar un acto de escritura conjunta y su circunstancia. Tal vez un suceso anómalo, pero que resulta clave para el arribo del realismo crítico al teatro argentino: había allí una intuición sombría sobre el futuro, como en otras expresiones artísticas en torno a 1970. 

Tales predicciones asoman en La hora de los hornos (1968), documental dirigido por Fernando Solanas y Octavio Getino (Grupo de Cine Liberación). Al año siguiente en Invasión, película de Hugo Santiago, con guion de éste junto a Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. El primero, militante, presagiaba un camino de violencia ineludible. La segunda, lo mismo, pero en una estructura distópica, la ciudad llamada Aquilina, donde la ilegalidad y el complot todo alteran.

Durante el mes de julio de 1970, en el Teatro Regina de Buenos Aires, se estrena El avión negro. Obra de teatro dirigida Héctor Giovine, producto de la escritura conjunta de Roberto Cossa, Germán Rozenmacher, Carlos Somigliana y Ricardo Talesnik: cuatro autores detrás de una obra. La misma trata de un obrero que comienza a tocar el bombo invocando el espíritu de Perón, proscripto para la época, desatando una manifestación que tiene como contrapartida escenas sociales donde aparece el temor, el rechazo y el germen mismo de una salvaje represión.

La obra tuvo éxito, tocaba ese tema sobre el líder innombrable, su posible regreso, en una sociedad que venía de una rebelión obrera llamada Cordobazo que, poco antes del estreno, ponía fin al gobierno del general Onganía. Y además refería al “cabecita negra”, al obrero despreciado como tal, elemento constitutivo del temido aluvión zoológico. Racismo argentino, síntoma que perdura hasta hoy en otra declinación de la lengua social como “marrón”.

Once años después, sobre el pasaje Santos Discépolo, el teatro Picadero sería el centro neurálgico de una resistencia teatral a la última dictadura militar, que comienza en otro julio, pero de 1981. Cossa fue uno de los organizadores del movimiento llamado Teatro Abierto, con más de 150 actores, 21 directores y la misma cifra de autores teatrales, el público acudía interesado y deseoso de un nuevo aire, democrático y sin censura. El 6 de agosto siguiente, el Picadero sufre un atentado con bomba y se incendia. El ciclo pasa a realizarse en el teatro Tabarís. Con Gris de ausencia, dirigida por Carlos Gandolfo, estuvo presente la pluma de Cossa. Actuaron en esta obra Pepe Soriano, Luis Brandoni y Osvaldo de Marco, entre otros.

La máquina represiva no pudo evitar el evento, porque Cossa mismo era garantía de pluralidad y prestigio –ya un guion suyo había llegado al cine en 1968, Tute cabrero–, además de ser un autor reconocido y con notoriedad pública. Es que ya en 1979 había evadido el cerco censor de la dictadura con una película sobre una obra de teatro que publicó en 1977: La nona. 

Con guion suyo y de Héctor Olivera, dirigida por este último, contó con actores como Pepe Soriano, Juan Carlos Altavista y una joven Graciela Alfano, entre otros. El simbolismo de La nona evocaba a una “madre Patria” que devoraba todo (en el sentido literal), en un hogar donde cada miembro padecía una crisis tanto económica como individual que desembocaba en la muerte. Es que la catástrofe inminente sospechada en los 70 ya era un hecho consumado.

Su relación con el cine perduró con guiones como El arreglo y, con la adaptación de No habrá más penas ni olvido, novela de Osvaldo Soriano, ambas en 1983. En 1999 cerró este ciclo con Yepeto. Paralelo a esto tuvo una intensa actividad en el reclamo por los derechos humanos y la salida democrática de 1983. Integró la Comisión por la Memoria que preside el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.

Roberto Cossa recibió el Premio Nacional de Teatro, Premio a la Trayectoria de la Ciudad de Buenos Aires, Premio de Honor de Argentores, Premio del Público y de la Crítica de España y Premio Konex de Platino. Fue nombrado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires y las Madres de Plaza de Mayo le otorgaron la distinción “Veinte años juntos”. Fue presidente de la Fundación Carlos Somigliana, de la Sociedad General de Autores Argentinos (Argentores) y formó parte de la dirección del Teatro del Pueblo.