crítica

El sonido y la urbe

El libro está dividido en dos partes. La primera reúne siete ejercicios con instrucciones numeradas para sensibilizar al autor respecto de su entorno sonoro, y trasunta una sensibilidad aguda y lúcida acerca de lo que es una ciudad y de lo que significa transitarla.

Foto: cedoc

“Atiende a que ya no estás observando este vasto delirio, sino que te encuentras en su corazón”. La cita está tomada de Cómo desaparecer. Manual para oyentes urbanos. El libro es de Haytham el-Wardany, escritor, traductor y ensayista egipcio contemporáneo. Es un libro difícil de clasificar. A caballo entre el ensayo, la narración y, por momentos, la prosa poética, no sería exagerado –ni implicaría restarle mérito– decir que tiene algo de autoayuda. La premisa es sencilla: cómo se hace para modular la frecuencia de todo lo que una ciudad deja oír –lo que, en última instancia, quiere decir: cómo calibrar la distancia entre uno y los otros, y entre uno y uno mismo.

El libro está dividido en dos partes. La primera reúne siete ejercicios con instrucciones numeradas para sensibilizar al autor respecto de su entorno sonoro, y trasunta una sensibilidad aguda y lúcida acerca de lo que es una ciudad y de lo que significa transitarla. Uno encuentra ahí instrucciones como éstas: “5. Intenta conectar las corrientes del subconsciente de la ciudad con las de tu propio subconsciente. 6. Esto producirá una especie de motor”. Y leer ahí una propuesta: el flâneur que produce la ciudad ya no mira como un impresionista: el pintor de la vida moderna se vuelve ahora diseñador de sonido, y reemplaza las acuarelas por sintetizadores y beat drops.

“Apéndice: sonidos de la clase media” es la segunda parte. Es una colección de reseñas. En cada apartado, el-Wardany describe en dos o tres líneas alguna clase de ruido extrañado y elabora a partir de ese extrañamiento un pequeño ensayo o escena. En “Vacío”, un hombre –el propio Wardany, sin dudas– se asoma al balcón de su casa, en el margen de la ciudad, y escucha el intercambio de ladridos entre su perro y una jauría callejera. “Eco”, el último de estos apartados, es también el más significativo. Un teléfono suena con insistencia en una casa vacía, nadie atiende. Y esa soledad sirve de puntapié para pensar el desfasaje en el que quedan inmersos los expatriados: una disonancia y sus ecos ocupan ahora tanto el país de donde vienen como el país al que se fueron. En esta segunda sección del libro, el enfoque de el-Wardany es sociológico y materialista. Y ese materialismo sociológico encuentra su objeto (y por qué no, su poesía) en la materialidad del ruido.

Hay una astucia en el índice del libro. Cómo desaparecer incluye “Ejercicios preliminares” –pero preliminares respecto de qué– y un “Apéndice” –que se agrega a qué exactamente. En el medio, algo falta. Hay un vacío. Silencio. Es en este gesto donde la imbricación de géneros que engloba el libro suma uno más: el manifiesto. Uno se acuerda de pronto de aquella sentencia de Esther Greenwood, la atribulada protagonista de La campana de cristal: “El silencio me deprimía. No era el silencio del silencio. Era mi propio silencio”. El manifiesto de el-Wardany responde desde un optimismo feroz: “Entonces descubrirás que el vacío en sí mismo no es la ausencia de sentido, sino tu incapacidad para comprender un sentido nuevo”.

 

Cómo desaparecer.

Manual para oyentes urbanos

Autor: Haytham el-Wardany

Género: ensayo

Otras obras del autor: The Book of Sleep; Natascha Sadr Haghighian: ressemblance

Editorial: Dobra Robota, $ 15.300

Traducción: Álvaro Abella Villar