a partir de mañana

Con entrada libre y gratuita, abre sus puertas Malba Puertos en Escobar

A 50 km de la ciudad de Buenos Aires, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires amplía su espacio. Abierto de martes a domingo, Malba Puertos inaugura, en palabras de su fundador, Eduardo Costantini, “una reserva técnica del museo, abierta e interactiva hacia el público”, un espacio público cultural donde hay ya emplazadas veintitrés obras escultóricas de artistas argentinos. Allí se desarrollarán también programas de literatura, música y performance.

Puertos. Izq.: Tras doce años de obra, abre Malba Puertos en Escobar, segunda sede del coleccionista de arte latinoamericano Eduardo Costantini. Der: la instalación Loop, del artista argentino Nicolás Robbio. A la derecha abajo: vista del cielo desde uno de los espacios interiores del museo. Foto: gentileza malba

El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires extiende su espacio con una nueva sede llamada Malba Puertos, esta se encuentra en Puertos, Escobar, provincia de Buenos Aires, Argentina (Panamericana km 45 Ramal Escobar, coordenadas de GPS disponibles en malbapuertos.org.ar). Con entrada libre y gratuita, mañana abre sus puertas al público de 12 a 19. Y a partir de esta inauguración, en el mismo horario y modalidad, de martes a domingo, el museo permanecerá abierto. Ante este emprendimiento cultural de dimensiones y estructura inusual, PERFIL dialogó con Eduardo F. Costantini, fundador y presidente honorario del Malba.

—¿Cómo surgió la idea de Malba Puertos? 

—Inaugurar Malba Puertos a 23 años del nacimiento de Malba es para nosotros una reafirmación de continuidad. La idea de Malba Puertos surge del pedido de crear un lugar para hacer una reserva técnica para el Malba. Con ese objetivo, me vinculé con el arquitecto español Juan Herreros y con él dibujamos un museo que tuviese transparencia, que se integrara a la espacialidad tan específica de Puertos. Se trata de un espacio público cultural donde hay emplazadas, al día de hoy, 23 piezas escultóricas de 23 artistas argentinos.

—¿Cuál es la propuesta del nuevo museo? ¿Por qué Escobar?

—Una de las salas es una idea brillante, que no fue mía, que fue convertir la reserva técnica en una reserva técnica abierta e interactiva hacia el público. El museo va a desarrollar programas de literatura, de música, de performance, va a ser un lugar de convocatoria. Mi deseo es que sea un espacio que perdure y que crezca y se integre a la sociedad. Con la construcción de Malba Puertos creamos comunidad y creo que eso se va a poder ver en las inauguraciones. La idea de Puertos se me ocurrió porque era una fracción única, de gran escala, cerca de la Panamericana, a una distancia conveniente para desarrollar una ciudad-pueblo. Se le podían conferir todos los atributos que tiene hoy en día Nordelta, pero aggiornado a los valores urbanísticos que hay hoy en día. Con el aprendizaje que fue Nordelta, con toda nuestra experiencia, capacidad de management y solvencia financiera, decidimos comprar la fracción en 2010 y empezar a construir.

El Circuito de Arte Público referido por Costantini lo conforman obras de los siguientes artistas: Pablo Accinelli, Florencia Almirón, Daniel Basso, Diego Bianchi, Gabriel Chaile, Martín Blaszko, Fabián Burgos, Eugenia Calvo, Paula Castro, Matías Duville, Carolina Fusilier, Daniel Joglar, Irina Kirchuk, Irene Kopelman, Mimi Laquidara, Artur Lescher, Jorge Macchi, Hernán Marina, Sebastián Mercado, Ramiro Oller, Sol Pipkin, Nicolás Robbio, Marcela Sinclair.

En la estructura principal de Malba Puertos, con cuatro espacios de exposición (uno al aire libre), y en lo que resta de este año al 2 de marzo de 2025, el público accederá al siguiente programa integrado por artistas contemporáneos argentinos: Salas del Lago. Ensayos naturales I - Mondongo-Ouvrard. Curadora: Alejandra Aguado. Se trata de una exposición en dos capítulos. En el primero de ellos, doce paneles de la instalación pictórica Argentina (paisajes), 2009-13, del dúo Mondongo (Juliana Laffitte, Buenos Aires, 1974; Manuel Mendanha, Buenos Aires, 1976), conviven con otras doce pinturas de Luis Ouvrard (Rosario, 1899-1988) realizadas entre 1966 y 1986. En un recorrido que semeja un bosque escenográfico, los paisajes tupidos, inquietantes y de gran escala de Mondongo se contraponen las obras de pequeña escala de Ouvrard que, sobre una mágica pampa santafesina, llaman la atención sobre los frutos de la tierra.

Sala Chaile. La vida que explota / Gabriel Chaile, Claudia Alarcón y Silät. Curadora: Andrei Fernández. Esta sala propone un diálogo entre el conjunto escultórico de cinco seres antropomorfizados que Gabriel Chaile presentó en la Bienal de Venecia en 2022 y las obras textiles de la artista wichi Claudia Alarcón y el colectivo de tejedoras Silät. Las criaturas totémicas de Chaile llevan los nombres de los miembros de su familia y son el resultado de un proceso de mutación que comienza con la fascinación por el poder de la imagen y la sugestión del lenguaje estatuario. En diálogo con estas esculturas, se presentan aquí piezas de arte textil de la artista salteña Claudia Alarcón y del colectivo de tejedoras Silät, que reúne a mujeres wichis que luchan por la defensa de la memoria colectiva y la creatividad de su cultura.

Reserva técnica. Acto reflejo / Amadeo Azar. Ajeno al de la exhibición tradicional museística, Azar pone en primer plano obras de artistas como Alejandra Seeber, Jorge Gumier Maier, Magdalena Jitrik y Liliana Maresca, entre otros. Reinventándolas en sus pinturas, transforma el significado original de las obras, conectando arte y naturaleza y generando poderosos desplazamientos de sentido. Se trata de un homenaje a otros artistas y también a una historia en común que los une.

Salas del Bosque. Mueble escultura. Curadoras: Cinthia Kazez y Lucila García de Onrubia. Artistas: Agustina Woodgate, Benjamin Felice, Daniel Basso, Deon Rubi, Federico Cantini, Florencia Sadir, Gabriel Fortunato Chalabe, Grupo Bondi, Item, Marcolina Di Pierro, Mariela Vita, Marina Ercole, Ramiro Quesada Pons, RIES, Sietes y Sofía Durrieu. Las piezas exhibidas desdibujan la funcionalidad con un uso imaginado, una interacción no predeterminada, guiada por el deseo de explorar: almohadas de cemento que desafían la percepción de confort, una moldura de crema gigante como asiento urbano, un dispositivo que provee bolsas de agua potable, criaturas que invitan a descansar sobre ellas, un tótem para trepar y reposar, muros de ladrillos de barro que guardan técnicas antiguas y mensajes, mesas que se niegan a sostener objetos.