Beatriz Sarlo, una escritora en las orillas

Beatriz Sarlo, la máxima maestra, ensayista, escritora y defensora de la educación en Letras ha dado un paso más allá de sí. A sus amigos, alumnos y compañeros nos queda la tarea de enseñar a leer a las próximas generaciones.

Beatriz Sarlo Foto: NA

Beatriz Sarlo, la máxima maestra, ensayista, escritora y defensora de la educación en Letras ha dado un paso más allá de sí. Ahora el culto que se le dará será la lectura de su obra lúcida. Cada uno de sus alumnos releerá aquellos libros que los acompañaron y ayudaron en la tarea de enseñar a leer. Entre tantos, elijo el de tapas azules, el Borges en las orillas, subrayado y despegado de tan trajinado.

Dice allí Beatriz: “Este libro resulta de cuatro conferencias que di en la Universidad de Cambridge, en 1992. De ese género, el de la conferencia, conserva la marcha de la argumentación y el eco de la oralidad. Al hablar precisamente allí, y en inglés, sobre Borges, tuve una impresión curiosa. En el marco de esa universidad inglesa, una argentina hablaba de un escritor argentino a quien hoy se considera 'universal'. En efecto, Borges, desde aquellos lejanos años cincuenta cuando traducciones de algunos textos suyos aparecieron en Les Temps Modernes, pasó a formar parte de un reducido grupo de escritores, conocido (más conocido que leído, como corresponde al trabajo actual de la fama) en el mundo entero. Fuera de las condiciones que rodean a sus textos en la Argentina, Borges casi ha perdido su nacionalidad: él es más fuerte que la literatura argentina, y más sugestivo que la tradición cultural a la que pertenece. Si Balzac o Baudelaire, si Dickens o Jane Austen parecen inseparables de algo que se denomina 'literatura francesa' o 'literatura inglesa', Borges en cambio navega en la corriente universalista de la 'literatura occidental'.

Las razones son muchas, pero me gustaría exponer la que considero principal: como están las cosas, la imagen de Borges es más potente que la de la literatura argentina, por lo menos desde una perspectiva europea. (…) La reputación de Borges en el mundo lo ha purgado de nacionalidad. A ello contribuye, sin duda, la rara perfección con que la escritura de Borges resuena en una lengua como el inglés: podría pensarse que esta lengua lo restituye a su origen cultural, o, si no a su origen, por lo menos a una de sus raíces.

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Como sea, las conferencias en la Universidad de Cambridge me enseñaron esto (que debería haber sabido antes) y pude volver a comprobarlo cada vez que encontraba las ediciones de bolsillo de Borges junto a los clásicos antiguos y modernos, sin excepción, en los anaqueles de todas las librerías que recorrí en Inglaterra. Lo que digo no es novedoso y puede ponerse en la cuenta de una provinciana ingenua. Sin embargo, experimenté al mismo tiempo la sensación de que algo de Borges (por lo menos del Borges que leemos en la ciudad que él amó, Buenos Aires) se diluía en este proceso de triunfal universalización. Leer a Borges como un escritor sin nacionalidad, un grande entre los grandes, es, por un lado, un impecable acto de justicia estética: se descubren en él las preocupaciones, las preguntas, los mitos que, en Occidente, consideramos universales. Pero este acto de justicia implica al mismo tiempo un reconocimiento y una pérdida, porque Borges ha ganado lo que siempre consideró suyo, la prerrogativa de los latinoamericanos de trabajar dentro de todas las tradiciones, y ha perdido, aunque sólo sea parcialmente, lo que también consideró como un dato inescindible de su mundo, el lazo que lo unía a las tradiciones culturales rioplatenses y al siglo XIX argentino.” (Borges, un escritor en las orillas. Buenos Aires: Ariel, 1995.)

A sus amigos, alumnos y  compañeros nos queda la tarea de enseñar a leer a las próximas generaciones, a las que están en otras orillas y, con el aporte de su Obra, quiera Dios que podamos lograrlo, porque como ella dijo en 2017 “Hay que poner énfasis en la doble escolaridad con al menos 6 horas en la escuela. Con lo cual los chicos muy pobres, que son entre el 40 y 50%, tengan la posibilidad de tener el desayuno y el almuerzo. Además de eso, se garantizaría que se pueda aprender alguna lengua extranjera o leer un texto en castellano. Para eso es ineludible aumentar los salarios docentes. No pueden andar asfaltando La Pampa sin poner el dinero en la educación. Hay que analizar cuáles son las prioridades de un país. La tercera cuestión es que los chicos que están bajo la línea de pobreza tengan todos los incentivos posibles para estar en las escuelas.”