Se necesita un muy cauto optimismo
Se considera que una vacuna contra el coronavirus podría llegar para 2021, pero que ésta podría llegar para mitigar el sufrimiento.
La presente pandemia ha llevado tragedia, ansiedad e incertidumbre a muchos hogares. Pero ello no significa que se justifique abonar falsas ilusiones de que surgirá una vacuna que, pronto y necesariamente, ofrezca una solución providencial a la vuelta de la esquina-un silver bullet. Tal expectativa podría resultar en una inoportuna desatención de los esfuerzos por acomodar la realidad del virus.
Científicos y practitioners están llegando a la conclusión de que una probable futura vacuna podrá llegar a mitigar el sufrimiento de muchos, aunque no de todos, hacia fines de 2021. Este escenario es cada vez más compartido por personas bien informadas cuya percepción de la realidad no está empañada por subjetividades.
Esto simplemente resulta de que los frutos de esfuerzos científicos en curso por alcanzar una vacuna contra el coronavirus, lejos de emanar de algoritmos deterministas que aseguren resultados en tiempo y calidad, son producto de procesos altamente heurísticos y serendípicos, esto es, que descansan en buena medida en el tanteo, las aproximaciones sucesivas, la prueba y el error y la chance.
Una probable futura vacuna podrá llegar a mitigar el sufrimiento de muchos, aunque no de todos, hacia fines de 2021
En primer lugar, los resultados no consistirán en éxitos o fracasos en toda la línea, sino en algo intermedio. Segundo, esos resultados no serán definitivos sino, probablemente por mucho tiempo, de carácter experimental y recursivo. Y tercero, y esencial, las cuestiones relativas a la distribución de la futura vacuna no serán dirimidas en los estrados científicos, sino mayormente en la esfera de las decisiones geopolíticas, estratégicas y de las relaciones de poder.
La responsable de la estrategia británica de desarrollo, producción y distribución de la vacuna, Kate Binhgam, ha advertido contra alimentar esperanzas de que la futura vacuna inmunice por tiempo indefinido o que provea inmunidad total. Por el contrario, sería más sensato esperar que la inmunidad sea parcial, e incluso que apenas llegue a mitigar los síntomas del virus, reduciendo fatalidades, y que, tras una primera inoculación, sea necesario recurrir a una segunda que, a su vez, también produzca efectos de corta duración, así como al concurso de boosters (coadjuvants) suplementarios.
Así, a pesar de las buenas expectativas vinculadas a las pruebas clínicas de fase 3 ya iniciadas o por iniciarse por parte de varios laboratorios y centros científicos, como Moderna, Novavax y los consorcios Pfizer-BioNTech y Universidad de Oxford/AstraZeneca, se recomienda mucha cautela en la interpretación de los resultados, a raíz de la mengua más o menos rápida de la inmunidad resultante tras escasas cuatro semanas, declinación que parece ser mayor en el caso de Sars-Cov-2 que en el de Sars-Cov-1.
No se pierde la esperanza de alcanzar una vacuna de efectos plenos tras un par de dosis, pero esta esperanza no parece muy realista por ahora, especialmente en vista de que aún no se han alcanzado a producir vacunas contra ninguna cepa del coronavirus.
Los investigadores no descartan que las primeras vacunas permitan reducir la incidencia de las hospitalizaciones más bien que la de las infecciones
Los investigadores no descartan que las primeras vacunas permitan reducir la incidencia de las hospitalizaciones más bien que la de las infecciones lo cual, desde luego, constituiría un logro muy apreciable por cuanto se reduciría la magnitud de las disrupciones de los sistemas de salud y del funcionamiento de la economía en general. Pero ello no evitaría la necesidad de mantener protocolos preventivos disciplinados de comportamiento por parte del grueso la población en general. Tampoco se descarta la posibilidad de que lleguen a existir algunas sinergías entre las diversas vacunas, de manera que su aplicación conjunta permita alcanzar mejores resultados de los que emanen de cada una de ellas en particular. Esto nos llevaría bien de lleno al espacio de la heurística y la serendipia.
Se agrega a todo lo anterior lo que constituye aún indiscutiblemente la mayor cuestión pendiente; esto es, la ausencia de una acción global que asegure el suministro de la(s) futura(s) vacuna(s) a todos los habitantes del planeta a partir de la facilitación de su acceso a los muchos miles de millones de dosis que serán muy probablemente necesarias. Esto, desde luego, resulta del "nacionalismo de las vacunas" practicado por países líderes-ya discutido en esta columna.
*Profesor de Políticas de Innovación Tecnológica (UBA).