NEGOCIACIONES, PROMESAS Y PRESIONES CONTRARRELOJ

Ucrania tres años después, ¿el final menos pensado?

Después de tildar de “dictador” a Zelenski, Trump sostuvo que “si quisiera, Putin podría quedarse con todo el país”. EE UU ningunea a Europa en las conversaciones de paz y su viraje descoloca incluso a sus aliados más obsecuentes.

EN RIAD. El secretario de Estado, Marco Rubio, y el ministro de Relaciones Exteriores, Sergey Lavrov, iniciaron conversaciones para lograr una tregua en la guerra que disputan Ucrania y Rusia. Foto: CEDOC PERFIL

En vísperas de su tercer aniversario, la guerra que libran Rusia y Ucrania puso al descubierto de manera abrupta esta semana lo volátiles que pueden ser las alianzas y pactos entre países, cuando quedan a merced de liderazgos dispuestos a patear y/o rediseñar el tablero internacional según sus propios intereses. 

Los virajes estratégicos y la mutación ideológica se hace más estridente cuando quien los encarna es la potencia más influyente del planeta, no sólo por las redefiniciones de alianzas y contrafrentes, sino por la forma en que pueden quedar descolocados quienes adhirieron de forma ampulosa a las posturas del poderoso, en un seguidismo incondicional y acrítico.

Mucho de ello ocurrió esta semana con un vértigo que no da tregua a quienes tratan de justificar lo incomprensible o ensayar explicaciones a lo asombroso.

La reunión concretada el martes pasado en Riad entre delegaciones de Estados Unidos y Rusia, que encabezaron sus respectivos responsables de política exterior, el secretario de Estado Marco Rubio y el canciller Sergei Lavrov, podría enmarcarse en la anunciada intención del actual jefe de la Casa Blanca, Donald Trump, de normalizar relaciones con Moscú. 

Ese acercamiento, con el trasfondo latente de la guerra iniciada hace tres años en suelo de Ucrania, también era previsible en función de los vínculos que Trump tuvo en su primer mandato (2017-2021) e incluso antes con su par ruso, Vladimir Putin, y a partir de la promesa de campaña del magnate de que resolvería en cuestión de días el conflicto que golpea al norte de Europa.

Lo que no se esperaba era que, en las negociaciones llevadas a cabo en la capital saudí, que siguieron a un diálogo telefónico del 12 de febrero entre el mandatario estadounidense y el jefe del Kremlin, no se invitara a participar a Ucrania ni que se ninguneara de modo ostensible a Europa, cuyos países han tomado parte y padecido en este tiempo los “daños colaterales” de la contienda.

Mucho menos se preveía la catarata de definiciones y calificativos que desde el miércoles fue vertiendo Trump acerca de la disputa, sus actores y lo que él considera como supuestos básicos o condiciones necesarias para su paz prometida. Ese día, el gobernante republicano tildó de “dictador” a su par ucraniano, Volodimir Zelenski, por no haber llamado a elecciones el año pasado, cuando expiraba el mandato para el que fue elegido, a lo que desde Kiev se respondió indicando que la vigencia de la Ley Marcial, impuesta a raíz de la guerra iniciada en 2022, impedía la realización de comicios.

 

Burbujas y dardos

El menú de dardos contra el jefe del gobierno de Kiev lanzados desde Washington incluyó las afirmaciones de que Zelenski sólo contaba hoy con un cuatro por ciento de apoyo, o que integrantes de su Ejecutivo habían desviado una parte considerable de la ayuda económica brindada por Estados Unidos para beneficios personales.

Sin salir del estupor por el destrato proveniente del país sin cuyo apoyo no habría resistido hasta ahora, Zelenski (cuyos orígenes de comediante también repasó Trump en sus diatribas) ensayó una estéril protesta por no haber sido convocado a la reunión de Riad y acusó al magnate de vivir en una burbuja de “desinformación” creada por Rusia.

Sea cual fuera la razón de su postura, lo cierto es que sentado en el Despacho Oval, el actual presidente de Estados Unidos sumó día tras día frases festejadas en Moscú y que hicieron ruido en varias capitales occidentales del Viejo Continente, uno de cuyos principales motores –Alemania– afronta hoy una elección crucial.

Después de tildarlo de “dictador sin elecciones”, Trump instó a Zelenski a negociar rápido la paz porque, de lo contrario, “no le quedará país”.

“Putin quiere llegar a un acuerdo y no tiene que llegar a un acuerdo, porque si quisiera, se quedaría con todo el país”, sostuvo el magnate norteamericano en una entrevista concedida este viernes a Fox Radio.

Sus dichos reafirmaron las críticas al presidente ucraniano pero también al expresidente demócrata Joe Biden, mientras aseguraba que si él hubiera sido el jefe de Estado en 2022 la invasión de Rusia a su vecino nunca se hubiera producido.

Más allá de sus argumentos contrafácticos, Trump volvió a insistir –en coincidencia con el Kremlin– en que Ucrania no puede ser miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan), como planteó Kiev hace poco más de tres años dando pie a las razones de seguridad y defensa propia que formaron parte del abanico de justificaciones con que Putin ordenó “las operaciones militares especiales” que abrieron esta Caja de Pandora.

“Creo que el presidente Putin y el presidente Zelenski deberían sentarse juntos… Queremos detener la muerte de millones de personas. Si vieran las imágenes del campo de batalla por satélite… Nunca se ha visto algo así. Están muriendo miles de soldados cada semana. Por eso quiero un alto el fuego y quiero cerrar un acuerdo y creo que tenemos oportunidad de lograrlo”, aseguró Trump en la misma entrevista en la que evitó calificar al mandatario ruso como dictador.

 

Futuro hipotecado

Para entonces, Zelenski había salido al cruce de dichos de Trump que aseguraba estar muy cerca de firmarse un acuerdo para que Ucrania ceda a Estados Unidos recursos naturales, minerales y tierras raras que son claves para el desarrollo de nuevas tecnologías, a cambio de la ayuda norteamericana. El gobernante ucraniano condicionó la firma de ese acuerdo a que Washington mantuviera ese apoyo a Kiev, que además de pertrechos militares y logística se tradujo en miles de millones de dólares. De concretarse el arreglo, ¿daría pie a otro volantazo en la marcha del conflicto?

Mientras, en la cumbre ultraconservadora escenificada por estas horas en Estados Unidos también se evidenciaron sugestivos gestos, silencios o hasta cambios de postura acerca de esta guerra de tres años.

Elon Musk, el influyente megamillonario que se estrenó hace poco más de un mes como funcionario del equipo de Trump, acusó a través de su red social ‘X’ a Zelenski de ser el responsable de la muerte del periodista chileno-estadounidense Gonzalo Lira, crítico de las autoridades de Kiev.

En esa Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) tomaron parte, entre otros, la británica Liz Truss, fugaz primera ministra libertaria, o el español Santiago Abascal, de Vox. Allí personajes como Steve Bannon (cultor de la posverdad y artífice de la victoria de Trump frente a Hillary Clinton en 2016) repitieron un saludo con el brazo derecho extendido, de inevitable rasgo nazi, como el que el propio Musk lanzó el 20 de enero en los actos de cambio de mando. Ucrania y su mancillada integridad territorial no fueron tema de discusión.

Ni siquiera para el presidente Javier Milei, que tuvo a Zelenski como uno de los pocos jefes de Estado que viajaron a Buenos Aires a su toma de posesión, en diciembre de 2023, y a quien recibió como paladín del mundo libre frente al plan expansionista de un exoficial de la KGB. El mandatario argentino pareció más preocupado por el show montado con la entrega de una motosierra como regalo al magnate Musk o atento a una posible foto con Trump, que dispuesto exteriorizar alguna diferencia con aquel ante quien sobreactúa un alineamiento ultracarnal.

 

Javier Milei se reunió con Donald Trump en la CPAC y hablaron sobre sus “innovadoras reformas económicas”

 

 

Los platos rotos

 

Europa, en cambio, trata de hacer un control de daños tras haber quedado también afuera de la conversación inicial por el eventual fin del conflicto. El presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro británico, Keir Starmer, viajarán esta semana a Washington para plantear las inquietudes de un continente que sufrió consecuencias de la guerra y teme posibles secuelas si su final no los tiene en cuenta. Lo que suceda hoy en Alemania tendrá un papel relevante en la confección del nuevo rompecabezas continental y sus posicionamientos en este tema.

Ayer, durante una alocución en un acto público, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, fijó una postura que muchos de sus colegas continentales comparten. “En esta guerra entre Putin y Ucrania hay un agresor y un agredido… Ni la ley del más fuerte, ni la del salvaje Oeste resolverán el conflicto”, sostuvo el mandatario socialista, quien agregó que “el objetivo debe ser una paz justa y duradera, que ha de contar con los ucranianos y los europeos”.

“Someterse al agresor no va a traer la paz sino futuras y más grandes agresiones”, afirmó Sánchez. Una sentencia en la que quizá asoma el lamento tardío de muchos líderes europeos que se subordinaron a la estrategia, los planes y pasos dados por Estados Unidos para retomar un liderazgo unilateral desde la Otan, y que ahora temen cargar con parte de los costos de una conflagración que pocos imaginaron tan cruda y duradera.