PUNTO DE VISTA

Milei y Trump, epílogos (no iniciadores) de una época

La Historia nos plantea misterios a elucidar. El primero y central es saber si estamos ante continuidades o finales, perpetraciones o cambios de épocas. Si un discurso o una propuesta política representan un cambio real o, en verdad, una jugada envolvente por la que los viejos privilegios se adecuan a nuevas retóricas para permanecer en ellos.

Sebastián Zurutuza: “Mientras Milei defiende una apertura total, Trump protege a su industria nacional con aranceles” Foto: Agencia NA

Las conversaciones de la política con la Historia arrojan siempre interrogantes interesantes. En este, nuestro tiempo, muchos se arrogan condiciones proféticas y clarividencia con inusitados argumentos, valoraciones y afirmaciones. Una línea política emergió en el mundo proclamando la necesidad de pasar a una nueva tierra prometida, en que su mentada “libertad” hará manar, por sus implicancias, leche y miel sobre las naciones.

La Historia, ante esto, nos plantea misterios a elucidar. El primero y central es saber si estamos ante continuidades o finales, perpetraciones o cambios de épocas. Si un discurso o una propuesta política representan un cambio real o, en verdad, una jugada envolvente por la que los viejos privilegios se adecuan a nuevas retóricas para permanecer en ellos.

La Argentina es una comprobación del estancamiento causado por la falta de claridad en estos procesos. Mientras más borrosos y turbios, mientras mayor es la confusión en el terreno de las ideas, peor política, peor economía. Ahora, la figura de Javier Milei importa para amplios sectores una esperanza de algo distinto. Por diversos motivos, muchos envuelven –con los peligros que eso conlleva– al periodo democrático en una misma bolsa, adjudicándole todas las frustraciones económicas y sociales. Por tanto, corresponde tirar ese régimen al tacho y abrazar lo “nuevo”.

¿Esto es así?

Será en función de las características del sistema “anterior” que podremos comprobar si los Milei, los Trump, los Orban representan cambios reales o una lamentable continuidad. El primer aspecto sobresaliente de ese sistema es la desigualdad social. Oxfam acaba de lanzar su prestigioso informe, titulado ‘El saqueo continúa’, con cifras que tiran por tierra cualquier discurso que atribuya culpas a las políticas “socialistas”: el 1% más rico del mundo posee el 45% de las riquezas totales, mientras que la cantidad de pobres sigue sin variar desde 1990.

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Denuncia las mentiras del relato del esfuerzo como causa de esas riquezas, ya que son las herencias, la corrupción y los comportamientos monopolísticos los verdaderos causantes de los privilegios de los milmillonarios, los mismos que blindan discursivamente su posición mediante el ambiente tóxico de odio y discriminación de las redes sociales.

El segundo es el cambio climático. 2024 fue el año más caluroso desde que se tienen registros, siendo el décimo consecutivo en romper récords. Peor aún, se superó la media de 1,5°C estipulada en los Acuerdos de París. La política mundial, sometida a este desafío, opta por agravarlo: ahí están las crisis por el uranio y los minerales en África, por el petróleo en Asia Occidental, la naciente disputa por el control del Ártico y del Canal de Panamá, entre otros.

El tercer aspecto preponderante es positivo y rompe con los anteriores: implica reconocer los innumerables avances que, merced al progreso de todas las ciencias, disfrutamos los seres humanos. Desde vacunas y remedios hasta aires acondicionados y celulares, nuestras vidas se han alargado y tenemos a disposición herramientas únicas para acceder a la información y la cultura, pese a los riesgos y problemas que traen aparejados (agravados ahora con la inteligencia artificial).

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Atendiendo a los dos primeros aspectos, debemos coincidir que la nueva ola de extrema derecha no los viene a solucionar, sino al contrario. En nuestro país, las medidas fueron desde la entrega de nuestros recursos (el RIGI) hasta la desprotección de pymes, jubilados y minorías. Si atendemos a la ciencia y la tecnología (el tercer aspecto), la resolución fue desfinanciar las universidades, con lo que eso implica tanto para la investigación y el desarrollo económico como para la movilidad social ascendente de cientos de miles de familias.

En apretada síntesis, a cada verdadero desafío que nos presenta este tiempo histórico, no responden las nuevas autoridades con espíritu de cambio, sino exactamente al contrario. Detrás de estas medidas se esconden viejos privilegios al asalto de más y más poder, azuzados por la desorientación y la frustración colectivas.

Curiosamente, ha sido el sistema republicano y democrático el mayor garante de los progresos y el mejor escudo para enfrentar la corrupción y las injusticias. La forma de llevarse contra los pilares de ese régimen determina de qué lado se posiciona un político en la contradicción fundamental entre democracia y autoritarismo. No es azaroso que Milei y Trump (como antes Cristina Fernández) se las agarren contra la prensa, se inmiscuyan en la justicia, operen opacamente los servicios de inteligencia. En este punto se comprueba que la Argentina –y muchos países del mundo– continúa su retroceso.

Son epílogos de una cultura que ya fracasó y que, de no mediar cambios, lo hará de nuevo. La mala política no puede traer resultados en lo económico ni en ningún campo. Muchos trabajamos con la esperanza puesta en lo verdaderamente nuevo. Un modelo apoyado sobre bases morales, construido desde la pacífica fuerza de la razón que da pie a la diversidad, en lugar de la violencia, las sectas y los falsos profetas.

Debieran saber los líderes actuales –antes que sea demasiado tarde– que también Calígula y Nerón (o Juárez Celman, o Menem) fueron populares un tiempo, antes de terminar, incendios y crisis mediante, con la dinastía de los Julios Césares.

(*) Integrante del bloque de la UCR en el Concejo Deliberante