La soledad de las madres
Un juicio histórico por una causa inadmisible de muertes de bebés en un hospital provincial merece un acompañamiento cercano, empático, humano con las madres y los padres, también víctimas del peor de los dramas.
Un juicio histórico por una causa inadmisible de muertes de bebés en un hospital provincial merece un acompañamiento cercano, empático, humano con las madres y los padres, también víctimas del peor de los dramas.
Pasó la primera semana de audiencias y, si bien hubo expresiones públicas en redes sociales de algunos dirigentes políticos, apenas un par (o sea, dos) concurrieron a Tribunales a brindar su apoyo a los familiares de los bebés que perdieron la vida por motivos aún no explicados en el juicio.
La justicia, como espacio de búsqueda de verdad y reparación, debería ser el punto de convergencia para quienes representan a la sociedad. Sin embargo, en estos primeros días se evidenció un vacío. La ausencia de dirigentes políticos y organizaciones de todos los sectores no sólo es llamativa, sino profundamente reveladora.
El 8 de junio el Ministerio ya tenía identificados los 13 casos de bebés atacados
En un contexto donde las madres que perdieron a sus hijos buscan respuestas y justicia, la falta de acompañamiento institucional demuestra una desconexión alarmante entre quienes ejercen el poder y las necesidades de las víctimas. ¿Es el verano, enero, el calor y las vacaciones excusas válidas para desentenderse de una tragedia que sacudió a toda la sociedad?
Víctimas de otras tragedias derivadas de la violencia institucional sí estuvieron presentes. Los papás de Blas Correas, Soledad Laciar y Fernando Blas Correas, decidieron acompañar. Lo mismo hicieron Nassia y Gustavo, los padres de Alexa, la adolescente que quedó parapléjica en el choque protagonizado por el exlegislador y exministro Oscar González.
Este gesto de solidaridad entre quienes han sufrido violencia por parte del sistema gubernamental contrasta dolorosamente con el desinterés de quienes, desde sus espacios dirigenciales, podrían haber hecho algo más. Todavía están a tiempo.
La empatía no debería tener receso estival. Es hora de que el compromiso trascienda las cámaras y los posteos en redes sociales. La humanidad debe prevalecer.
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