OPINIÓN

La muerte de Maradona: a cuatro años de aquella “fake”

Con Diego no solo se iba el que alegró al pueblo con su zurda mágica, sino el héroe sin capa, el que le dio esperanza al maestro mayor de obra, el único que se reveló contra el verdadero poder.

. Foto: CEDOC PERFIL

Me levanté bien tarde aquel 25 de noviembre porque la pandemia nos había malacostumbrado. Me hice un café y me senté a leer las noticias en la compu. Y, aunque pasaron ya cuatro años, todavía me estremece el titular, en grandes letras blancas sobre un fondo negro: “Murió Maradona”, se podía leer.

Dejé de respirar. Confieso que me paralicé por completo. No hubo un mar de lágrimas, al menos en lo inmediato, ni mucho menos. Solo un café tambaleante en mi mano izquierda y una incredulidad que no cabía en mi casa. “Murió Maradona”, se podía leer; escrito así… sin ninguna letra chica que aclarara que la promoción no aplica a inmortales, que la casa se reservaba el derecho de admisión o lo que fuere. “Murió Maradona”, se podía leer. Y, como un imbécil, durante algunos días lo creí. Anduve llorando a escondidas frente al espejo del baño, reservando para la intimidad ese duelo que mi mujer y mis hijas no podrían entender.

Con Diego no solo se iba el que alegró al pueblo con su zurda mágica, sino el héroe sin capa, el que le dio esperanza al maestro mayor de obra, el único que se reveló contra el verdadero poder, el que entró a un frenético túnel en Fiorito en el acoplado de un viejo camión desbordado de pibes que compartían los mismos sueños, y el que salió de ese túnel en una Ferrari que hizo pintar de negro.

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Y de ese túnel no se puede salir ileso, como si nada. ¿Es tan difícil de entender? Algunos te pretendieron “modosito”, Diego. Todavía no perdonan tu carácter contestatario, ni ese atrevimiento de decir lo que se te canta. “¿Qué habla éste? Si salió de una villa”. Si lo habré escuchado decir… Lo mismo que aquello de que “como futbolista es el mejor, pero como persona…”. No hay detector de boludos más infalible que ese. Prefiero no contestarles, pero me gustaría decirles que fuiste el mejor jugador de la historia y, como persona, un poquito mejor todavía.

¿Quién te puede juzgar, Diego querido? Si muchos de tus detractores solo se miran el ombligo y creen que “juntarla” es lo único que importa en la vida. No saben que vos manejaste a toda velocidad para salvarle la vida a Pedro Damián Monzón, que conocés la historia de los pibes que jugaron contra vos los torneos Evita, que nunca fuiste un “botón” ni le tuviste lástima a nadie, que sin dudarlo te metiste en el barro y en cada chiquero al que te convocaron para darle una mano a quien sea.

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Dicen que hay muchos Maradona. Para mí Diego fue uno, único. No habrá ninguno igual. Por eso aquel mediodía, hace cuatro años, me hice bolsa. Hubiera dado hasta lo que no tengo para sentarme un rato al lado tuyo, cebarte unos mates y agradecerte por las alegrías, pero sin la obsecuencia de los amigos de ocasión; solo con la gratitud del que es capaz de descubrir contradicción humana en el que algunos tratan como Dios, y eternidad en el que otros ven como alguien que, algún día, será olvidado.

Pero eso nunca sucederá. Su nombre, Diego Armando Maradona, será cada vez más grande con el paso de los años y aquellas letras blancas sobre un fondo negro –las que mentían diciendo que “Murió Maradona” – ya son vocablos sin sentido, que resistieron menos que Shilton en pie, después del último amague.

Gracias capo. Abrazo al infinito.

 

(*) Pablo Giletta - Director de Radio Continental Córdoba