UN PARTIDO, UNA HISTORIA

El sueño del pibe: jugó con Maradona en el último partido del 10 en Córdoba

Se cumplió una década de la visita de Diego Armando Maradona para un partido a beneficio en la ciudad de Río Tercero. Esa noche fría quedó en la memoria por el golazo que le hizo a César Labarre, pero también por cómo se divirtió. Alejandro Rópolo pagó para jugar ese partido y se llevó una de los momentos más recordados de su vida.

. Foto: CEDOC PERFIL

Ya pasó una década de aquella visita inolvidable de Diego Armando Maradona a la ciudad de Río Tercero. Fue una noche de mucho frío y abrigos, pero con un calor especial por la presencia del otrora capitán de la Selección nacional. Diez años han transcurrido pero en la memoria de quienes estuvieron presentes, entre ellos quien relata esta crónica, siguen apareciendo imágenes y anécdotas que se han hecho eternas.

Fue el 24 de julio de 2014 en el coqueto estadio de Sportivo 9 de Julio, con motivo de un partido a beneficio. El ‘Pelusa’ compartió el terreno de juego con amigos y otros exjugadores como Luis Fabián Artime, Oscar Dertycia, Gustavo ‘Tano’ Spallina, Daniel ‘Miliki’ Jimenez, Víctor Hugo Sotomayor, Federico Lussenhoff, José Luis Villareal, Norberto Testa, Leonardo Torres y Osvaldo ‘Chiche’ Sosa, como así también el exboxeador Santos Falucho Laciar, entre otros. Y entre ese “otros” hubo un personaje particular que se llevó la mirada de todos, incluso del propio Maradona.

Se trata de Alejandro Rópolo, quien en su época de adolescente y juventud se destacó en la zona de Embalse por ser goleador, pero por sobre todas las cosas por su fanatismo por Boca y por el ‘Diez’. Él se enteró de la visita de su ídolo y agendó la fecha para no perdérselo. Pero grata fue su sorpresa cuando supo que había unos cupos para poder jugar el partido. Movió cielo y tierra, juntó dinero y compró uno de esos cupos.

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A diez años de aquel juego en el ‘Aniceto Hortal’, PERFIL CÓRDOBA dialogó con Rópolo, quien hasta hace unas semanas era el director técnico del primer equipo de Fitz Simon de Embalse, localidad que se encuentra a 36 kilómetros de Río Tercero. “Mi participación se gestó a través de un organizador que sabía de mi fanatismo por el Diego. Había cupos y pagando un monto se podía participar y no lo dudé. Sabía que era ahí o nunca”, comienza a relatar.

Ansiedad
Los días previos al partido no fueron sencillos para el protagonista de esta historia, ya que tenía muchos nervios. La ansiedad le estaba jugando una mala pasada. “Cuando me dijeron que tenía mi lugar confirmado me largué a llorar”, confesó. Y agregó: “Lloraba de los nervios y rogaba que no me pasara nada hasta el día del partido”.

Y no pasó nada. Sin embargo, no estuvo tranquilo hasta que entró a jugar. Aunque, previamente la emoción de ver al héroe de México 1986 ya estaba generando múltiples sensaciones. Maradona la rompió esa noche. Jugó (tal vez) sabiendo que mucha gente lo estaba viendo por primera y última vez. Se divirtió. Regaló chiches por doquier, al igual que sonrisas y muecas. Tenía 53 años y en el estadio había algo más de dos mil personas: la mayoría se encontraban al borde de la línea de cal. Tan caótico como fabuloso. Se vio a una Maradona feliz, que se dio el gusto de convertirle un golazo de emboquillada a César Labarre. Nada es casualidad: el ‘Teto’, ex Belgrano, también fue el arquero del último gol de jugada de Diego como profesional, en un Boca-Belgrano del 9 de junio de 1996 en la Bombonera. Aquel, también había sido un golazo.

Rópolo miraba desde un costado, nervioso. No sabía dónde poner las manos. Sus piernas, que tantos goles habían hecho en diversas canchas, tiritaban. Es que estaba a punto cumplir un sueño. Tenía una camiseta gris y Maradona una azul. No iban a ser compañeros pero no le importaba. Entonces, llegó el momento: le dijeron que entrara. Pegó un saltito y pisó el césped. Corría para todos lados ¿Corría atrás de la pelota? No, corría absorto atrás de aquel que le regaló días felices con una pelota. Se puso al lado de Maradona y lo abrazó, no se pudo contener. Y el ‘Pelusa’ le dijo: “¿Qué hacés, pelado?”.

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“Hoy, tantos años después, solamente recuerdo el momento en el que entré corriendo directamente a buscarlo para abrazarlo y saludarlo. Se me cruzan algunos momentos en la memoria cuando pudimos hablar, porque lo seguí todo el segundo tiempo a él, nada más. No recuerdo haber tocado la pelota”, relata y se ríe como un niño recordando una picardía. Y continúa: “Hubo una jugada, en un tiro libre, que me paré adelante de la pelota y me empujó en tono de broma. Me decía que yo no había jugado, sino que había llorado todo el partido”. Y tenía razón. Rópolo lloró antes, durante y después del partido.

Eterno
Diego Armando Maradona falleció en noviembre de 2020. Pero el Diego dejó millares de recuerdos y anécdotas, que se descubren semana a semana, como si hubiese dejado huellas escondidas para que todo el tiempo lo redescubramos y no lo olvidemos. Esa noche en Río Tercero es una de esas tantas escenas ‘maradoneanas’ de lo que hizo en el corazón de quienes lo amaron.

“Esa noche no dormí. Miraba las fotos, videos, publicaciones. Lloraba de alegría. Era el sueño de toda mi vida, tantos momentos soñando con verlo y abrazarlo que al fin lo había logrado. Y además en una cancha, fue el momento más feliz qué me dio el futbol. Lo comparo con los nacimientos de mis hijos y haber ido a la cancha de Boca con mis viejos y mi señora”, recuerda Rópolo, a quien todavía en Rio Tercero, Embalse y la zona lo recuerdan por su presencia en aquel partido donde Maradona hizo su último gol en la provincia de Córdoba... ¡Y fue un golazo!