El peronismo y su capacidad histórica de sumar
En un mundo marcado por profundas desigualdades y cambios vertiginosos, sus enseñanzas sobre la previsión y la adaptación continúan siendo aplicables para aquellos dirigentes que quieran sumar para construir.
Soy peronista desde chico, dirigente del Partido Justicialista de Córdoba Capital y vengo trabajando desde hace décadas bajo los valores de la igualdad y la justicia social.
Por esto, en la conmemoración de la muerte del General Domingo Perón, encuentro una oportunidad para reivindicar su legado. No exagero al sostener que uno de sus mayores obras fue fundar una doctrina de Estado con capacidad de sumar en cada etapa de nuestra historia.
El peronismo significó un movimiento político, social y cultural que sumó en nuestra patria de mediados del Siglo XX y sigue sumando en la Argentina del nuevo siglo. Su líder, inigualable estadista dejó una huella imborrable en la historia colectiva que lo vuelve a traer al presente.
Antes de su irrupción en la vida política, la Argentina era un país con profundas desigualdades sociales y económicas, donde la justicia social era una aspiración distante para muchos. Con la llegada de Perón al poder en 1946, el país inició un proceso de transformación sin precedentes, enfocado en la inclusión social, la justicia y el desarrollo industrial.
Perón fue un líder estratégico, adelantado a su tiempo y un verdadero visionario. Su legado se basa en principios fundamentales como la justicia social, la promoción de la industria nacional, los derechos de los trabajadores y la inclusión verdadera de todos los sectores de la sociedad.
La relevancia del pensamiento de Perón se mantiene vigente en la Argentina contemporánea. Sus ideas sobre la soberanía y las políticas redistributivas cobran vigencia. Su defensa a la educación pública , la ciencia y la tecnología, su compromiso ambiental y la justicia social siguen siendo una guía para muchos.
En un mundo marcado por profundas desigualdades y cambios vertiginosos, sus enseñanzas sobre la previsión y la adaptación continúan siendo aplicables para aquellos dirigentes que quieran sumar para construir.
Perón sostenía que “en política quien no tenga cabeza para prever, tendrá que tener espaldas para aguantar”, una máxima que resuena con fuerza en los desafíos actuales.
Luego de cinco décadas sin la presencia física de Perón, creo que el peronismo es una persistencia en la historia argentina, tal como coinciden muchos historiadores. Comparto esa idea. Tal postura adquiere más fuerza, si reconocemos un clima de época en el que “decir” que uno es “peronista”, pareciera haber pasado de moda.
El peronismo hoy convive con otras subjetividades y creo que es muy sano para la democracia la multiplicidad de ideas e identidades partidarias. La convivencia cívica es ciertamente superadora al modelo de la grieta, entre amigos y enemigos.
El peronismo hoy dialoga con nuevas y viejas expresiones, sentimientos e ideologías. Perdura y siempre vuelve a resurgir en su doctrina. Así lo percibo todos los días, en el diálogo en “la calle”, en los barrios, en los clubes, en un mate con un vecino.
Son diálogos donde la historia vuelve, cíclicamente, a encontrar en el pasado la esperanza del presente
(*) Legislador de Hacemos Unidos por Córdoba
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