¿A este ritmo se llega?
El gobierno debería resolver rápido la divergencia de ritmos. O le encuentra la vuelta para acelerar el ritmo de las reformas o flexibiliza el plan de estabilización aceptando que no es posible reducir tan rápido la inflación.
Javier Milei asumió el gobierno con la promesa de enfrentar los problemas de Argentina. Concentró esfuerzos en resolver uno de ellos: la alta inflación. Hasta ahora, el gobierno viene cumpliendo con holgura: la inflación pasó del 25,5% en diciembre al 4,2% en mayo. Pocos apostaban que esto se podría lograr en un semestre.
Sin embargo, las dudas persistentes. Una cuestión particularmente preocupante es que la inflación parece haberse estabilizado en torno al 4% cuando la aspiración es el 2%. El tema no es trivial porque el gobierno se aferra a no modificar la regla de devaluación del 2% mensual.
Simplificando los planteos, estamos en frente a un trilema. Tres objetivos deseables, pero mutuamente excluyentes: reducir la inflación, acumular reservas y eliminar el cepo cambiario. El gobierno ha apostado fuertemente por bajar la inflación. La evidencia más contundente es que ha comenzado a utilizar reservas para intervenir en el mercado cambiario. Se trata de una estrategia arriesgada. El objetivo es bajar la brecha cambiaria de manera que los dólares converjan. Llegado a ese punto, será factible eliminar el cepo.
La mirada pesimista es que si la inflación se resiste a seguir bajando y el dólar se sigue devaluando al 2%, la pérdida de competitividad de la producción local se seguirá profundizando. La Argentina ya aparece cara en dólares. Si la tendencia se mantiene en el futuro los problemas se agravarán.
Frente a ello, aumentan las presiones por acelerar la devaluación. El gobierno la descarta como solución porque consideran que esto conspira contra el objetivo de seguir bajando la inflación. Se advierte, con razón, que devaluar no es una buena respuesta, ya que el aumento de los precios volverá a deteriorar el valor del dólar, de manera que la mejora de la competitividad será transitoria. Esto ya pasó en el pasado y seguirá pasando en el futuro.
El planteo oficial es que la manera genuina y perdurable de ganar competitividad es aumentando la productividad. En esto hay mucho por progresar. Depende del esfuerzo de todos, pero especialmente de que el Estado ofrezca un entorno más favorable a la producción, la inversión y la creación de empleo. Esto es lo que le da un valor estratégico a las reformas que forman parte de la agenda de Federico Sturzenegger. El planteo de anunciar diariamente una reforma suena muy promisorio en la perspectiva de nuestro pasado. ¿Pero alcanza para impulsar los aumentos de productividad que demanda el plan de estabilización basado en devaluar al 2% mensual?
A ritmos divergentes
La magnitud de los desafíos que hay que superar para generar un contexto más favorable para la inversión, la producción y la generación de empleos de calidad son enormes. Muchas de las reformas dependen de acuerdos políticos cuya concreción demandan mucha destreza e insumen tiempo. Un claro ejemplo fue el proceso que se transitó para finalmente lograr la aprobación de la ley de Bases.
Pero además, las reformas demandan un gran esfuerzo dentro del Poder Ejecutivo para su implementación. Es decir, el ritmo de las transformaciones depende decisivamente de la capacidad de gestión dentro del gobierno.
Un caso ilustrativo es el escándalo de corrupción en el sector de seguros. Aunque el tema salió a la luz a comienzos de año, recién ahora, después de más de seis meses, se derogó el decreto que establecía la obligatoriedad de todos los organismos nacionales de contratar con la aseguradora oficial. La demora en reglamente la ley Bases es también otro ejemplo de los muchos que sugieren que se actúa subestimando los problemas que hay que resolver para avanzar de manera rápida en el proceso de reformas.
El gobierno debería resolver rápido la divergencia de ritmos. O le encuentra la vuelta para acelerar el ritmo de las reformas o flexibiliza el plan de estabilización aceptando que no es posible reducir tan rápido la inflación. Seguir con ritmos tan diferentes llevará a seguir acumulando tensiones que fatalmente en algún momento se hacen insostenibles.
(*) Economista de Idesa
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