opinión

Viaje a Senegal

El wolof se transcribe usando el alfabeto latino (también hay una versión que usa el árabe) y se pronuncia más o menos como se escribe.

. Foto: Cedoc Perfil

En 1987 conocí Senegal. Bueno, es mentira que conocí Senegal. Solo estuve un par de horas en el aeropuerto de Dakar. En ese entonces, el vuelo más barato para viajar a Europa era el de Aeroflot, la empresa soviética, que nos llevó a París vía Moscú pasando por Fortaleza, Dakar y Argel. Solo recuerdo de la visita que los vendedores de artesanías, hombres y mujeres, eran altos y vestían ropas muy coloridas. En los años posteriores, supe de Senegal exclusivamente por su participación en los Mundiales de Fútbol de 2002 y 2018. No escuché hablar de guerras ni golpes de Estado, los motivos por los que so-lemos enterarnos de que algo ocurre en una nación africana, porque Senegal es un país democrático y pacífico para los estándares internacionales. El futbolista Sadio Mané es el senegalés más famoso, como alguna vez lo fueron el poeta y presidente Léopold Sédar Senghor, impulsor de la negritud y la francofonía, así como el músico Youssou N’Dour. 

Pero en la década de 1990, los senegaleses empezaron a venir a la Argentina. No los vi hasta que empezaron a ser una presencia constante en San Clemente durante la temporada de verano, donde se dedican a la venta ambulante. En particular de anteojos para el sol: hay un grupo que se instala con sus colecciones de lentes en la pasarela que conduce al muelle, que es nuestro camino habitual hacia la playa. Por alguna razón, Flavia se puso a hablar con ellos en francés, y yo me sumé a esa oportunidad de practicar una lengua que tengo bastante olvidada. Claro que muchos de los senegaleses también porque, si bien aprenden el francés en la escuela desde la época colonial, no es su lengua materna y la mayoría ya habla un buen castellano. Nuestros diálogos tienen mucho que ver con la nostalgia por ambas partes, ya que entre ellos hablan el wolof. C’est qoui le wolof? les preguntamos. Y así nos enteramos de algunas cosas. Entre ellas, que es otra lengua que usa la letra ñ, lo que desmiente nuestra cacareada exclusividad alfabética. 

 El wolof se transcribe usando el alfabeto latino (también hay una versión que usa el árabe) y se pronuncia más o menos como se escribe. Aunque tiene algunas particularidades gramaticales (como que se conjugan los pronombres, pero no los verbos), se nos ocurrió que no es difícil como el chino y bien podríamos aprender un poco de wolof en reciprocidad hacia nuestros amigos, pero también para impresionarlos un poco. Especialmente, al que llamamos “el lingüista” quien también habla inglés, un poco de alemán y hasta sabe algunas palabras en japonés. Hasta ahora, no hicimos grandes progresos. Apenas sabemos saludar: salam aleikum, la paz sea contigo, el tradicional saludo árabe. (Los senegaleses son ma-yoritariamente musulmanes). Pero también aprendimos a decir hasta luego (en realidad, “yo ahora me voy”), maa ngui dem, que es un poco más complicado. Estoy aprendiendo a contar en wolof, donde la numeración se basa en el cinco y el diez (seis es cinco y uno, once es diez y uno, etcétera), y cada día disfrutamos de ese encuentro porque hablar en lenguas, aunque sea en broma, permite alegrarse ante la inmensidad y la diversidad del mundo. Creo que ese juego de los idiomas permite que los participantes nos sintamos ricos y civilizados. Después de todo, Babel no es un castigo, sino un tesoro.