Usos y abusos del Estado
Javier Milei odia al Estado. Su concepción anarcocapitalista se fundamenta en el rechazo a la gestión estatal en todas sus formas. Milei está formado en las ideas de la Escuela Austríaca, que se oponen a cualquier tipo de intervención estatal. Incluso, la que se fundamenta en la construcción de bienes materiales, que son indispensables para fomentar al capitalismo. La filosofía antiestatista es una postura que el Presidente nunca ocultó y que, incluso, proclama con orgullo.
El rechazo de Milei al Estado se sostiene en las ideas de Murray Rothbard, como es ya sabido, su principal ideólogo. Rothbard entendía que todos los servicios prestados por el “sistema monopolístico del Estado corporativo” podrían ser proporcionados de forma más eficiente por el sector privado y postulaba que el Estado es “una organización del robo sistematizada”. Por caso, la idea de demoler el Banco Central, que Milei propuso hasta el cansancio en la campaña electoral, es también una fórmula ideada por Rothbard, quien calificó a la reserva federal de Estados Unidos como “una forma de fraude”.
Rothbard es tan crítico del Estado que llegó a cuestionarlo en su momento de mayor esplendor. Tras el crack de 1929, todos los países del mundo impusieron medidas impulsadas desde el Estado para recuperar la economía a través del sector público. El Estado keynesiano se convirtió entonces en la única mano invisible posible en términos de Adam Smith: fue la obra pública en gran escala la que permitió vislumbrar una rueda de auxilio para el capitalismo, al sostener la economía a través de la generación de empleo vinculado la construcción de puentes, caminos y todo tipo de infraestructura.
Pero, para Rothbard el New Deal fue un gran error y en La Gran Depresión de Estados Unidos, el autor fetiche de Milei (uno de sus cuatro perros se llama Murray en su honor) culpa a las políticas intervencionistas del gobierno de Franklin Roosevelt de magnificar la duración, la amplitud y la intensidad de la crisis que se propagó en los primeros años de la década del treinta. El fundador del Partido Libertario de los Estados Unidos no cree que el Estado haya rescatado al capitalismo de esa debacle, sino todo lo contrario: asegura que la profundizó.
Está dicho: Milei odia al Estado y se autopercibe como un topo dentro del Estado, escondido en las entrañas estatales para destruir todo su andamiaje. El Presidente no cree en el Estado como garante de la vida social, económica y política de la Argentina. Tampoco comulga con la idea de que el Estado deba ser el articulador de las diferencias sociales para sostener a los más débiles, en términos económicos, y no cree que deba proteger a las minorías más discriminadas, en términos políticos. Esta doble condición es, en definitiva, la principal razón de ser del Estado para una democracia. Milei, en cambio, quiere destruir al Estado.
Por eso es que Milei se demoró tanto en reaccionar para promover la ayuda del Estado en Bahía Blanca. Frente a semejante tragedia, el gobierno de la Libertad Avanza se resiste a implementar un plan de reconstrucción y asistencia pública. No hay obras en marcha para reparar el daño causado. Solo hubo esta semana un confuso anuncio sobre un fondo millonario, del que aún no hay más información y no queda claro cómo se implementará.
Para Milei los damnificados de la terrible inundación sufrida en Bahía Blanca tienen que solucionar sus problemas de manera aislada y en forma individual. Esa es la regla del capitalismo que Milei sigue en forma estricta. El Estado no debe aparecer, ni siquiera en la emergencia.
Milei se demoró promover la ayuda del Estado en Bahía Blanca.
Pero Milei abusa del Estado en otro contexto. El Presidente se aprovecha de los resortes del Estado para su propio beneficio. La atribución estatal del monopolio del uso de la violencia institucional le sienta bien a este Gobierno. Si el Estado está para controlar y castigar, en términos de Focault, entonces el antiestatismo de Milei puede quedar en suspenso. El control policial y la represión uniformada, que Rothbard habría rechazado, simplemente porque está originada en el Estado, pueden ser aceptadas para las Fuerzas del Cielo.
Reprimir a jubilados que protestan por la licuación de sus salarios para asumir el control del espacio público, es una intervención estatal bienvenida para Milei.
Autor de La formación del Estado argentino y del concepto de la estatidad en las ciencias sociales, el gran ensayista Oscar Oszlak, sostiene que el Estado siempre es responsable de su accionar. Ya sea por acción o por omisión, el Estado nunca puede eludir sus atribuciones en el marco de lo que Platón define como la cosa pública. Milei ha llevado al extremo esa sentencia de Oszlak: el Estado omite su asistencia en Bahía Blanca pero tiene una acción decisiva en la represión frente al Congreso: son los usos y abusos del Estado, en términos de Milei.
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