Un oficio del siglo XX
El libro habla de un tema muy atractivo que ha caído en un agujero negro y que ha sido poco explorado.
Carlos Clavería Laguarda suena a general cubano, pero es un escritor español con varios libros publicados por la sorprendente editorial madrileña Altamarea, que declara haber nacido en 2018 “como un puente cultural y literario entre Italia y el universo hispanohablante”. Desde entonces, Altamarea abarcó otras costas y su catálogo, variado y abundante, incluye desde un libro sobre Madame de Staël, escritora de las primeras y de las buenas, hasta otro sobre el futbolista salvadoreño Mágico González, que supo ser rey de la noche y de la gramilla en Cádiz.
Italo Calvino, una ardilla en Einaudi, el libro de Clavería Laguardia que acaba de caer en mis manos, forma parte de la colección Tascabili (que quiere decir “de bolsillo” o “embolsillable”, algo que debería haber deducido a partir de I pugni in tasca, la famosa ópera prima de Marco Bellocchio). El libro es parte del puente entre las dos penínsulas (en la Argentina, existe desde 1962 la copa “Dos Penínsulas”, un trofeo futbolístico que, aunque con interrupciones, disputaron el Deportivo Español y el Deportivo Italiano) y tiene como centro el trabajo de Italo Calvino (quien, de paso, nació en Cuba) como editor de Einaudi.
El libro habla de un tema muy atractivo que ha caído en un agujero negro y que, por diversas razones, ha sido poco explorado. Una es que la edición es un oficio lleno de secretos y por cada revelación jugosa (como que Gide rechazó la Recherche a Proust en Gallimard) hay oscuras zonas de silencio. Otra es que los escritores famosos suelen ser objeto de tesis y ensayos enfocados en su obra, no en sus ocupaciones colaterales. Uno de los méritos del comandante Clavería Laguardia es convencernos de que el trabajo de Calvino, en el que convivió con Cesare Pavese, Natalia Ginzburg y Elio Vittorini, fue fundamental para su carrera como escritor y también para el desarrollo de buena parte de sus teorías sobre la literatura.
Pavese era un trabajador incansable. En esa época, en la editorial leía los manuscritos que le llegaban y, como era habitual entonces (aunque Altamarea anuncia en su página que acepta manuscritos por correo), los devolvía a los veinte días, no solo con una nota de aceptación o rechazo sino con comentarios profundos y muchas veces durísimos. Calvino siguió el método de su amigo Pavese. Éste fue fue un severo crítico de las primeras novelas de Calvino y Calvino editó rigurosamente las Obras Completas de Pavese a su muerte. Clavería da cuenta de varias intervenciones de Calvino sobre los textos ajenos. Un buen ejemplo, que aclara bien la línea editorial de Einaudi, es la de una carta a su amigo Marcello Venturi donde le dice: “Estás lleno de literatura: no te das cuenta, pero en todas las frases aparece la literatura, te cuesta una enormidad decir algo en verdad sentido y sincero, aparte la cadencia ahora sentimental, ahora violenta, que tanto te gusta, pero que es fórmula agotada y parece postiza […]. Toma el modelo de Svevo, que el pobre escribía que peor no se podía escribir, pero miraba las cosas con sus ojos”.
Es tan buena esa cita que creo haber convencido a todos los lectores de que el libro merece ser estudiado por principiantes y por best-sellers. Eso sí, no estoy seguro de que le hagan caso a Calvino ni a Pavese, grandes enemigos de la autocomplacencia.
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