Tres: Negociación

Redujo el tumor de la inflación mensual al tamaño de una pelotita de ping-pong. La enema de quimioterapia inyectada sin compasión provocó una sangría de despidos, agravó la agonía crónica de los jubilados, atacó organismos sanos, enfermos, desagotó cloacas estatales, afeitó pelo, barba, dejo en bolas, desnudos de argumentos, a críticos subidos a banquitos con micrófonos que nunca dudan, siempre la tienen clara. Contra todo pronóstico de giles como Pepe “Pochoclo” Albistur, la esperanza de la mayoría de los ciudadanos respira, sigue en pie, camina. No tiene sentido negarlo.

Que es un discapacitado emocional, tampoco. No se le conocen relaciones humanas sin otro interés que el afecto mutuo. Le cuesta el cariño, el abrazo apretado, la caricia. Si le dan a elegir prefiere la lengua de un perro. Lagrimea en las escenas culminantes de una ópera, pero después pasa la tarde con el economista Juan Carlos De Pablo, se entretiene recordando pesares con su hermana, o llama al Toto Caputo para que le frote el ego. No se le conocen historias amorosas. En las que avanza, al poco tiempo retroceden. Se vuelven sin tocar. La puso/pone poco, o nada. Goza con el ajuste, mirando fotos de Elon Musk aplaudiendo a líderes de derecha extrema, o videos de  Trump manoseando mujeres. Al final del día, todavía caliente, acaba en la red X, atendiendo boludos.

Fanático difusor de la estupidez, se cree destinado a iluminar el lado oscuro de la época . Da cringe casi a diario. Provoca una constante vergüenza ajena. Supone que sus admoniciones restallan como un latigazo en el corazón de Occidente. Libra una imaginaria batalla cultural al frente de una manada de gordos danes que le ladran desde el canil. La libertad de la que habla se limita a la del mercado. Mal educado, mal tratado, abusado, abusa, desprecia, humilla. Victimario cruel, petulante, papanatas, cuando se le animan, arruga, se declara víctima inocente. Empleado público en planta transitoria, no registra la relación de poder entre su alto cargo con el debido respeto a quienes pagan su salario.

La etapa larga, la uno, la del duelo por la derrota electoral, termina cuando se advierte que este tipo tal como es, de mente económica, escasa, si mantiene la rienda corta sobre los números, va a ganar otra vez las elecciones con diferencia, al galope tendido. A los que todavía les arde, se lamentan por la pérdida de privilegios  y cargos, no les conviene insistir en denunciar el peligro de consagrar sus teorías salvajes. Negarlo implica a la vez repasar las razones por las que fue elegido. Cristina, Alberto, Massa, el choreo desalmado, la metástasis de la corrupción  en todos los niveles del Estado, los crímenes, los muertos, el desamparo de la Justicia.

La etapa dos, la ira de mecha corta, es puro humo. Convocar paros, organizar marchas, actos,  pagar micros sin tener una caja de donde sacar guita pública, es un desgaste de la propia, la que se llevaron. Además, el efecto mediático dura una tarde como mucho, si es que a la misma hora la China Suárez no decide, de aburrida nomás, avisarle a Yanina  que  sale a cazar algo nuevo para llevarse a la boca.

Se llega entonces, así, a la tercera etapa del duelo, la que sucede ahora a la vista de todos. La de negociar el reparto de los carguitos  a cambio de votos para aprobar a Lijo, o de lugares disponibles en las listas. Un culo sucio por una ficha limpia. Hay promo de dos por uno en senadores, o diputados de menor valor. Dice Pichetto que él está para esa con Luis Juez.

Apuren muchachos, Milei ya largó. Ensobra  apoyos pagando con pauta publicitaria de las empresas públicas, YPF, Banco Nación.

La etapa de la “Depresión” se espera para mediados de año, cuando se conozca quiénes son los candidatos. La quinta, última, “Aceptar”, comienza el día de la elección. Reciclada la pena en cierta melancolía, la que causa el deseo de ese país posible que puede ser pero no es, cada uno verá cómo sigue con su vida. Qué se banca, qué soporta por un mango más, o menos.

*Escritor y periodista.