Tres libros tres
Recuerdo, en los 90, haber visto una encuesta en la que los lectores básicamente veían en Clarín un diario de servicios.
Cuando eran leídos en papel, los diarios servían para envolver huevos o prender el fuego de un asadito. Ahora que son leídos en la web, ¿para qué sirven? No estoy en condiciones de responder a semejante pregunta, pero recuerdo, en los 90, haber visto una encuesta en la que los lectores básicamente veían en Clarín un diario de servicios: lo que más leían eran los avisos clasificados, el horóscopo y el pronóstico del tiempo. Pues, retomando el noble espíritu de dar servicios a los lectores, en esta época de mishiadura en la que el costo de los libros está por las nubes –debido principalmente a los precios exorbitantes que cobran las únicas dos papeleras que fabrican papel para libros, la de la familia Urtubey y la de la familia Blaquier– pasaré a recomendar tres libros baratos, que se encuentran, nuevos, saldados en librerías de fácil acceso.
Primero, Otra manera de contar, de Lino Novas Calvo, publicado por Tusquets, apilado en una librería de la Avenida Corrientes al 1600. Nacido en España, cubano por adopción, partió hacia Estados Unidos luego de la revolución. Autor de un magnifico libro de cuentos –Cayo canas, de 1946–, los cuentos de Otra manera…, varios de ellos inéditos, no dejan de ser también interesantes. Inserto en la tradición del realismo cubano, pero ajeno, e incluso enfrentado, a cualquier pintoresquismo, su prosa da cuenta de un habla popular que, de a ratos, se vuelve sofisticada y hasta brillante.
Bajando por Corrientes, hasta el 1400, se encuentra Obra completa, de Ramón López Velarde, en una hermoso y muy bien editado volumen del Fondo de Cultura Económica. Muerto en 1921, fue sin dudas el más grande poeta modernista mexicano y, tal vez, de toda la lengua española. Revolucionario y católico, su poema más conocido es “La suave patria”, texto no obstante raro en su obra: López Velarde no es habitualmente un poeta civil o de preocupaciones cívicas. Yo prefiero sus poemas de amor y desolación, como “Día trece”. “Mi corazón retrógrado/ama desde hoy la temerosa fecha/en que surgiste con aquel vestido/de luto y aquel rostro de ebriedad. //Día trece en que el filo de tu rostro/llevaba la embriaguez como un relámpago/y en que tus lúgubres arreos daban/una luz que cegaba al sol de agosto,/así como se nubla el sol ficticio/en las decoraciones/de los calvarios de los Viernes Santos.// Por enlutada y ebria simulaste,/en la superstición de aquel domingo,/una fúlgida cuenta de abalorio/humedecida en un licor letárgico.//(...) Superstición, consérvame el radioso/vértigo del minuto perdurable/en que su traje negro devoraba/la luz desprevenida del cenit,/y en que su falda lúgubre era un bólido/por un cielo de hollín sobrecogido”.
A unas cuadras de allí, en Corrientes al 1200, hallamos Agua viva, de Clarice Lispector, en ediciones La redota, traducción de Agustina Bauzá Barreto. Escritora excesivamente sobrevalorada, su obra tiene irreparables caídas en una prosa poética, con todos los lugares comunes que semejante desgracia implica. Sin embargo, se dejan leer aceptablemente un par de novelas, como La pasión según G.H. (en una buena traducción de Agustín García Gayo), y la mencionada Agua viva (que, para ser honesto, leí en la vieja edición de Sudamericana, traducida por Haydée M. Jofre Barroso. No tengo ninguna información confirmada sobre las ediciones La redota ni sobre la calidad de su traducción.)
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