Tiempo al tiempo
En estos tiempos me estoy volviendo loco... Precisamente yo, a cargo de medirlo. Me cambian a cada rato, ahora de 6 a 20, aparezco en los diarios, soy el límite de lo posible y a su vez contribuyo con lo real: cada vez más contagios y resulto ser uno de los pocos recursos para limitarlos. El barbijo, la distancia social, el alcohol, me miran sabiendo que ellos también son fundamentales, pero en lo individual, en la conciencia y práctica de cada uno; lo mío es política de Estado, yo soy el reloj de las horas comunes, sin otra autoridad que la del cuidado. Ya no se trata de medir el tiempo, sino de ganarlo: obtenerlo, limitándome. La Prevención es mi aliada: da tiempo. Calma mis impulsos de pasar diciéndome, “tiempo al tiempo”; me derrite con su espera, ni que me quisiera de Dalí. Sería mi pareja perfecta, sino fuese por la Aceleración que tira de mis manecillas como amante desenfrenada.
Al ser un instrumento del tiempo, me confunden con las agendas, donde la vida se manifiesta ordenada y con la ilusión del cumplimiento. No podría perder la oportunidad de citar mi poema favorito, del que soy protagonista: “Es tarde para estar en cualquiera de los dos puntos/ donde debía estar a la misma hora,/ deliberadamente a la misma hora.../ Pues bien, aquí me quedaré soñando versos y sonriendo en cursiva./ ¡Es tan graciosa esta parte lateral de la vida!/ No consigo siquiera encender el cigarrillo siguiente.../ Si es un gesto,/ que quede con los otros que me esperan/ en este desencuentro que es la vida.”
Se cree que las horas tardan siempre lo mismo o los minutos se cuentan por segundos. Esas medidas no valen demasiado. La cronología es una línea inventada para celarnos. Por algo a Chronos los griegos lo llamaban Padre Tiempo, como si tuviera que tutelar nuestros ánimos, los trabajos y los días. En Egipto, cuando nací hace cuatro mil años, sólo servía durante el día, la noche no tuvo medida hasta que llegó Clepsidra, indicando la hora al vaciarse el agua que contenía. Añoro (¿puede un reloj retrasarse añorando?) aquellas épocas en que Agua y Sol regían los días…
Aunque parezca que estoy cercenando los actuales con estas nuevas limitaciones que también me desconciertan, más que de las horas, prefiero ser reloj del tiempo que vale oro, el del cuidado, el del amor en un bolero. O mejor aún, el tiempo de Pessoa, “soñando versos, y sonriendo en cursiva”...
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