Tempestades en tiempo de bonanza
Otra hubiera sido la historia argentina si el gobierno de Raúl Alfonsín no perdía por un voto en el Senado la “ley Mucci” (reordenamiento laboral). Así pensaba no solo el jefe radical al concluir su mandato, por haber fracasado en torcer la voluntad a una mayoría peronista en la Cámara, en particular a un Sapag que integraba una familia acostumbrada en Neuquén a convencer rivales para continuar años en el poder. Al revés de Alfonsín ocurrió lo de Javier Milei, quien a pesar de una densa mayoría peronista en contra en el Senado, por un solo voto logró imponer una ley troncal para su administración: la ley Bases. En este caso, la asistencia al Gobierno provino de un trasvasado de urgencia del cristinismo al bloque oficialista, el entrerriano Edgardo Kueider. Nadie sabe si esa norma cambiará la historia futura, pero sí sorprendió que un advenedizo de la política como Milei hubiera sido más diestro que Alfonsín con años dedicados a la materia.
La persuasión del Gobierno a Kueider ahora parece tan vinculada a los esteroides monetarios que los mismos senadores, con abrumador consenso y sin escuchar una mínima justificación, decidieron despedir al colega porque fue sorprendido en Paraguay con una alforja de 200 mil dólares. Justicia del pulgar cesariano que, además, provocó un nuevo altercado entre Milei y Victoria Villarruel, esos amantes que no fueron, nuevas contradicciones escandalosas de la Casa Rosada y hasta la curiosa derivación de un exlegislador que justifica la compra de votos por favores a la provincia, pero no para enriquecimiento personal (Héctor Maya). Maravilloso el Congreso: ipsofacto despiden a un miembro por presunta corrupción, sin juicio previo o derecho a defensa, y mantienen a otros con complicaciones más certeras en la Justicia. Para colmo, no hay un atrevido que se pronuncie sobre la estupidez de una legisladora surrealista –se supone– que intentó homenajear al inodoro porque ayuda a pensar. Ni el formidable Marcel Duchamp hubiera pensado que tenía una seguidora en estos lares.
Entonces, la mejor decisión: bajar la cortina, evitar más sesiones y no convocar a Extraordinarias, anticipo de hace diez días de un Miguel Pichetto que ve bajo el agua. Cerrado con ruido el capítulo legislativo hasta marzo, restan en suspenso el Presupuesto, otras iniciativas, reformas (impositiva, por ejemplo) y considerables decisiones sobre el Poder Judicial. La más importante: posible designación por decreto de dos nuevos miembros a la Corte, Ariel Lijo y Manuel García Mansilla, a quien Milei dice que hasta él mismo les tomará juramento (parece que no le leyeron el artículo 112 de la Constitución Nacional). Justo es reconocer que si los asesores judiciales del Presidente hubieran ejercido esa función en Economía, se habría cumplido el pérfido vaticinio de Pochoclo Albistur: Milei no hubiera llegado a la pasada Semana Santa.
Solo un ejemplo del desatino: voceros propios anunciaban en marzo que los dos candidatos contaban con los votos suficientes en el Senado para su aprobación, luego defenestraron a García Mansilla, después pujaron con la insistencia de nueve votos para Lijo en la Comisión, no aceptaron a una mujer y, por último, ahora le ponen fecha al decreto de la designación. Un horror ese desgastante proceso, rumbo al matadero los candidatos. Ya le advirtió el senador José Mayans al jefe de Gabinete, Guillermo Francos: “Ustedes hagan lo que quieran, pero nosotros en marzo del año próximo, si nombran a estos dos por decreto, se los volteamos en la primera sesión del Senado”. Un miembro del triángulo de hierro, Santiago Caputo, seguramente le habrá de explicar a Milei sobre estos acontecimientos fallidos. Aunque el Presidente no puede decir que la culpa es de los otros, quizá porque en su pasión futbolística de atacar siempre en terreno adversario, se olvidó de quién está en el arco propio. O, para decirlo con otra versación, vale Maquiavelo: “Es un defecto común de los hombres no preocuparse por la tempestad en tiempos de bonanza”.
Sin embargo, tanto Milei como Caputo van a argüir el éxito de que la Corte Suprema no emitió fallo contrario sobre la constitucionalidad de las numerosas medidas reformistas que tomó el Gobierno. Otra forma de ver el fin de año judicial. Un detalle: la presunta llegada de dos cortesanos por decreto reviste otra curiosidad, ya que les costará rechazar el instrumento a Rosencrantz y a Rosatti –a quienes Mauricio Macri quiso forzar el nombramiento con el mismo medio– mientras el tercer integrante del cuerpo, Ricardo Lorenzetti, quien en su momento se oponía a esa decisión arbitral, ahora la apoya con el exclusivo interés de que más adelante se conforme una mayoría que lo deposite como titular del cuerpo (a propósito de la tirria entre los cuatro ministros, Lorenzetti no asistió siquiera a la despedida de Juan Carlos Maqueda en la Asociación de Magistrados, casi de protocolo).
Sí sabe el Gobierno que, del breve trecho hasta el próximo 27 de diciembre, la Corte se limitará a limpiar la mayor cantidad de causas pendientes relacionadas con la política, en las cuales Milei no aparece en ninguna. Una forma de abrir un paréntesis con un 2025 más sosegado. Como complemento, sin duda, se definirá el expediente Levinas, por el cual los jueces nacionales luego van a ser provincializados, una minimización taxonómica que puede celebrar Daniel Angelici por su influencia en los tribunales porteños. Y también Mauricio Macri por una cuenta pendiente sobre Correos. Aunque al ingeniero le preocupan otras tormentas que aparecieron más rápido de lo previsto, incluyendo el pronóstico temerario del huracán Patricia.