difíciles señales

Tácticas sin estrategia

Crece la despolitización. La gente enfrenta problemas invisibles en la campaña para salir de la pandemia. Y los políticos no tienen credibilidad.

A la deriva. Foto: Pablo Temes

Las encuestas electorales están arrojando señales de difícil comprensión.

Nada personal. Para ir al grano, las personas no tienen interés en responder, con lo cual el llamado “rechazo” aumenta en forma exponencial. Esto no habla de las encuestas, que son las mismas de siempre, sino de una sociedad que le da la espalda a la política. Esto resulta incomprensible en la Argentina, un país casi sobrepolitizado donde hasta se inventó un programa de televisión donde los protagonistas simulan estar en un bar hablando de política.

Sobre la despolitización repentina de la población solo se puede plantear hipótesis. La más plausible es que en la pospandemia la gente tiene que ordenar su vida con más problemas y exigencias que antes y sus problemas son completamente invisibles en esta campaña. La falta de credibilidad de la dirigencia política hace el resto.

Ruleta. Otra gran cuestión es que, faltando dos semanas para las elecciones, las encuestas dan todas diferentes, más allá del margen de error de estimación. No se espera que acierten con precisión, pero siempre previeron el orden de los candidatos y eso no estaría pasando. Por ejemplo, hay algunas encuestas confiables que marcan que el dúo menos pensado de Diego Santilli y Facundo Manes podría ganarle a Victoria Tolosa Paz. Sin embargo, otras marcan que el Frente de Todos podría estar cuatro o cinco puntos arriba. Algo parecido ocurre en Santa Fe, una provincia del “cuarteto clave” electoral, junto con PBA, CABA y Córdoba, donde también se eligen senadores y los distintos sondeos arrojan resultados diferentes. Una de las listas está encabezada por Agustín Rossi, quien renunció al Ministerio de Defensa para enfrentar en la PASO a Marcelo Lewandowski, pero también enfrenta al gobernador Omar Perotti comao primer suplente en su lista, situación enigmática para los votantes. Pero la sorpresa no se queda allí, Juntos por el Cambio presenta cinco listas. Una de ellas (la encabezada por Carolina Losada) se llama “Cambiar con ganas”, una interpelación curiosa en medio del desinterés reinante. También podría haber una resurrección del socialismo, en particular en Rosario que tiene un peso electoral decisivo.

A la estable Córdoba también parece haber llegado el temblor electoral. Allí nadie dudaba de la victoria del cordobesismo oficial donde Juan Schiaretti jugó todo llevando a su esposa Alejandra Vigo para senadora y a Natalia de la Sota para diputada, sin embargo, las primarias calientes son las de JxC cuyo plato fuerte es entre Mario Negri y Luis Juez, y en conjunto podrían llevar al triunfo al posmacrismo mediterráneo. El interés que despierta esta interna puede desplazar a un lejano tercer lugar a Carlos Caserio quien busca renovar su banca por el Frente de Todos.

Frente para la duda. Observando los problemas que tienen las encuestas en estos días, aparece una primera pregunta clave sobre cómo se comportarán los que no quieren responder, ¿seguirán la distribución de todos los demás, o parte de estos no irán a votar? Probablemente sea momento de preguntar de entrada si piensa ir a votar en las elecciones, como se hace en los países donde el voto es optativo. Otro problema es cómo proyectar a los indecisos cuando son casi dos de cada diez, se puede desde alojarlos linealmente o construir complejas ponderaciones en torno a otras preguntas como ¿quién cree que ganará?, ¿quién le gustaría que pierda?, etc. También es momento de darle más importancia al voto en blanco que parece que será la estrella del 12 de septiembre, profundizando en las motivaciones de los blanquistas. Las encuestas tienen que ir un paso más allá de ordenar candidaturas, para ayudar a comprender qué pasa en una sociedad que se aleja de su única posibilidad de incidir en el campo político y decidir en las políticas que afectarán su vida.

Escenario poselectoral

Sin repetir y sin soplar. Un problema es que la dirigencia política repite una fraseología que les permite evadir remitirse a posibles soluciones de las mayores inquietudes ciudadanas: bajar la inflación, generar empleo, y reducir la inseguridad. Directamente los candidatos no tienen idea sobre cómo resolver estos temas. Es preferible jugar al juego binario sobre quién endeudó más al país o qué presidente hizo más daño que embarrarse en propuestas sobre el futuro. Hay tácticas: eslóganes, marketing político, posicionamientos. Un buen ejemplo lo da el Frente de Todos: los votantes no logran decodificar la frase “la vida que queremos”. En el campamento de Juntos por el Cambio no parece existir una línea electoral unificada, más allá de las posiciones más duras de María Eugenia Vidal. Por eso sorprende allí Ricardo López Murphy quien asciende en la consideración electoral bajo su eslogan: Un Congreso fuerte. No menos enigmático, pero sugerente.

No tan juntos. En este plano, sorprende la estrategia de Horacio Rodríguez Larreta. Parece más preocupado en armar equipos y tener un plan de acción para su presidencia en 2023 que transitar esta coyuntura. No está mal buscar terminar con la improvisación como forma de gobierno a la que Argentina se ha acostumbrado, pero antes tiene que llegar. Hoy tiene frentes abiertos en todos lados y parece haber perdido la cuota de atrevimiento que tuvo Macri en 2015, repitiendo aquel camino sin percibir que el contexto es completamente diferente. Martín Lousteau y Patricia Bullrich pretenden el sillón de Uspallata (o los tendrá que enfrentar en las PASO), y no termina de interpretar el fenómeno Facundo Manes, quien lo desafía desde los arrabales políticos. También depende de que Diego Santilli haga una excelente elección en PBA para tener un candidato a gobernador y que el proyecto de los libertarios sean golondrina de un verano. También tendrá que sentarse a charlar con los radicales cordobeses si logran ganar la elección. Ha perdido la oportunidad de construir un partido a nivel nacional sobre todo en el centro del país, en eso Macri tiene razón. Luego, no puede descartar que en 2023 tenga que enfrentar a Cristina Kirchner en las presidenciales, quizás secundada por Axel Kicillof, o tal vez a Sergio Tomás Massa.  

*Sociólogo. @cfdeangelis