UN TIEMPO NUEVO

Socios de Los Tres Chiflados

Al decidir ausentarse en la votación en la ONU de la Cumbre del Futuro y no aprobar el Pacto del Futuro apoyado por todos los países democráticos, la Argentina se alineó con aquellas naciones de “extrema cualquier cosa”: extrema ignorancia, extremo absolutismo, extrema pobreza, extrema religiosidad, extremo primitivismo, extrema misoginia. Supongo que estuvimos en la partida por nuestra extrema excentricidad.

Foto: Pablo Temes

Hace una semana la Argentina se ausentó de la votación de la ONU en la Cumbre del Futuro y no aprobó el Pacto de Futuro apoyado por todos los países democráticos en los que se desarrolla la ciencia y la tecnología. El documento no tenía ninguna consecuencia práctica, pero señalaba las metas a las que aspira llegar el conjunto de países que promueve una sociedad más libre, en la que se respeten los derechos de las mujeres y se cuide la vida que corre peligro por la destrucción de la naturaleza.

Votaron en contra de la iniciativa Bielorrusia, Corea del Norte, Irán, Nicaragua, Rusia, Sudán y Siria, los países que encabezan la lucha en contra de la cultura occidental y su mascota latina.

Se abstuvieron los gobiernos de Argelia, Bolivia, China, Cuba, Iraq, Kazajistán, Kiribati, Laos, Malasia, Maldivas, Omán, Pakistán, Arabia Saudita, Sri Lanka y Tailandia. Argentina se ausentó del recinto acompañando a Azerbaiyan, Bahamas, Brunei, Burkina Faso, República Centroafricana, Chad, El Salvador, Eritrea, Guinea Ecuatorial, Eswatini (Suazilandia), Haití, Kirguistán, Mali, Níger, Papua Nueva Guinea, Samoa, Santo Tomé y Príncipe, Serbia, Somalia, Tayikistán, Tonga, Turkmenistán, Uzbekistán, Vanuatu, Venezuela y Vietnam.

En definitiva se alinearon de un lado los países democráticos que desarrollan una visión del mundo basada en la ciencia y la tecnología, y del otro los de “extrema cualquier cosa”: extrema ignorancia, extremo absolutismo, extrema pobreza, extrema religiosidad, extremo primitivismo, extrema misoginia. Supongo que estuvimos en la partida por nuestra extrema excentricidad.

Como dato de color intrascendente, anotemos que el presidente de Haití, cuando se oponía al acuerdo, tomó agua directamente de una jarra, porque no sabía que se usan copas. Mencionando algo de fondo, mencionemos que, actualmente, unos doscientos millones de mujeres y niñas han sufrido algún tipo de mutilación genital, la mayoría antes de los 15 años. Todos los países en que se practica la ablación votaron en contra de la resolución, porque creen que la mujer no debe experimentar placer durante el acto sexual. Casi todos ellos son gobernados exclusivamente por hombres, que niegan los derechos de la mujer. Todos los que quieren la destrucción de Israel, que están en contra de la democracia y de la cultura occidental, estaban en ese grupo. ¿Qué hacía el gobierno de Milei, decididamente pronorteamericano y proisraelí en esa comparsa, compartiendo el escenario con los autoritarios chiflados del Caribe?

Es un disparate seguir diciendo que el cambio climático no se debe, en parte, al hombre

Cuando ocurrió la votación me encontraba en Quito, que sufrió el peor incendio en ochenta años. Pude ver noticias de gente caminando por el lecho seco del Amazonas, escenas dantescas de los incendios en Perú, Bolivia, Brasil y Argentina. Mantener que el cambio climático no es causado, en parte, por el hombre y que cualquiera puede hacer lo que quiera con la naturaleza para hacerse rico, parece un disparate para quienes estudian científicamente el tema. La protección de la vida era parte del Manifiesto apoyado por los países progresistas en la ONU.

Cuando Milei habló de la incorporación de Argentina al mundo, entendimos que estaba en la misma línea de la política exterior de Mauricio Macri, quien logró que Estados Unidos y la Comunidad Europea tomaran en serio al país. Desde el punto de vista cultural somos parte de Occidente, y sería bueno que se desarrolle en nuestro territorio una ciencia y una tecnología como la de los países avanzados. También pretendemos consolidar la democracia que, con todos sus defectos, es preferible a la teocracia de Irán, a los gobiernos de los dictadores que viven de los diamantes de sangre, o a los zares con corbata que asesinan opositores e invaden a sus vecinos.

Curiosamente, en su discurso ante la ONU, Milei atacó a los que compartieron con él la oposición a la Agenda de la ONU, reclamando por los derechos de las mujeres, la democracia, y el Estado de Israel. Esas contradicciones pusieron a Milei en el centro del espectáculo político internacional, pero incrementaron la incertidumbre de los inversionistas y alejaron la posibilidad de que lleguen los capitales con que sueña.

Gran parte de estas contradicciones tienen que ver con la adhesión de Milei a la Escuela de Economía Austríaca, que surgió en la segunda mitad del siglo XIX, que explicó la economía a partir de las motivaciones e intereses de los individuos, rechazando la intervención del Estado.

Sus fundadores fueron Carl Menger, un abogado que murió en 1921, y Eugen von Böhm-Bawerk que falleció en 1914. Fue la época en que se consolidaron también otras teorías como el marxismo, por la renovada vida que le dieron el leninismo y las teorías de Gramsci y la sociología fundada por Max Weber con “La Etica Protestante y el espíritu del Capitalismo”. Estas teorías estuvieron vigentes durante el siglo XX corto, a pesar de que ya habían surgido los cuestionamientos más serios que ponían en duda sus postulados: la sicología, la antropología, y la semiótica.

Rothbard, el gran maestro de Milei, admiraba al líder del Ku Klux Klan

El economista que desarrolló durante el siglo XX las teorías de la Escuela Austríaca fue Murray Rothbard, el gran inspirador de Milei, quien incluso puso su nombre a uno de sus hijos de cuatro patas. El economista planteó algunas ideas que Milei ha aludido en sus intervenciones, como que  los padres no deben tener la obligación de vestir y alimentar a sus hijos, y que podrían, incluso, dejarlos morir. También que “en una sociedad absolutamente libre puede haber un floreciente mercado libre de niños”.

Aunque Rothbard fue hijo de una pareja de inmigrantes judíos, y criado por una familia comunista, mantuvo una buena relación con antisemitas, negacionistas del Holocausto y miembros del Ku Klux Klan. Todo esto parecería contradictorio con un Milei que acostumbra citar el Libro de los Macabeos, que por cierto no forma parte de la Biblia judía, y ha visitado en este mismo viaje, en Brooklyn, la tumba del fundador de la secta judía Jabad Lubavitch para ratificar su pertenencia a este grupo ultraortodoxo.

Harry Elmer Barnes, un historiador estadounidense, afirmó que el ataque japonés a Pearl Harbor fue promovido por el gobierno norteamericano para conseguir una excusa para entrar en la contienda y negó la existencia del Holocausto que, según él, fue solo una  “propaganda de guerra”. Rothbard  reivindicó el trabajo de Barnes afirmando que fue victimizado por defender “la verdad histórica”.

En el Informe Rothbard-Rockwell, del think tank Mises Institute, el economista publicó sus ideas de supremacista blanco: “En primer lugar, la diferenciación natural de las razas en capacidades intelectuales implica que de las dos razas principales hoy en día en los Estados Unidos, solo una posee la capacidad de crear y sostener el nivel de civilización que ha caracterizado históricamente a los países de Europa y América”.

Rothbard tiene bastantes seguidores entre las nuevas generaciones de neonazis, como Chris Cantwell, un norteamericano conocido como el nazi llorón, quien declaró que después de leer al economista profundizó sus ideas con el texto “Democracia. El dios que fracasó”, del alemán Hans-Hermann Ho-ppe, que combate la inmigración, la homosexualidad y la democracia como sistema de gobierno. Hoppe es otro de los autores favoritos de Milei.

Rothbard también adhirió a las ideas de David Duke, ex-Gran Mago del Ku Klux Klan, una de las organizaciones más racista, xenófoba y antisemita.  Dijo: “es fascinante que no haya nada, en el programa o campaña actual de Duke, que no pueda ser adoptado también por los paleoconservadores o paleolibertarios: impuestos más bajos, desmantelamiento de la burocracia, recortes drásticos del sistema de bienestar social, ataque a la acción afirmativa y las cuotas raciales, pidiendo igualdad de derechos para todos los estadounidenses, incluidos los blancos: ¿qué hay de malo en todo eso?”.

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Duke escribió en 2003 “El supremacismo judío: mi toma de conciencia sobre la cuestión judía”, argumentando que las consecuencias del supremacismo judío son devastadoras para las sociedades no judías. Puso como ejemplo a la psicología freudiana, la antropología, el feminismo radical y el multiculturalismo extremo”. Twitter y YouTube suspendieron en julio de 2020 de manera permanente la cuenta de Duke por su contenido racista y antisemita.

Finalmente, la persistencia de Milei de acusar de “zurdos” a todos sus adversarios, está inspirada en otro héroe de Rothbard, Joseph McCarthy, famoso congresista estadounidense, ícono del anticomunismo fanático, quien hizo listas negras, persiguió a intelectuales y artistas, cometió todo tipo de atrocidades en contra de quienes pensaban. El economista dijo que lo admiraba porque “apelaba directamente a las masas, lo emocional, y hasta demagógicamente, contra las cabezas del establishment: las élites universitarias, los medios de comunicación masivos, la estructura política partidaria republicana y demócrata”.

Conociendo más acerca de lo que piensan sus inspiradores, podemos explicarnos algunas de las contradicciones de Milei. ¿Cabe que avance la libertad de la mano del Ku Klux Klan, la supremacía blanca, el antisemitismo y la misoginia? Son teorías superadas cuando desapareció el comunismo, se desarrollaron la antropología, las ciencias del comportamiento, la zoología, y todo el conocimiento científico ha refutado las viejas supersticiones.

La Cuarta Revolución aceleró exponencialmente la creación de ciencia y tecnología. Ni siquiera en las ciencias duras es posible intentar mantener teorías eternas, menos en las ciencias sociales, que dependen de los comportamientos de seres humanos que se transforman todo el tiempo y están empezando a compartir la vida con otros seres inteligentes creados por ellos.

Ni Gramsci ni Weber explican los comportamientos fugaces de los cibernautas, que son la base de la política y la sociedad. Tampoco las teorías económicas del siglo XIX pueden servir para explicar una realidad, en la que las grandes empresas del mundo son virtuales y las personas usan monedas virtuales.

* Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.