Símbolos de la democracia
La batalla cultural va al hueso. El Presidente volvió a cuestionar al que consensualmente se considera padre de la democracia. Alfonsín es un símbolo y no es juzgado por la calidad de su gobierno, sino porque fue capaz de movilizar a millones de argentinos detrás del credo de la Constitución y de la reinstauración democrática.
Cuando se dice que Alfonsín es el padre de la democracia, es porque lo que hizo en el 83 fue reivindicar la Constitución como si fuera una biblia a la que se le reza diariamente, en contraposición a los usurpadores del poder constitucional. Los que más lo han valorado son parte de las generaciones que vivieron las consecuencias del autoritarismo insoportable de la dictadura militar. En ese contexto se valora la lucha por los derechos humanos, el juicio a las juntas , el nunca más. Era una generación que, independientemente de banderías políticas, fue detrás de la idea de que solo la democracia permitiría resolver los problemas económicos y sociales del país. Por eso se embanderó detrás del R.A. que prometía que con la democracia se come, se cura y se educa.
El Alfonsín gobernante no es el Alfonsín símbolo y no logró que con la democracia se comiera y se educara. Pero Menem también fue fruto de Alfonsín. Sin su victoria electoral, la renovación peronista no hubiera existido. Y si hay alguien que reivindicó a Alfonsín símbolo, fue Menem.
Menem también fue fruto de Alfonsín. Sin su victoria la renovación peronista no hubiera existido
La Constitución del 94 fue fruto del acuerdo de dos hombres, uno que quería continuar en el poder dentro de la democracia, otro que pretendía garantizar la república. Y dieron lugar a una nueva Carta Magna que, tomando como base la del 53, buscó el mayor equilibrio de poderes y adscribió a tratados internacionales que eran ajenos.
Milei decidió combatir estas ideas. La idea del consensualismo democrático no es parte de su credo. Convirtió a Menem en alguien que solo posibilitó la convertibilidad y las privatizaciones, olvidando sus aportes institucionales, y a Alfonsín en un golpista hiperinflacionario. Las batallas culturales para tener éxito necesitan voltear los símbolos sobre los que está construido el mundo anterior. Pero esas batallas triunfan en la medida en que son capaces de cambiar el sistema de valores y creencias. Para eso no alcanza con una batalla, se necesita una guerra en donde uno venza y el otro se someta o sea destruido. Se necesita tiempo para generar cambios culturales y también para demostrar que se es el mejor gobierno de la historia con solo 11 meses de gestión.
La contraparte de Alfonsín como padre de la democracia es la idea de que la misma tuvo madre, y que fue Margaret Thatcher, al vencer a Galtieri, quien posibilitó la salida democrática. Una idea complicada básicamente porque pone fuera de la decisión popular el cómo sigue la vida institucional de un país . Y no tiene en cuenta que la dictadura tomó la decisión de Malvinas como recurso desesperado ante el desgaste que venía sufriendo.
El próximo martes será uno de esos días que condicionarán la vida de parte del mundo dependiendo de quién gane en Estados Unidos. Si continúa Harris, no habrá cambios en la orientación global.
En el caso de Trump, promete un país metido para adentro, apelando al sentido de pertenencia de los white workers.
Pero el MAGA de Trump no es lo mismo que pregona el gobierno argentino, mas allá de que pretenda usar el mismo eslogan y reivindicar su política de alianzas. Trump bajará impuestos a los ricos para lograr inversiones, a la vez que para proteger el trabajo local promete incrementar el impuesto a las importaciones, con una sobretasa especial a los productos chinos.
Si lo hace, no podremos confundir similitud de estilos personales con igualdad de visiones para su propio país.
*Analista y consultor político.