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Siguen pegando abajo

Lilita Carrió. Ella que disputó combates con los kirchneristas hoy baja de su altar para dar pelea. Foto: ig

Nada más bajo que Cristina Kirchner. “¡Qué desconexión emocional tenés con los que sufren!”, le escribe a Milei. Asistida por abogados influyentes, tuvo todas las garantías para defenderse cuando fue procesada por “instalar junto con su marido y mantener una de las matrices de corrupción más extraordinarias que se hayan desarrollado en el país”. No logró demostrar su inocencia. La fiscalía probó, con documentación y testimonios, cómo funcionaba la organización criminal que robó más de mil millones de dólares. Cuando se vio venir la condena, reaccionó a los gritos contra el tribunal: “No me interesa, a mí me va a absolver la historia”.

Que al cabo de algunos años, después de probar, consumir, los políticos se conviertan en seres rastreros, despreciables, tipo Aníbal Fernández, capaces de cualquier delito mayor, o menor, con tal de conseguir más, seguir prendidos, no es novedad. “La política y el crimen es lo mismo” (Michael Corleone en El Padrino), pero los giles que votan ya no se comen cualquiera. Tienen el olfato entrenado para oler canallas vencidos.

Recuerden. Noviembre, 2019. Debate previo al balotaje. “Massa puso contra las cuerdas a Milei en el último round” (Página/12). “Massa sacó ventaja ante un Javier Milei que no aprovechó la enorme crisis que deja el Gobierno” (Clarín) “Massa arrinconó a Milei” (El País, España) “Massa consiguió exponer las ideas de Javier Milei sin pagar costos por su gestión” (PERFIL). El domingo siguiente Milei fue elegido presidente por una diferencia de casi tres millones de votos sobre Massa.

Copiar la clásica foto de Milei, mentón abajo, ojos a la cámara, pulgares alzados, pegarla en la pera de cuero del puchimbol, golpearla por izquierda, derecha, izquierda, derecha, mantiene activa a la oposición pero no da resultado en el ring electoral. Las encuestas registran solo algún rasguño en la imagen. Ni un moretoncito, un diente flojo, una gota de sangre en la nariz, nada serio. Está acostumbrado a recibir. El padre le sacudía las mejillas a bifes, el lomo a cinturonazos, la nalga a patadas.

En situaciones de terror, pánico, riesgo físico extremo, el último refugio, el único inviolable, es el propio cuerpo. Los ojos cerrados, las persianas de las orejas bajas, el culo fruncido, adentro no hay nadie más que uno. Ahí pueden verlo entonces. Un joven Milei encerrado en sí mismo. Negando. No me duele, no escucho, esto no está pasando. Fabulando, fantaseando, formateando la mente del que ahora es.

Si la única estrategia es postear “Che, Milei” para que de inmediato te repasen la tira interminable de mentiras, robos, muertes, en un “Che, Cristina”, ir de invitados a canales de noticias que pocos ven, poner la cara en una marcha o acto que se transmite en directo, tipo Manes en el Congreso, solo para gritar loco, payaso, mentiroso, te espero en las redes sociales, no van a perder por puntos. Van a caer por nocaut.

Parece mentira, gente grande, experta en el kick boxing, el arte de ensobrar, tirar chicanas, piñas, patadas, que insistan en pegarle abajo. Hasta la veterana fighter Lilita Carrió, que disputó combates libra por libra en todas las categorías de denuncias contra kirchneristas, macristas, massistas, baja ahora del altar en el que se adora para desafiarlo. Ya sin aquel deslumbrante juego de piernas que le permitía entrar/salir intocada de los medios de comunicación, vuelve al ring del que dijo haberse retirado. De movida, revoleó un derechazo. Erró al mentón de la foto de Milei, también al del Caputo que sostiene el puchimbol, pero logró dar en el cachete de la “cajera” Karina. Se lo dejó de un rojo vergüenza.

Milei tiene algo de fútbol pero menos boxeo que Marley. En una confrontación intensa, áspera, dividida, es la emoción la que decide ir por el que percibe más débil. Pocas veces como en estos tiempos, los sentimientos coinciden en uno aparentemente contradictorio. Quince meses de gobierno más tarde, Milei sigue siendo el defensor del título, a la vez que el retador de sí mismo.

La historia olvida, las víctimas no.

*Escritor y periodista.