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Seguí laburando

. Foto: CEDOC PERFIL

Si lo gore fuera garantía de calidad, La sustancia podría considerarse un film aceptable. Pero además de ganas de vomitar, uno espera otra reacción frente a una obra, como creer, razonar, disfrutar o, al menos, entrar en una historia y dejarse llevar por ella.

Elisabeth Sparkle (Demi Moore), que en apariencia solo quiere conservar su belleza y juventud, se entrega a un procedimiento para recuperar a la joven que fue. Lo que en verdad hace, si observamos la subordinación a la que se somete, es enfrentarse a sí misma en una competencia meritocrática, para así conservar, incluso pese a su integridad, su trabajo en televisión. Como ignorando el viraje mediático y la caída en desgracia del viejo medio masivo, la directora (Coralie Fargeat) se vale de la vía pública y el rating televisivo para construir una trama liviana, previsible y ajena a los verdaderos estándares de acumulación de valor simbólico.

Lo que Black Mirror ya había mostrado hace casi una década, aquí se expone de forma superficial y sin investigación médico-biológica o intención argumentativa. Sue (Sarah Qualley) encarna la versión joven de Elisabeth, apenas esta introduce en su cuerpo la sustancia y es varias veces advertida de ser la misma. Así consigue reemplazarse en el trabajo que acaba de perder, abonando la idea hiperproductivista –diseminada como cardos en nuestra época– y que ya Byung Chul Han anticipó en La sociedad del cansancio. Más que ser joven, lo que se pretende es gastar el tiempo en trabajos o múltiples actividades que ocupen nuestro tiempo para que no tengamos que pensar, estar solos, o gozar de los lazos construidos. Aislada con ella misma –o como canta Francisco Bochatón “sola en su cabeza”–, la mujer enloquece y nos invita a ser testigos del miserable devenir que imaginamos desde el minuto cero del film.

Creando un espectador tonto, la película explica, muestra y subraya cada detalle que podría haberse prestado a la interpretación, pasando por alto la posibilidad de esconder un dato, dar un giro más allá de la deformidad creciente o dotar al personaje de algún tipo de capacidad crítica.

Véanla, los 78,3 millones de dólares que ya recaudó seguro necesitan más espectadores.