temores

Revivir al héroe

Imagen ilustrativa | Héroe | Guerrero Foto: Unsplash | Marek Studzinski | jccards

Entre otros pensadores argentinos, Sebastián Porrini, autor de El sacrificio del héroe, habla de la caracterización actual de esta figura: un ser casi idiota, debido a la gratuidad de sus acciones. Llamando a dejar de lado la mirada propia de las construcciones culturales contemporáneas, Porrini presenta al héroe como un modelo ético y sociopolítico, remarcando la entrega o el sacrificio por el prójimo como rasgo principal, y llegando más lejos al proponerlo, justamente por esa gratuidad opuesta al individualismo del presente, como contracultural.

En el clásico de 1949, El héroe de las mil caras, de Joseph Campbell, se describe el viaje iniciático, abordado por la narrativa durante siglos con distintas carnaduras que, por supuesto, Porrini detalla en su trabajo. Pero la posmodernidad prefiere a un héroe sin periplo ni ascenso, decepcionado de todo, paradójicamente despojado de su heroicidad. Las historias actuales, ocupadas en conflictos por lo general desprendidos de lo trascendente, suelen ofrecer protagonistas que, por ser algo así como héroes apartados de su sentido original, traen nuevas complejidades. Sin embargo, en términos sociopolíticos, advierte, como otros defensores de la tradición, Porrini, el olvido de la heroicidad es una gran pérdida. Es que en la medida en que no accedemos lo heroico siquiera como ideal, nuestra mirada sobre las relaciones de poder será probablemente tuerta, o demasiado conformista.

Carácter colectivo

Sería cosa de locos pedir algo de la talla de Antígona o Teseo; se pueden aceptar versiones muchísimo más modestas. Por mi parte, si un relato tiene al menos un gesto heroico, compro. Si de chica llegué a emocionarme con Dragon Ball, un dibujo animado tan poco animado que apenas se movía, pero que se trataba de dar la vida por los demás, sin esperar una paga. Cuando Akira Toriyama, su autor, murió el 1º de marzo, fue homenajeado en todo el mundo. Quizás deba tanta admiración a haber comprendido la pertinencia de mostrar algunos héroes a varias generaciones de niños. Algo un poco heroico, si recordamos que lo hizo casi en los mismos años en los que la industria del entretenimiento apostaba a todo lo contrario, con éxitos como Los Simpsons. Sin dejar de lado las ficciones propias de nuestra época, sería deseable que renazcan otras más aptas para escapar por un rato a los diáfanos terrenos de los héroes. Aunque quizás no podamos pedir más que personajes presos de temores de baja estofa, como los de Alberto Sordi en la película de Mario Monicelli, sabiamente titulada, Un héroe de nuestro tiempo.