colectivismos

Puertas adentro

. Foto: Cedoc Perfil

La fábula de la grieta dejó de servirle a alguien, como suele decir Martín Rodriguez. Si bien los que la alimentan siguen leyéndola como padres a niños que ya cuentan ovejas, allá afuera la sociedad sutura heridas y evade consignas para vivir, para poder saludarse con el vecino, o volver a pedirle un favor a un pariente que había quedado del otro lado del río. La grieta no solo enfrenta posiciones políticas polarizadas, también entra en el territorio de la cultura y el arte, los deportes y las constelaciones familiares. No hay espacio que un fanático no vaya a leer con los códigos rancios del enfrentamiento oposicional. ¿Y a quién le sirve eso? Bueno, sí, a unos pocos. Pero al gran pueblo argentino, salud.

No ubico el momento exacto en que empecé a leer: “Todo lo que se pudre, funda una familia”, y afrentas similares. Ese espacio protegido por la Iglesia y el Estado de pronto comenzó a ser el culpable de todos los males. (Y si quieren, también las madres, o las mujeres en general por ser protagonistas de aquel ámbito.) El punto extremo de que una mujer valga menos en el mercado laboral estalla al dinamitar la idea de familia: ¿dónde quedan aquellas que además de coser, limpiar y cuidar salen a ganarse el mango?

Hay un borde progre que, en su faceta “Dueños del Estado”, o tal vez en su afán vanguardista, pegó en cualquier cosa que pareciera sólida o conservadora. Y la familia, si bien no es el reino de la posibilidad, es lo más parecido al colectivismo que una sociedad en vías de empobrecimiento pueda tener. Una unidad asediada por muchas cuestiones. El individualismo de este siglo podría parecer el principal responsable. Hoy no solo se nos invita a cancelar la diferencia, a censurar al “tóxico” y a ocupar monoambientes como únicos espacios a los que acceder; sino que se construye a la familia como el lugar del autoritarismo y los mandatos. ¿En serio pensamos que algo podía salir bien yendo contra el primer espacio de contacto con lo social que un individuo pueda tener?

Las familias ya no son instituciones estables, ni para toda la vida, ya no dependen de castas, ni de dotes, todas tambalean en algún momento y tienen sus bardos, chocan, se rompen, se ensamblan, se desconocen y se reconstruyen. Las familias son el territorio que la política perdió.