opinión

Problemas de legitimidad

La sociología no tiene nada para decir sobre Raymond Roussel: pues quizá sea mejor así.

. Foto: CEDOC PERFIL

¿Cómo llegamos a conocer un libro? ¿Cómo damos con un autor, un texto, una obra? Es una buena pregunta para la sociología de la literatura, y de hecho hay más de un escrito sobre el tema. Recuerdo alguna vez haber leído una tesis de doctorado de una discípula de Bourdieu, en la que trazaba una impresionante tipología de las formas de acceder a un libro: a partir de una reseña, por el atractivo de la tapa, por haber sido publicado en una editorial prestigiosa, por el precio, el título, el tema, por recomendación de alguien. Leí también otra tesis, esta vez dirigida en persona por Bourdieu, titulada “Problemas de legitimidad en el campo literario francés entre 1900 y 1939”. La tesis era perfecta. Y de hecho, casi como una pesquisa detectivesca, señalaba con precisión las diferentes estrategias y posiciones en el campo intelectual: qué escritor se presentó a tal concurso, qué editor favoreció la publicación de tal autor, qué periódico defendió tal libro y de qué manera esos nombres se cruzaban: qué editor terminó escribiendo en tal periódico, qué autor terminó publicado por tal editor, qué periódico terminó censurando a tal escritor. Y en esa guerra de posiciones se mencionaba a casi todos los nombres de la literatura francesa de esas primeras décadas del siglo XX: de Proust a Gide, y de Supervielle a Breton, nadie parecía estar ausente. Menos uno, el gran nombre propio faltante: Raymond Roussel. ¿Por qué Roussel no era mencionado ni una sola vez? Porque nunca publicó en una editorial “de verdad” (todas fueron ediciones de autor, pagadas directamente a las imprentas), porque nunca escribió en un periódico (y en vida solo se publicó una sola reseña de su obra), porque nunca integró eso que, con inmensa pereza intelectual, la sociología llama “campo literario”. Que el más grande escritor francés de su época (junto con Proust), y seguramente el que mayor influencia literaria legó (del surrealismo a Foucault), no aparezca ni una vez en esa tesis académica es un indicio del profundo fracaso intelectual de la sociología en su conjunto. La sociología no tiene nada para decir sobre Roussel: pues quizá sea mejor así.

Sin embargo, la cuestión básica que plantea la sociología de la literatura (¿qué es lo que legitima una obra de arte?) está más vigente que nunca. Sin ánimo (ni talento) de resolver el dilema, es posible decir algo sobre la situación en el presente. Hoy en día parece haber dos caminos. Resumiendo al extremo: uno, el rápido: ganar un concurso literario corrupto con miles de euros como premio. Escribir novelas mainstream disfrazadas de vanguardistas, con todos los temas del progresismo à la page. Saturar las redes sociales. Reproducir los discursos de la academia estadounidense. No tener lectores sino fans.   Y luego, otra vía, la lenta. Construir pausadamente una obra, desarrollar una estética personal, una mirada crítica, darle rienda delirante a una gran erudición: ser escritor. Con el paso del tiempo, quién sabe, quizás ese escritor termina teniendo, esta vez sí, verdaderos lectores. Y si no, no tendrá ni eso. Pero su obra seguirá dando testimonio de radicalidad literaria, como la del propio Roussel.

¿Hay otros caminos? No lo sé. Pero sí sé que la cuestión de los mecanismos de legitimidad de la literatura está en la base de toda pregunta sobre la tensión entre literatura y mercado.