LECTURAS

Político-militar

. Foto: Cedoc Perfil

En el Libro II de su Vida y hazañas de Alejandro Magno, cuenta el Pseudo Calístenes que, reunidas las tropas del macedonio frente a una ciudad persa a conquistar, encontraron los muros tan altos que les pareció imposible la hazaña. Pero Alejandro mandó recolectar al ganado que pastaba por la zona y desgajar ramos de los árboles y atarlos a los lomos de los cuadrúpedos y ordenó que sus tropas marcharan detrás. Al arrastrarse por el suelo, las ramas levantaban polvo y la nube crecía hasta llegar al cielo. Y a la noche ordenó Alejandro que ataran antorchas y velas a los cuernos de los carneros y los encendieran, y como los terrenos eran llanos y se podía contemplar toda la llanura como una hoguera encendida. Así que los persas se atemorizaron creyendo que aquellos fuegos eran las hogueras del campamento.

No descuidemos los detalles. En realidad, el Pseudo Calístenes, distanciado ya unos siglos del lugar de los hechos, toma a Persia por una ciudad, lee Persis-polis como “ciudad persa” lo que era Persépolis, la ciudad que fundó Darío I y que fue parcialmente destruida por Alejandro en su búsqueda frenética del dominio de la mayor extensión posible de los mundos conocidos.

El Pseudo Calístenes, distanciado ya unos siglos del lugar de los hechos, toma a Persia por una ciudad

La historia sigue, desde luego, y quien tenga la dicha de encontrar el libro (publicado por Del Nuevo Extremo) en alguna mesa de saldos, podrá observar que en la antigüedad se concebía la guerra en términos simples: el más fuerte imponía su ley mediante la fuerza o la amenaza de usarla, y obtenía de esa amenaza un tributo anual, cuyo beneficio se invertía a su vez en el sostén de ejércitos que conquistaban países para generar nuevos tributos, como parte de una política de apropiación que derivaba luego en el plan mayor, que era la apertura de nuevas rutas para el comercio. 

No es insensato pensar el mundo actual bajo esa fórmula; tampoco la política local, que arrastra ramas para levantar polvo y ocultar la dimensión real de la amenaza.