Opinión

Politainment

En el Luna Park, el Presidente inició una nueva era de la política cómo espectáculo. Foto: Pablo Temes

“Tal vez los nuevos tiempos requieran algo de show”. La síntesis de Javier Milei se deslizó a las pocas horas de haber asumido su inesperada presidencia. Fue una confesión formulada en medio de una de las primeras declaraciones concedidas a un trío de periodistas, devenidos militantes, de una prestigiosa señal informativa. El liberal-libertario daba inicio de esa forma a nuevo tipo de formato televisivo: la entrevista sin preguntas. Quizá esa condición, la no-pregunta, hizo que no hubiera espacio para interrogar a Milei sobre a qué se refería cuando anticipaba lo que venía a proponer: un “show” en clave política.

Esta semana, no obstante, todas las dudas se disiparon en el Luna Park, cuando se puso en marcha la novedosa era del politainment en la Argentina. Se trata de un flamante paradigma, hay que decirlo, que promete ser bastante nocivo. Porque lo cierto es que, antes de que Milei empezara a entonar desaforadamente las estrofas de Panic Show, se había confirmado que la pobreza alcanzó un nuevo récord y se había difundido que la recesión empantanó a la economía. Solo había fiesta sobre el escenario al que se había subido Milei.

Es que Milei cantó excitado la letra de la banda de rock La Renga muy pocas horas después de que el Observatorio Social de la UCA informara que el índice de pobreza en Argentina había trepado al 55% y el índice de indigencia había escalado al 18%, lo que representa en ambos casos el mayor porcentaje de la población en vulnerabilidad desde 2002. Y es que Milei bailó en forma desenfrenada el Luna luego de que el Indec anunciara que en marzo el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) había registrado una caída de 8,4% en la comparación interanual, la peor cifra en los últimos cinco años. Pero nada de eso fue suficiente: para el Presidente, el show debía continuar.

Politainment es un concepto que cobró fuerza en los Estados Unidos en los noventa, para dar cuenta de una curiosa fusión entre política (political) y entretenimiento (entertainment). La definición fue fruto de un deliberado esfuerzo de las ciencias sociales por describir el surgimiento de un escenario noticioso que armonizaba los informes políticos con la utilización de elementos propios del marketing. En la Argentina, por caso, se hizo entonces paradigmático el gobierno de Carlos Menem, que prometía borrar la división entre el mundo de la política y el mundo del espectáculo. Una década inmortalizada bajo la fórmula de la pizza con champán.

Ocurre que el significante de politainment buscaba recrear un nuevo tipo de comunicación política, basada en la idea de “la política como entretenimiento”, tal como lo definió el politólogo estadounidense David Schultz en Politainment. Una guía para entender las campañas. Schultz, se ha convertido en un referente obligado para dar cuenta de esta definición, una hipótesis que retomó con fuerza como su objeto de estudio con la aparición de Donald Trump. El magnate estadounidense se convirtió en un hito mundial para analizar este tipo de fenómenos, ya que encarna fielmente la figura del personaje mediático que proviene de los talkshows y se suma a la política.

En su carrera hacia la Casa Blanca, Trump utilizó la misma estrategia que había concebido para destacarse entre las noticias de la farándula. Y esa metodología generó una gran confusión en la prensa norteamericana. De hecho, un célebre editorial publicado por el New York Times luego del sorpresivo triunfo de Trump en 2017, puso de manifiesto la imagen que los propios medios tenían sobre el republicano que iba a convertirse en uno de los más polémicos presidentes de los Estados Unidos. Entonces, Arthur Sulzberger y Dean Baquet pidieron públicamente perdón a sus lectores por ser los editores del Times que, al inicio de la campaña de Trump, decidieron cubrirla con cronistas de espectáculos en vez de hacerlo con periodistas de política, por la simple razón de que no daban crédito a esa candidatura.

Schultz profundizó durante el gobierno de Trump el peligro de confundir a la realidad política con la irrealidad del entretenimiento. En Trumpismo: la política estadounidense en la era del politainment, que fue escrito junto a la socióloga Avery Gahler, Schultz vuelve a advertir sobre el peligro de no establecer los límites necesarios para darle entidad a un dirigente que utiliza recursos propios del show televisivo. Es que la politainment, precisamente, está diseñada para compensar la disminución de contenido y sustancia política de un gobierno, brindando en su lugar acontecimientos provistos, esencialmente, de sensacionalismo. De esa maneara, el politainment se sitúa al mismo nivel que el infotainment: información camuflada en entretenimiento, un característica que se multiplica en medio de las redes sociales y de la fiebre por el clickbait. Un acontecimiento que tuvo a Milei como epicentro esta semana en el Luna Park.

Politainment es un concepto que unifica a la política con el espectáculo.

El politainment es, por lo tanto, un recurso utilizado para ampliar audiencias. Una herramienta necesaria tanto para el político que deviene en showman, como para los periodistas que lo analizan. Es un proceso mediático que termina menospreciando los aspectos más complejos de la información política para priorizar los tópicos más superficiales de la conversación pública. No se reclama la reflexión del espectador para informarse a través de un esfuerzo cognitivo, sino que se atrae su atención para entretenerlo de manera pasiva.

Hace unas décadas, el proceso se centraba en la comunicación televisiva. Eran años del surgir de la era del videoclip. Pero en la actualidad, el politainment se concentra en la viralización de la comunicación digital. Son políticos que mantienen una relación “directa” y emocional con sus votantes-folowres sin que la prensa pueda intermediar en esa comunicación. Un mundo sin periodistas, con espectadores entretenidos pero desinformados. Pochoclo y likes. Pan y circo. Un combinación que Milei parece haber entendido muy bien desde sus inicios como panelista ultrapolémico hasta su actualidad como presidente standapero.

El uso de la comunicación mediante redes sociales también les ha permitido a los políticos que recurren al politainment acercarse a un perfil del público al que antes no accedían a través de los medios tradicionales. El votante joven, más alejado de la prensa rigurosa y más cerca de la tiktoksización de la coyuntura, se siente más cómodo con esta clase de dirigentes que lo interpela de igual a igual y con su mismo lenguaje. La base sólida de Milei es el mejor ejemplo para explicar este vínculo.

La degradación del debate público a través del consumo de noticias en el mundo del infoentretenimiento era algo que Giovani Sartori ya había alertado hace varias décadas. En Homo Videns, la sociedad teledirigida, el gran politólogo italiano, maestro de maestros de varias generaciones de cientistas sociales, había anticipado su preocupación por el peligro de que las imágenes prevalecieran sobre la palabra escrita. Si el homo sapiens había derivado entonces en el homo videns, estamos ahora frente a un homo influencer que se concentra más en la estética que en la ética, más en la forma que en el contenido.

No importa qué se comunica, lo que prevalece es la cantidad de views que alcanza esa comunicación. Es la memeisación de la cosa pública: politainment en su máxima expresión. Un pernicioso mecanismo que Milei interpreta a la perfección.