opinión

Piromaníacos

Anonymous frente al congreso. Esta foto del incendio del móvil de Cadena 3 muestra al anarquismo, y no al peronismo, como autor de los incendios. Foto: PABLO CUARTEROLO

La mayoría de las comparaciones sobre el incendio de autos y bicicletas, y todo aquello combustible que encontraron a su paso este miércoles cuando el Senado trataba la ley Bases, fue con las 14 toneladas de piedras de diciembre de 2017, cuando el gobierno de Macri logró la modificación de la fórmula de actualización jubilatoria. Pero esta violencia incendiaria actual es la misma que vi la noche del 20 de diciembre de 2001, también frente al Congreso, cuando por poco no lo incendiaron, como sí hicieron los nazis con su Parlamento –el Reichstag– en Berlín durante 1933. 

Encontrar un invariable entre diciembre de 2017 y 2024 en lugar de hacerlo con diciembre de 2001 modifica el diagnóstico y lleva a conclusiones erradas. Más allá del ya célebre “gordo del mortero” de 2017, la pulsión piromaníaca de este miércoles no estuvo presente en 2017, mientras que sí en 2001, cuando el kirchnerismo no existía y era la extrema izquierda la incendiaria, además el peronismo nunca fue anarquista; por el contrario, siempre fue nacionalista.

Y aunque resulte contraintuitivo, tiene cierta lógica que aquellos anarquistas de movimientos violentos de izquierda de 2001, como por entonces Quebracho, pidieran, por otros medios, lo mismo que hoy pide el libertarismo: que se vaya la casta, todos los políticos. Los anarcocapitalistas tienen hoy discursos (gracias a Dios solo eso) incendiarios y los anarquistas de izquierda, prácticas incendiarias.

A los libertarios les resulta funcional atribuir toda oposición al kirchnerismo, desde el voto negativo de Lousteau hasta los incendios fuera del Congreso, pero en 2017 el kirchnerismo sí era una fuerza política con poder de representación, como lo demostró ganando las elecciones de 2019, mientras que hoy es una sombra de aquello y hasta tuvo que llevar de candidato presidencial en 2023 a un ex-Ucedé como Sergio Massa, a quien tuvo que perdonar por haberle hecho perder las elecciones de 2015.

También el peronismo en su conjunto es una fuerza con menor poder de representación, lo mismo que los sindicatos, que eran parte fundamental de su columna partidaria. ¿Dónde quedaron los forzudos camioneros que marchaban junto a Pablo Moyano y llegaron saltando y bailando hilarantes a la Plaza del Congreso cuando comenzó la violencia? En eso tiene razón Patricia Bullrich: si no pueden garantizar que en sus marchas se infiltren sectores violentos que solo quieren descargar su furia, no debieran hacerlas. Ellos mismos deberían impedir que en su seno los extremistas utilizaran la muchedumbre como un escudo para desatar la violencia. 

Salvo que, como sostienen algunos sectores de izquierda que marcharon, los “infiltrados” formen parte del aparato estatal.

Muy probablemente el “kirchnerismo”, y más precisamente el peronismo con sus senadores, termine votando propuestas del Ejecutivo, como viene sucediendo con aquellos cargos que requieren aprobación del Senado, como podría suceder hasta con jueces de la Corte Suprema.

La foto para premio que ilustra esta columna fue tomada por el fotógrafo de PERFIL Pablo Cuarterolo, quien decidió ser fotógrafo a los 12 años, cuando le regalaron su primera Olimpus y estudió en la Asociación Estímulo de Bellas Artes. Este es su testimonio: “Entre los fuertes incidentes, una imagen se convirtió en el símbolo de la represión y la tensión social: un auto del móvil de Canal 3 incendiado y manifestantes alrededor. Me encontraba a unos 50 metros de la escena cuando observé a un grupo de manifestantes volcando un auto. Me percaté de que se trataba de un móvil de prensa, pero yo en ese momento me encontraba registrando una confrontación entre la Gendarmería y trabajadores marítimos. Cuando terminé de registrar ese evento, me dirigí hacia el auto incendiado. Al llegar, el vehículo ya estaba completamente envuelto en llamas. Comencé a fotografiarlo desde una posición de espaldas al Congreso, capturando la intensidad del fuego, que crecía cada vez más. Mientras me movía buscando diferentes ángulos, me encontré con dos figuras que intensificaron la crudeza de la escena: un manifestante con máscara de Anonymous y otro con el torso desnudo, ambos bailando alrededor del auto incendiado. La imagen del manifestante con máscara junto al fuego y el otro individuo se convirtió, de esta manera, en la captura más potente. Decidí tomar dos fotografías: un plano cerrado que resalta la intensidad de la escena y una toma angular que incorpora el Congreso al fondo, creando un efecto de degradado que enfatiza la magnitud del evento”.

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Los piromaníacos son “sujetos con un gran nivel de frustración, sensación de vacío existencial y una elevada sensación de inferioridad, que presentan sentimientos de poco control, poder o valía, que intentan suplir con el empoderamiento sentido al provocar el incendio”.