PANORAMA económico

Petronas, a un mes de difinir si invierte o no

La petrolera de Malasia decidirá en noviembre si se asocia a YPF en el proyecto para levantar una planta de GNL en la Argentina.

Foto: cedoc

Malasia tiene dos íconos mundiales. Uno atrae cada año a turistas, profesionales de la arquitectura y curiosos de todo el mundo. Y que, según los administradores, le dejan a Kuala Lumpur más de 100 millones de dólares en ganancias. Se trata de las Petronas Twin Towers, que tuvieron el cetro de los edificios más altos del mundo entre 1998 y 2003, con una monumental exhibición de 452 metros y 88 pisos de hormigón armado, acero y vidrio. Lo notable de ese tremendo homenaje al tradicional arte islámico es que fue diseñado por un argentino, el tucumano César Pelli, quien siempre consideró ambas joyas de la arquitectura mundial como su obra cumbre. El segundo ícono es Petroliam Nasional Berhad (Petróleo nacional ltd.), popularmente conocida como Petronas. La petrolera, obviamente, es la propietaria y administradora de las torres. Es relativamente nueva. Nació en 1974, es dueña de 103 subsidiarias y es parcialmente propietaria de otras 19. Tiene sociedades con 55 compañías, con las que conforma el Petronas Group, y está involucrada, fundamentalmente, en la producción y comercialización petróleo y gas con intereses comerciales en 35 países. Entre ellos, Argentina. Particularmente en Vaca Muerta. Sus números abruman. Vale aproximadamente unos US$ 15 mil millones, sostiene un promedio de ingresos anuales por unos US$ 77 mil millones, un beneficio neto de 15 mil millones y un aporte anual de casi el 5% del PBI malayo. Participa activamente en la Fórmula 1, dentro del equipo McLaren, y es el principal sponsor del Gran Premio de Kuala Lumpur. En definitiva, representa a su país.

Unos 26 años después, los dos íconos volverán a cruzarse con la Argentina. Durante la primera quincena de noviembre, Petronas decidirá si permanece o no en el proyecto de levantamiento de la planta de Gas Natural Licuado (GNL) junto con YPF. Está programado para aproximadamente un mes (probablemente entre el 11 y el 15 de noviembre) un encuentro de directorio de la compañía de propiedad del estado malayo en las famosas Torres Petronas Twin Towers. Allí se definirá si el proyecto original, la obra pública y la planta futura más importante de la historia de la energía argentina estará en manos de los accionistas que debatirán en la torre de César Pelli. A todo o nada.

Les inquieta el financiamiento que propone YPF. Y no ven que el proyecto sea una política de Estado

Interesante momento entonces para analizar por qué Petronas, que estaba convencida y feliz de participar del proyecto, ahora duda.

El primer motivo es económico. Siempre la plata. Para este proyecto cada socio, y en un plazo de aproximadamente diez años, cada parte debía poner sobre la mesa unos 15 mil millones. Petronas, una megamultinacional petrolera, no tiene problemas en conseguir ese dinero del mercado financiero mundial voluntario. Pero, obviamente, Argentina no. Y por esto el presidente de YPF, Horacio Marín, peregrina por el mundo vendiendo por adelanto el futuro fruto de esa planta. Ya anduvo por India y por ahora está en Europa. Concretamente, en estas horas está en Roma. Puede ser que venda gas licuado por adelanto. Gas que aún no existe. Y con esto tener efectivo para arrancar las obras. Pero a Petronas le resulta algo extraño el procedimiento.

El segundo motivo fue el show interno por el lugar de la radicación de la planta. Los malayos se habían reunido en el 1° de septiembre de 2022 con Cristina Fernández de Kirchner, en la oficina que la entonces vicepresidenta tenía en Senado, donde se había cerrado que la instalación sería en Bahía Blanca. Territorio, ayer y hoy, conducido por Axel Kicillof. Afirman los malayos que se enteraron de que la decisión tomada por el directorio de YPF el 31 de julio pasado era radicar la planta en Río Negro. Puntualmente en el puerto de Punta Colorada, en la localidad de Sierra Grande. No es que la mudanza haya asustado a los malayos. O que sean pro-Bahía Blanca o más específicamente kirchneristas. Lo que sí les molestó es que no se los haya consultado. O, directamente, ignorado. Casi que se enteraron igual que el resto del mundo: una vez culminada la reunión de directorio de la petrolera argentina.

Finalmente, hay un tercer motivo. Creyeron los malayos que la decisión de instalar esta planta era una política de Estado. Que se respetaría no importa quién gobierne. Sin embargo, al ver las disputas casi ideológicas entre los protagonistas criollos, Petronas teme que si hubiera un cambio de gobierno, se repita la historia de renacionalizaciones y juicios que se vivieron en otros momentos en el país. Y que terminaron en juicios interminables en los tribunales de todo el mundo. Petronas no quiere vivir ese problema. Nunca. Como ninguna empresa del mundo.  

Foto: Bloomberg

Hay un solo motivo por el cual el directorio de la petrolera malaya se convenza de quedarse en el proyecto. Que la planta de GNL deje dinero.

No es poco argumento. Todavía. La alianza estratégica entre YPF y Petronas (51% de la sociedad para la petrolera argentina y 49% para la asiática) se basa en una inversión primaria en Vaca Muerta, un gasoducto y finalmente una planta de licuefacción de gas para exportar el combustible a Europa (primero) y a cualquier destino después. “Es el proyecto de infraestructura más importante de las últimas décadas”, reflexionaba aquel día de 2022 (el mismo en el que sufría su intento de magnicidio) en la red X la entonces presidenta de la Cámara alta, mientras aseguraba que “se modificará la matriz energética de nuestro país y tendrá un impacto directo en la economía nacional, aumentando las exportaciones, generando divisas, puestos de trabajo y el desarrollo de nuevas industrias”. Decía, además: “Acabo de reunirme con directivos de YPF y Petronas, la empresa petrolera estatal de Malasia, que hoy anunciaron una alianza para construir una planta de GNL en Argentina. Trabajan en conjunto desde 2014 en el desarrollo de Vaca Muerta. Sí, el yacimiento que recuperamos en 2012”. El monto de la inversión anunciada era impactante: unos U$S 40 mil millones de dólares, distribuidos en unos 10 mil millones en una primera etapa, para luego ir en un in crescendo hasta llegar a esa cifra en menos de cinco años. “Una gran noticia para el futuro de la Argentina. Les agradezco a los directivos de Petronas y al embajador de Malasia la visita de hoy y, por sobre todas las cosas, la confianza en nuestro país”, cerraba Cristina.

Los tiempos se retrasaron, y la eterna crisis económica y política de la Argentina impidió que el calendario que se les prometió a los malayos se cumplieran, y las posibilidades de encontrar financiamiento a precios razonables para el proyecto comenzaron a complicarse. Finalmente desde Petronas se decidió esperar a que transcurriera el proceso democrático local y trasladar la negociación al nuevo gobierno. Ya con Javier Milei en escena, el proyecto renació. Y desde el primer boceto del Régimen de Incentivo para las Grandes Inversiones (RIGI), los malayos volvieron a interesarse en la idea de la planta de GNL.

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Sin embargo, hubo cambios desde Buenos Aires. La nueva conducción de YPF, con Horacio Daniel Marín en la presidencia de la petrolera, aceleraron la idea; desempolvaron los contratos de factibilidad necesarios y desde enero ya se sabía que la planta sería una realidad. O al menos el anuncio del proyecto. Finalmente el 30 de junio pasado, el directorio de YPF aprobó por unanimidad la radicación de la planta de licuefacción conjunta entre la petrolera argentina y Petronas, evidentemente, sin consultar a los socios en el 49%. Según lo explicado por la conducción de la compañía a los accionistas, se hizo por la ventaja competitiva de la localización, lo que le permitiría ahorrar unos US$ 600 millones de inversión. Se dejaba de lado definitivamente la alternativa de Bahía Blanca, desairando a Kicillof y enterrando aquel proyecto del primero de septiembre de 2022. El último argumento para lograr el levantamiento de manos de los accionistas fue la promesa concreta del gobierno de la provincia de modernizar el puerto de aguas profundas de Punta Colorada, antiguamente utilizado hasta 1992 por la productora ferrominera Hierro Patagónico Sociedad Militar (Hipasam), empresa dependiente a Fabricaciones Militares y cerrada en 1993. El puerto hoy es una atracción turística, y la única idea que se debatió seriamente desde su cierre hasta la concreción de la planta de GNL fue transformarlo en una zona franca. El gobierno rionegrino de Alberto Weretilneck se comprometió a que antes de los cuatro años, el nuevo puerto estará disponible para que el gas comience a ser exportado a Europa.

Fundamental para la decisión fue la lectura de un informe (nunca presentado en sociedad) de la consultora Arthur D. Little, contratada especialmente para la ocasión y para que realice una evaluación de factibilidad, de recomendar la radicación en Río Negro y no en Bahía Blanca. Aparentemente, el “paper” leído ayer fue lapidario con el puerto bonaerense, afirmando que tampoco contaba con la infraestructura necesaria. Y que, incluso, si era en esta provincia donde debía radicarse, la elección debía ser Zárate y no Bahía Blanca.  Pero, otra vez, nunca fue enviado a Petronas. Quienes no lo tendrán (al menos hasta ahora) en el escritorio de debate para saber si la mudanza es o no conveniente.