Pesa el pasado
La sociedad cambió: la gente no quiere ser representada, y resiste los antiguos liderazgos. No es una cuestión de edad: en EE.UU., Bernie Sanders y Donald Trump son líderes de edad avanzada, pero que expresan la nueva política, mientras Hillary Clinton y Kamala Harris representan a una versión progresista, pero anticuada. En América Latina, los líderes de La Cámpora y del socialismo del siglo XXI, como Correa en Ecuador, envejecieron. La juventud está masivamente con Milei y alternativas como María Corina en Venezuela.
En su ensayo “El idioma analítico de John Wilkins” Jorge Luis Borges analizó su intento de crear un lenguaje universal descomponiendo las “cosas y nociones” en divisiones y subdivisiones cada vez más pequeñas. Wilkins clasificó el universo en cuarenta categorías divisibles en especies, asignando a cada género un monosílabo de dos letras, a cada diferencia, una consonante y a cada especie, una vocal. Fue un esfuerzo por crear un lenguaje único, semejante al de Zamenhof, quien en esa misma época quiso sistematizar el esperanto. Para Borges toda clasificación del universo es arbitraria porque simplemente no sabemos qué es el universo. Para ejemplificar su tesis, citó una taxonomía, supuestamente tomada de la enciclopedia china “Emporio celestial del conocimiento benévolo”, que divide a los animales en catorce categorías: (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas. Habiéndome formado en los rigores de la lógica escolástica, la taxonomía de Borges me estremeció, porque sugería un orden alternativo de la realidad.
Estudié después la sociología política fundamentada en teorías sobre las ideologías, las instituciones, los partidos, el rational choice, pero todo eso fue perdiendo sentido en las últimas décadas. Se produjo una transformación radical, en la sociedad sino, y sobre todo. en la mente de las personas.
El 2005, con mi socio Santiago Nieto, publicamos el libro “Mujer, sexualidad, internet y política: los nuevos electores latinoamericanos”, recogiendo lo escrito sobre el tema, y nuestra experiencia en procesos electorales, especialmente la elección mexicana intermedia del 2003. La red y las mujeres estaban transformando Occidente.
Creímos que la taxonomía de líderes, que los clasificaba en “de izquierda”, “derecha” o “populistas”, debía ser sustituida por otra, inspirada en otra antigua enciclopedia, algo como a) que fríen papas en McDonald’s, b) que van a votar a caballo, c) que no pisan su país durante la campaña, d) que pierden los debates, e) divertidos, f) estatuas, g) que lloran, h) escogidos por Dios, i) ayatolas, j) terraplanistas, k) que hablan con pajaritos, l) fichados por la Policía, m) que no conocen las fronteras su país, n) que carecen de visa.
Quienes nos formamos durante la Guerra Fría, cuando arreciaba la lucha por los derechos civiles, la igualdad de género, el respeto a la diversidad, la defensa de la vida frente al cambio ambiental, nos quedamos con nociones que, actualmente, a algunos les suenan absurdas.
La gente se hizo distinta. Los estudios dicen que publicar en redes sociales con frecuencia, especialmente en X, Instagram o TikTok, produce altos niveles de irritabilidad, ansiedad y depresión. Las plataformas digitales, integradas por miles de “amigos” desconocidos, con los que compartimos nuestra cotidianidad, más que con nuestra familia, alteran nuestra mente. Hasta hace pocos años, estábamos acostumbrados a relacionarnos con rostros, ahora lo hacemos con pantallas en las que habitan seres vivos, electrónicos o virtuales.
Estamos más tiempo en contacto con fantasías, que con lo real. Dedicamos a internet cada vez más horas y eso nos parece indispensable. Quien pierde su celular siente que se desconecta de todo, de la realidad, de sus amigos. Navegar es una obsesión. Los universitarios pasan más tiempo conectados a sus celulares, que atendiendo a clases. Los jóvenes votan oyendo a sus amigos virtuales más que a los candidatos.
Por eso vale la pena conocer lo que interesa a los ciudadanos. Existen herramientas que dicen, con números objetivos, para qué se conectan las personas con la red, y también con plataformas como Google o YouTube. Una ínfima minoría lo hace para preguntar sobre partidos, candidatos, o programas de gobierno. Ciertamente no lo hace ningún indeciso.
La red expandió la realidad. Hasta la llegada de internet, la política ocupaba mucho espacio en la conversación de la gente, actualmente eso no es así. Los usuarios que averiguan sobre el pensamiento de Marx son pocos, y muchos más los que quieren conocer los derechos de los perros.
En reiterados experimentos que hemos realizado, cuando un presidente o candidato publica sus ideas sobre la economía o la política, obtiene solo unos cientos de visitas. Los programas de gobierno no los lee nadie. No digo lo que me gusta, sino lo que dicen los números.
Para transmitir su mensaje los líderes necesitan que les hagan caso. Para eso deben producir imágenes que lleguen al corazón de la gente. No deben aburrir, ni privilegiar a los politizados. Hay que interesar a los indecisos, comunicando cosas que la ellos les gustan, que por lo general, no son de lo que hablan los políticos.
Algunos se convencen de que deben usar las redes para la campaña y contratan a algún joven para que se encargue de ellas. En su versión más elemental, usan las plataformas para dar discursos y presentar propuestas, sin saber que ese es un pasatiempo perfectamente inútil.
Los cibernautas no ingresan a la red para que les hablen del Estado o de política. Hablan de otros temas. Por lo demás, si llegan a entrar a sitios de los candidatos, se encontrarán con que todos ofrecen lo mismo: luchar por la seguridad, combatir la corrupción, o cualquier otro tema tomado del periódico. Por lo general los políticos tratan de usar la red para contactar con la juventud, hablándole de temas que no interesan y que provocaron que esos jóvenes huyan de los medios tradicionales.
Los indecisos ni siquiera verán sus mensajes. Cuando la campaña se hacía por televisión, se podía inundar los canales con propaganda para que todos la vean. En internet, cada persona navega como quiere y va sólo a los sitios que le interesan. Gran parte de la comunicación que producen los gobiernos y las campañas tradicionales, son basura que flota sin sentido en el ciberespacio, vista sólo por sus parientes y militantes incondicionales.
Algunos sugieren al dirigente que filme escenas extravagantes. En las campañas de todo el país vemos a candidatos bailando, disfrazándose, haciendo idioteces, pero en la mayoría de los casos, eso no los convierte en líderes populares, sino en bobos pintorescos. Antes de escoger el medio que se va a usar para la comunicación política, hay que saber qué mensaje se quiere comunicar.
Muchos candidatos no llegan a salir del anonimato. Es lo que ocurrirá en Ecuador el 9 de febrero, terminada la campaña presidencial, con la mayoría de los candidatos con porcentajes insignificantes.
Los procesos políticos se comprenden mejor haciendo estudios comparados. La crisis de la democracia representativa no ocurre porque los “ingenieros del caos” manipulan a los electores, sino porque la sociedad cambió, la gente no quiere ser representada, está contra los antiguos liderazgos, vive mejor que nunca, pero incluso los magnates como Musk se sienten frustrados porque querrían más.
Existe un rechazo irracional al pasado. Conozco, en bastantes países, presidentes y dirigentes que tuvieron poder en las últimas décadas, cometieron equivocaciones, y también aciertos, que hicieron que todos vivamos mejor que hace cincuenta años.
Pero la red condena a todos los antiguos, a menos que sean redimidos por la disrupción. No se trata solo de la edad de los personajes, sino del contenido y sobre todo de la forma de su comunicación. Bernie Sanders y Donald Trump son líderes de una edad avanzada, que expresan la nueva política, mientras Hillary Clinton y Kamala Harris representan al establecimiento en una versión progresista, pero anticuada.
En agosto y septiembre Javier Milei experimentó una caída de popularidad registrada por todas las encuestas. La aparición de Cristina, su cuñada y su hijo al frente de la oposición, después de la manifestación en respaldo a las universidades, detuvo esa tendencia. Con tal de que no vuelvan los antiguos, mucha gente prefiere apoyar un proyecto que es innovador aunque tenga muchos defectos.
Los jóvenes de La Cámpora y los líderes del socialismo del siglo XXI envejecieron. La juventud está masivamente con Milei y alternativas como Noboa y María Corina. No quiere que continúen proyectos del pasado que sienten que no satisficieron sus expectativas.
En Ecuador pasó algo semejante. Correa conserva la adhesión de una clase media que creó en su prolongado gobierno, pero el mensaje de cambio de cuando fue joven y disruptivo está apolillado. Las encuestas registraron en estos meses, una carrera ajustada entre Daniel Noboa y la candidata de Correa, que acabó cuando la derecha del siglo XX apareció para ayudar al socialismo del siglo XXI.
Expresidentes del pasado asomaron auspiciando el golpe de Estado que intentaba una señora desconocida, que prometía entregar el poder al correísmo y desbaratar lo que ha hecho el presidente de quien fue binomio. Es un tema generacional. Los dirigentes provectos del país, se identifican más con Correa, que con un candidato joven, de la nueva época, con títulos en Harvard, la George Washington University y Kellogs. A Noboa se le ve nuevo, tiene actitudes propias de su generación, mientras el amontonamiento del geriátrico se ve caduco.
La mala imagen es un número que no tiene que ver con la Justicia. Tengo, en varios países, amigos políticos que nunca deberían ser candidatos porque tienen mala imagen, pero son gente brillante. Uno de los expresidentes más interesantes del continente es un mexicano, con pésima imagen, pero con quien es un gusto conversar y aprender.
Sin embargo, en términos electorales, la mala imagen de los expresidentes que han atacando a Noboa le ayudó a crecer bastante en la simulación presidencial. Lo más probable es que gane las elecciones y tenga la primera bancada en el Congreso, lo que le daría gobernabilidad.
* Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.
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