lenguajes

Para el culo

. Foto: Cedoc Perfil

La parte del culo ocupaba un lugar muy relevante en las rutinas de la revisación física para la incorporación de ciudadanos al servicio militar obligatorio. Se detenían muy minuciosamente a examinar con pormenor, uno por uno, uno tras otro, el orificio anal de decenas, centenares, miles de muchachos jovencísimos. Los desvelaba corroborar si algo había o no había pasado ahí, si algo había o no había pasado por ahí. No se trataba de proctología, claro que no; esa es una vocación como cualquier otra, tan indispensable como cualquier otra para el cuidado de la salud de la población. Se trataba de una fijación de perturbados respecto de los placeres que cada cual se procura o no se procura.

Proveniente de ese mundo, el mundo militar, a Jair Bolsonaro según parece ese asunto lo afecta. Tanto como para concederles una medalla alusiva a quienes prueben haberse mantenido vírgenes (vírgenes de ahí). Hace unos días, como es sabido, se la otorgó a nuestro jefe de Estado (no quiero saber cómo averiguó que era merecedor fehaciente de semejante galardón) y entre ambos festejaron los evitados desfloramientos. No deja de haber ahí, finalmente, cierto componente represivo, y a ellos, como es público y notorio, les encanta la represión.

El lenguaje no muy pulido de nuestro primer mandatario parece haberse visto influido por la reciente premiación, ya que el otro día abundó en metáforas de esa índole: romper culos, culos rotos, mandriles. ¿Un papelón? Podría decirse. Pero al menos dejó de lado la siniestra evocación de niños envaselinados en un jardín de infantes con la que oscuramente nos alarmó hace un tiempo.