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Otras iluminaciones

. Foto: Cedoc Perfil

Cuando el Führer lo invitó a trasladar parte de sus fábricas a los campos de concentración, empleando mano de obra esclava y carente de salario y con una alimentación consistente en sopa aguada hecha con carne y verduras podridas, un poco de pan, algo de margarina, té o una bebida amarga parecida al café, Henry Ford no pudo resistirse.  Pero más allá de la admiración mutua, la propuesta no fue para beneficio exclusivo del empresario americano: Hitler ascendió con el apoyo y la financiación de capitales locales e internacionales. Henry Ford radicó sus filiales en Colonia, donde llegó a convertirse en la segunda automotriz proveedora del ejército; la primera fue la Opel-General Motors.

En principio, el Führer se proponía la identificación y apresamiento de unos 600 mil judíos alemanes: IBM aportó su tecnología de tarjetas perforadas –cada tarjeta asignaba identificaciones de raza y religión– que permitía mayor eficiencia en el relevamiento de datos en registros municipales, religiosos y gubernamentales, para identificación y catálogo de quienes serían perseguidos, encerrados o eliminados. A través del Chase Bank, J. Rockefeller financió sus experimentos eugenésicos. Coca Cola creó la Fanta para consumo alemán. La sucursal local de Kodak dejó de fabricar cámaras para dedicarse a disparadores y detonadores. BMW empleó a 300 mil prisioneros para la producción de piezas para el funcionamiento de las armas, sistemas eléctricos para submarinos y motores de avión. Bayer fue la principal proveedora del Zyklon B, el gas utilizado en las cámaras de los campos de exterminio. El negocio de la guerra a futuro movía la economía local. Entre 1933 y 1935, la inversión pública se elevó un 350%,  y un 800% hasta 1938; y el gasto en armamento un 2300%.

No existe cálculo preciso de las ganancias extraordinarias que procuró a la economía local y a las empresas alemanas y extranjeras una masa de trabajadores esclavos que llegó a los siete millones y medio de personas, entre civiles y prisioneros de guerra. Sí se sabe que sólo por el campo de concentración de Auschwitz pasaron un millón trescientas mil personas, de las que el noventa por ciento murió por hambre, extenuación y diversos métodos de eliminación. No estaba incluida la motosierra.