Noticias de ayer y hoy
La burda trapisonda que le hicieron a la argentina bian –más que de bien– Diana Mondino para eyectarla del puesto de canciller/a, y la afirmación de seguimiento funcional y fundacional y fundamental de la línea ideológica del Gobierno lanzada por el impasible Manuel Adorni, y que se resume en “se hace lo que le gusta al Presidente y al que no le gusta se va”, aunque esto signifique decir un día que el gobierno chino es comunista y asesino y meses más tarde que son maravillosos, y así dale que va… esas delicatessen del espíritu libertario anarco fundamentalista autoritario subordinado a las demandas del capital financiero que viene a llevársela en pala, auxiliado por la tablita del dólar rebarato, trajeron a mi memoria el inefable diálogo entre el entonces diputado Héctor J. Cámpora (que la ya evanescente juventud kirchnerista se obstinó en reivindicar) y el entonces presidente Juan Domingo Perón: “¿Qué hora es, Camporita?”, “La que usted quiera, mi general”, y me hicieron visible lo mucho que se parece la cabeza de nuestro gobierno actual a las dictaduras –nunca del proletariado ni comunistas– que reservaban el mayor de sus esfuerzos al estricto seguimiento de la línea del partido, es decir, el pensamiento vivo o muerto de su líder de ocasión o secretario general.
Pero si el gobierno de Toda Libertad Retrocede es de lo más desconcertante, y desconcertante el modo en que aun hoy conserva alto grado de adhesión, también lo es mi recuerdo y comprensión de los hechos de la historia ya no tan reciente. En la columna de la semana pasada, recuperé a Arturo Frondizi y su proclama naif “vote por mí”, mientras su nuez de Adán sobresalía del cuello flaco y sus orejas subían y bajaban al compás de la enunciación, y borré todo recuerdo de Guido José María, para caer absorto ante el gobierno de Arturo Illia. Mi recuerdo de esa gestión está mediado por cánticos políticos: “Illia, Perette, tan grande y con chupete” (¿se referirían ya a la lentificada presencia de De la Rúa, o es un desplazamiento caprichoso?), a las acusaciones de lentitud, tortuguismo e inactualidad (sobre todo a través de la revista de humor cordobesa Tía Vicenta), y la persistente proclama de algunos medios a favor del presuntamente activísimo y modernísimo general Juan Carlos Onganía, que una vez asumido el gobierno por la vía del golpe militar sumió a la sociedad argentina en el culto de un medioevo del que costó años salir (quizá la salida es otro sueño) y al que estamos volviendo a precipitarnos.
El camino era fatal como la flecha, y en las grietas estaba Perón, que acechaba.